Análisis de “El solitario” - Horacio Quiroga
Trabajo realizado por la Prof. Paola De Nigris
Dicho trabajo es extenso porque está pensado como un análisis que se haría en clase. Hay algunas ideas que están reiteradas especialmente porque en el transcurso de ésta, he percibido que esos conceptos no son retenidos y son cruciales para comprender a los personajes y su dinámica.
Tema:
El tema de este cuento es la incomunicación en la
pareja, aspecto recurrente en las obras del autor. Esta se plantea
no sólo en los personajes que provienen de culturas distintas, sino
también en los intereses de ambos, incluso desde una perspectiva de
género que puede ambientarse en el 900, pero que también puede,
salvando diferencias, suceder en nuestros días. El cuento pertenece
al libro “Cuentos de amor, locura y muerte”. En éste se aprecian
los tres temas que plantea el nombre del libro.
Ambos personajes aman. Pero este es un amor especial
porque no es hacia la otra persona sino hacia las joyas. Podría
definirse este como obsesión. Para Kassim las joyas son su mundo,
su arte; para María su posibilidad de ascender socialmente, su deseo
de ser amada por su marido y por la sociedad, de ser respetable y
respetada.
La locura también se da en los dos personajes. En el
caso de María es exterior y en Kassim todo pasa por su interior. Él
no demuestra nada, y eso también es un síntoma de la locura que se
verá en la acción final.
Con respecto al tema de la “muerte”, también ésta
le sucede a los dos. En María es real y física. En Kassim es
simbólica y se sugiere al final, cuando él logra hacer su obra
maestra, compartiendo con su esposa el arte de crear.
Título:
El título de este cuento es emblemático pero también
simbólico. Emblemático porque refiere a un objeto que será el que
precipite el desenlace. Y simbólico porque se puede jugar con el
significado de la palabra “solitario”, una pieza que el personaje
dirá “es de hombres” y termina representando el interior de
Kassim. Este personaje encierra en la joya toda su pasión, todo su
mundo incomprendido y marginal, y aún así, contiene la belleza del
arte. Él es la joya y también es un solitario, una pieza única e
invaluable. Vale decir que la soledad es uno de los temas que se
desprenden de la incomunicación en la pareja. Estos son personajes
que aunque vivan bajo el mismo techo, están sumergidos en una
profunda soledad e incomprensión por parte del otro y de la
sociedad.
Estructura
Solemos dividir el cuento en tres partes: marco, nudo y
desenlace. En la primera parte están la presentación de personajes,
lugar, tiempo y presentación del conflicto. En la segunda se
desarrolla el conflicto y en la última se resuelve.
En este cuento, la estructura se delimita claramente por
el tiempo que utiliza el narrador. Desde el comienzo, él utiliza un
tiempo impresiso, los hechos se suceden habitualmente. María le dice
a Kassim “y eres un hombre, tú...”, cuándo se lo dice no
importa, tal vez muchas veces, lo que importa es lo que le dice.
Todavía se está procurando presentar los personajes y el conflicto.
Recién cuando el narrador deja de mirar para dar una
opinión (tal vez la única interveción con una subjetividad) es que
pasamos al segundo momento: el nudo. Este comienza con “Cuando se
franquea cierto límite de respeto al varón...”. A partir de allí,
el narrador empezará a contar hechos con una mayor precisión de
tiempo: “Una tarde”, ahora es un episodio particular, único, que
permite el avance de la acción.
El desenlace comienza cuando Kassim toma la decisión.
Hay un hecho en el cuento que permite ver claramente eso que Kassim
jamás dice, hasta el final. Cuando María tira la piedra desde el
balcón al suelo, Kassim la toma con las manos que “le temblaban
hasta dar lástima”, aquel hombre que sólo sabe expresarse con
ellas, que tenía manos divinas para los “engarces delicados”.
Luego de la última explosión de María, en que ella vuelve a atacar
su virilidad, es que sus manos pasan a tener “una seguridad
matemática”. Es en este momento que el personaje ha tomado una
decisión: matar a María.
Narrador
El narrador de este cuento es externo con respecto a los
hechos, es decir no forma parte de ellos, es como si fuera un
testigo, pero desde un espacio “mágico”, ya que estos personajes
viven encerrados e incomunicados. A pesar de ser testigo, no dentro
de los hechos, cuenta una historia que no sabemos cómo llegó a él,
y tampoco importa.
En cuanto a cuánto sabe de lo que está contando, es un
narrador omnisciente, porque lo sabe todo, aunque no nos lo diga
todo. Es decir, nos oculta qué piensa Kassim, pero no quiere decir
que no lo sepa o que no conozca hechos que sólo puede saber alguien
y el personaje, como ser el momento en que mata a María.
Respecto al punto de vista, en este cuento el narrador
asume un punto de vista cero. Si bien focaliza alguna vez en ella o
en él, trata de contar los hechos lo más imparcialmente posible,
dejando que el lector juzque la situación, en la que él no se
quiere meter.
Marco
El cuento comienza con la presentación de Kassim
acompañado por un adjetivo polisémico (es decir que encierra varios
significados): “enfermizo”. Este adjetivo termina cobrando
relevancia y concluye su significado al final del cuento. Esta
primera cualidad del personaje, enfermizo, hace referencia a alguien
que tiene la tendencia a enfermarse. Lo que nunca aclara el narrador
si esa enfermedad es física o mental, y en esto radica parte de su
polisemia. Habitualmente asociamos esa característica con su aspecto
físico. Así el narrador nos asegura que algo en el personaje no
está bien, no es saludable. De esta manera, aunque el narrador no
tome partido por ningún personaje, deja en evidencia que el acto
final de éste no será “lo correcto”, por más que a alguien le
pueda parecer justificado.
En el mismo enunciado se asocia la característica antes
mencionada y su trabajo: “joyero de profesión”. Tengamos en
cuenta que el nombre de Kassim nos hace pensar en el mundo árabe. Si
asociamos este cuento a su contexto, el Uruguay del 900, donde hubo
una gran corriente migratoria, por más que esta fuera importante,
nos resulta muy difícil pensar que haya llegado al Uruguay por esas
fechas hombres del oriente. Pensemos entonces, que si bien el mundo
oriental se asocia mucho a las piedras preciosas y a su trabajo,
también Kassim es un hombre extraño en este mundo, un extranjero
exótico. Y si no fuera porque su trabajo es apreciado y considerado
por la sociedad, sería sin duda un marginado. Su escape ante ese
mundo opresor es el arte. Él vive en un micro mundo, y así como el
lente de un joyero agranda el objeto que mira, el mundo que crea es
para si lo único que importa.
La siguiente característica que ya nos plantea en el
primer párrafo será fundamental para entender su relación con
María y el conflicto que más adelante desarrollaremos. Él no es un
hombre ambicioso. Trabaja para grandes tiendas y tiene una habilidad
única, pero no tiene ambición. No le interesa cobrar por su trabajo
lo que éste realmente vale. Tampoco le interesa salir de su pieza,
no tiene “arranque y habilidad comercial”. Posiblemente porque a
él no le interesa el comercio de las piedras preciosas, sino la
construcción artística de esas piezas únicas. Sin embargo, para la
sociedad occidental, tener treinta y cinco años y no haber
progresado económicamente parece más un síntoma de algo raro, que
una decisión normal. Un hombre, a esa altura de su vida debería
haber despegado con ambición de una vida que ellos consideran
mediocre. No obstante, Kassim cumple con los intereses de la
sociedad, al hacer joyas de alta calidad a un precio razonable. La
burguesía puede ostentar una joya única y finísima, que vale mucha
plata, pero que la mano de obra es barata. Kassim es el hombre de las
sombras, el que nadie conoce y sólo es apreciado por la belleza que
las grandes tiendas venden.
Pero uno de los aspectos cruciales de este personaje
planteado en el primer párrafo son sus manos: “pocas manos como
las suyas para los engarces delicados”. Esta afirmación inocente
también resulta reveladora. Esas manos son la forma de expresarse
que tiene el personaje. Las manos de Kassim dicen lo que él no dice.
Su mundo se construye con ellas. Hace joyas, crea belleza, pero no
puede apreciar la belleza humana de su mujer, o darle el afecto, la
atención, la consideración que una relación afectiva merece y
necesita.
La grafopeya de Kassim (descripción externa) es
ilustrativa: “de cuerpo mezquino, rostro exangüe, sombreado por
una rala barba negra”. Tomando en cuenta el primer aspecto podemos
ver que la palabra “mezquino”, de la misma forma que lo fue la
palabra “enfermizo” tiene varias lecturas (polisémica). Por un
lado, refiere al aspecto apocado, frágil, de una salud endeble. Pero
también, esa palabra se asocia al concepto de “egoísta”. Así
Kassim es también egoísta con su cuerpo para sostener a una mujer
“fuertemente apasionada” como es María. No le regala ni una
pizca de cariño. Su cuerpo, su mente, sus manos están sólo en
función de su arte. El rostro fino, con la barba negra, le da un
aspecto sombrío. No es un personaje llamativo, sino que su figura se
ajusta al carácter de él: el hombre de las sombras, que sale a la
luz a través de sus productos. Pero que también oculta algo
siniestro.
El personaje de María podría definirse, en principio,
como lo opuesto de Kassim. Ella tiene un nombre occidental, asociado
al mundo bíblico. En el nuevo testamento podemos ver dos personajes
con ese nombre, la virgen María y María Magdalena; la primera una
mujer santa, la segunda es una prostituta. Esta denominación del
personaje nos lleva a pensar en alguien que también vive una pasión,
como la virgen María, pero lejos de ser santa, se parece más a la
segunda María, dado que todos la ven como una prostituta. El
narrador nos señala que es “de origen callejero” y “fuertemente
apasionada”. Es importante recalar en este origen callejero. María
es provocadora con su cuerpo, y busca un enlace satisfactorio que le
permita ascender socialmente. Pero poniéndonos en contexto, para la
época, ser una persona “callejera” está muy alejado de la idea
que hoy en día tenemos. Cualquier mujer que saliera de las normas
rígidas que la sociedad imponía, era una callejera. La sociedad del
900 está ávida de juzgar a su prójimo. Se decía que una buena
mujer salía de su casa sólo tres veces: cuando se bautizaba, cuando
se casaba y cuando moría. Así que una mujer que buscara a través
de la provocación, que podía ser muy sutil, ya era una callejera.
Por otra parte, las mujeres pobres tenían pocas opciones de salir
adelante, y casi todas ellas implicaban estar propensas a ser
abusadas por el hombre, que podía aprovecharse de la situación de
vulnerabilidad. María siendo una mujer joven, hermosa, apasionada, y
fundamentalmente discriminada y marginada, tenía a su favor la
posibilidad de conseguir a un hombre con plata que la sacara de esta
posición tan dolorosa en que la mirada de los otros la habían
puesto.
Acepta a Kassim con temor, porque ya está cerca de la
edad en que una mujer dejaba de ser deseada por un hombre, y
necesitaba encaminar su vida y ser aceptada por la sociedad, que
tanto la rechazó. Pensemos que el cumpleaños de quince es la
presentación en sociedad de una jovencita que no tiene un
pretendiente para casarse. Por lo tanto se suponía que antes de los
dieciocho tendría que estar casada. María está al límite de la
edad para conseguir marido.
El casamiento para ella es el fin de la búsqueda, pero
también el fin de sus sueños. Una vez que acepta a Kassim, ya no
hay posibilidad de volver atrás. Un divorcio es inaceptable. Ella es
una mujer señalada y se casa para salir de esa situación, jamás se
expondría a un divorcio que la volvería a dejar en el centro de la
escena, para ser juzgada. María quiere ser vista, pero ya no como la
callejera, sino como una señora de sociedad, con un buen pasar, una
buena vida. Así su casamiento se transforma en el fin para ella.
Sin embargo para Kassim es una instancia más. Él no
necesita a María, tiene su arte en el que concentrar su pasión. El
narrador nunca dice por qué se casa con ella si no le interesa. La
respuesta está en el contexto. Él también es un marginado y
también está pasado de edad para esa sociedad puritana. Las normas
sociales, esas que no se explicitan, pero que están en la conciencia
colectiva, sugería que una mujer no debía pasar de los dieciocho
para casarse y un hombre de los treinta. Si una mujer pasaba los
veinte, se quedaba para “vestir santos”, es decir dedicarse a
tareas de “solterona”. Si un hombre pasaba de los treinta y cinco
sin casarse, no era serio, era peligroso, porque era inmaduro y nunca
“sentaba cabeza”. Aún hoy, con algunas diferencias, podemos
escuchar estos ecos del pensamiento colectivo.
El clima de esta
relación empieza denso. Mientras él trabaja, ella lo mira hacer.
Pero esa mirada es “lenta y pesada”. Ésta parece crear un clima
hostil que se refuerza con la actitud brusca de buscar con los ojos a
cualquier hombre que tal vez podría haber sido su marido. Ella no se
conforma. Una vez que tuvo que matar sus sueños, ahora solo le resta
que Kassim sea quien ella quiere que sea. Pero él es indiferente a
las provocaciones. Este juego visual será la primera ofensa de ella.
Pero él vive en un mundo paralelo, como si a través de la
disminuta vista de Kassim sobre la joya, se abriera un mundo íntimo
que sólo él entiende. Ella lo mira intentando sacarlo de ese mundo,
pero para él, ella está muy lejos. No parece entender ni escuchar
los reclamos de María. Reclamos de atención, de reconocimiento.
Ella desea que él la rescate de aquel pasado donde era
insignificante, y del que nunca saldrá, excepto con su muerte.
Tal vez una de las
claves para entender la tarea de Kassim sea lo que el narrador nos
dice entre guiones: “artista aún”. Esto explica la falta de
ambición de él, algo que María no entiende ni quiere entender,
porque eso sería lo mismo que la muerte, ya que espera de él
exactamente lo contrario como muestra de amor y comprensión. Pero
Kassim es artista, eso implica que su placer es la creación. El arte
siempre está envuelto de un aureola de pureza, de santidad que no
debe ser violada por las bajezas del mundo, como ser el dinero o los
deseos de otros. El artista crea por una necesidad interior de
expresar su alma, pero eso no debe ser vendido al mejor postor,
porque sería algo sucio. Quizas esta sea la percepción de Kassim
sobre su arte, una tarea que se vive en solitario.
El narrador, que
ha asumido un punto de vista cero en el relato en general, a veces
hace pequeños movimientos estratégicos para mostrarnos la mirada de
ambos personajes, y con esta también nos muestra los mandatos
sociales. “Cuanto ganaba Kassim, no obstante, era para ella”.
Esta afirmación parecería estar vista desde los ojos de Kassim y de
la sociedad. En una primera lectura, liviana, podría decirse que es
cierto, y por lo tanto no existe ninguna razón por parte de María
para quejarse. Este hombre sacrificado, trabaja hasta los domingos
para poder “ofrecer un suplemento”. ¿Qué más debe proporcionar
un hombre en su casa? Comida y techo. Lo necesario para vivir. ¿Pero
sólo vivimos de comida y techo? ¿Qué es lo que le da realmente
Kassim? Trabaja los domingos que es el día para descansar, el día
para estar en familia o con la pareja, el día donde se comparte o se
intima. Pero Kassim dedica ese tiempo a sus joyas. Parecería que
mantiene con ellas una relación más íntima que con su propia
esposa, con la que no comparte nada. ¿Realmente trabaja para la
felicidad de María o por su propio placer?
Esta posición del
narrador se reafirma en la expresión: “cuando María deseaba una
joya - ¡y con cuánta pasión deseaba ella! - trabajaba él de
noche. Después había tos y puntadas al costado; pero María tenía
sus chispas de brillante”. Lo interesante de estos enunciados es la
intertextualidad bíblica que surge de la relación entre el nombre
María y la expresión “con cuánta pasión deseaba ella”. Es
inevitable que nuestra mente se transporte a expresiones que hemos
escuchado en este mundo occidental: “la pasión de Cristo”; “la
pasión de María”. Sin embargo esta pasión está muy lejos de ser
sagrada: Kassim no es el Cristo que se sacrifica, y María no es la
virgen. El problema es que María desea una joya como expresión de
comprensión de parte de su marido, como deseo de salir de la
oscuridad y la hostilidad del mundo en el que vivió. No la desea
para que él la venda a otra persona que disfrute del prestigio de
tenerla. Por lo tanto, todo ese sacrificio de Kassim, las puntadas,
la tos, no son un ofrenda para María, sino todo lo contrario: una
confirmación de lo que no podrá ser, una caída más honda en su
decepción, una forma de hacer en imagen sus mayores miedos.
Es interesante
reparar en la expresión “seguía con ardor las íntimas
delicadezas del engarce”, metáfora que reafirma la idea de
intimidad entre Kassim y las joyas. También nos permite apreciar la
forma en que María observa el trabajo de su esposo. Ella tiene
dentro de sí un fuego que irá aumentando a medida que se
desarrollen los hechos. El trabajo de Kassim la atrae porque ella no
forma parte de él, y sin embargo quisiera poder ser esa joya que
Kassim trata con delicadeza. No entiende qué ve él allí sino es
parte del reconocimiento que ella anhela. Pero la indiferencia del
esposo, le recuerda que jamás será como las joyas. Es por esto que
no le queda otra solución que provocarlo, sacándole la joya y
probándosela con vestidos. Tal vez así Kassim se daría cuenta de
lo que ella quiere. Pero él no entiende o no quiere entender. A tal
punto que tampoco sabe cómo consolarla, y termina dejándola llorar
sola en su cuarto, ya que las únicas palabras de consuelo (“Hago
sin embargo cuanto puedo por tí”) solo reafirman que no comprende
que las personas no sólo necesitan casa y comida, sino que son más
complejas. Con las provocaciones, María consigue lo contrario a lo
que quiere, sólo logra que él siga prolongando sus veladas, y por
lo tanto la abandone, ahora con razones para hacerlo.
El narrador
proporciona una etopeya (descripción de los rasgos de la
personalidad del personaje) en el marco que termina cobrando
relevancia al final. “Era un hombre indeciso, irresoluto y
callado”. Estas tres características se revierten cuando decide
matar a María, resuelve su destino y con esta muerte él dice muchas
cosas ya que la transforma en parte de su trabajo, la hace parte de
su arte, comparte con ella su intimidad. Tal vez ese sea el momento
en que María llegará a estar más cerca de la pasión de Kassim de
lo que nunca estuvo antes. No podrá disfrutarlo más que en el
instante de su muerte.
El clima de la
relación podría definirse en la descripción que el narrador hace
del ambiente violento y silencioso que hay entre ellos. “Las
miradas de su mujer se detenían ahora con más pesada fijeza sobre
aquella muda tranquilidad”. En este enunciado aparecen los dos
personajes en acción. María con su “pesada fijeza”, una mirada
que parece adquirir cuerpo, crear un clima hostil e incómodo,
intentando molestar, y ver qué es lo que ve Kassim. Ante esto solo
recibe la “muda tranquilidad” de él, la indiferencia, no le
inmuta que ella lo mire aunque sepa que ella desea algo
insistentemente. Lo que Kassim ve y siente, no puede ser visto como
María quiere ver. No necesita hablar porque lo está haciendo en un
lenguaje distinto: su creación. Él está en un mundo diferente al
de ella, un micro mundo que sólo se ve con el lente del joyero, así
que puede estar tranquilo de que su intimidad no será entendida.
La indiferencia
hará que María no tenga otra solución que aumentar la provocación.
Así es como ella ataca un concepto que debería alertar a cualquier
persona del sexo masculino: ataca su virilidad (“y eres un hombre,
tú”). Ante esta provocación, cualquier hombre se sentiría
violentado, sin embargo Kassim “no cesaba de mover los dedos”, no
deja de trabajar. Siente que su virilidad está en su trabajo, por lo
tanto el cuestionamiento de María no parece ser relevante. Tanto así
que su respuesta aumenta en María la sensación de desprecio por lo
obviedad de sus palabras (“no eres feliz conmigo, María”), que
sólo al rato pronuncia, porque ella ni siquiera merece una respuesta
inmediata. Su reacción tardía demuestra que ya ni la escucha, todo
es parte del reproche natural y constante de ella.
La respuesta de
Kassim es la oportunidad que María esperaba para poder hablar,
reprocharle lo que quiere. Si él no habla, ella no puede atacar con
palabras. Así que su respuesta sirve para reafirmar que no es un
hombre, que ninguna mujer podría ser feliz con él. Pero ¿qué
significa ser hombre? Parecería que para ambos personajes, este
concepto es diferente. Para Kassim es mantener materialmente a su
mujer. Pero María es una mujer ambiciosa, “hermosa y fuertemente
apasionada”, así que ser hombre implica muchos más aspectos. Sin
embargo, María no sabe explicar lo que realmente quiere, así que
sólo puede hacerlo hablando de lo material que es lo que él
entiende. La necesidad de afecto, de reconocimiento unido a la
comprensión de la intimidad de ella, lo que ha vivido con los
juicios sociales, la presión por ser siempre la despreciada, la
“callejera”, son aspectos muy difíciles de comunicar, más aún
para un personaje que es callado y da muestra de no entender o no
querer entender, es decir alguien que no da lugar a una comunicación
a ese nivel porque no parece interesarle la otra persona. Kassim
tiene su escape: las joyas. María sólo lo tiene a Kassim. Esta
actitud de Kassim sólo reafirma lo más doloroso de María, es por
eso que entre ellos hay violencia, en principio, simbólica. La
diferecia es que María provoca, grita, trata de decir aunque no
pueda hacerlo en profundidad, y Kassim calla confirmando que ella no
es valiosa ni para su propio marido.
El
episodio de la diadema es un ejemplo de la mecánica de esta relación
y termina de definir la incomunicación en esta pareja. No es un
episodio del nudo porque si bien hay una referencia temporal (“el
martes”), ésta no marca el comienzo de la acción que llevará a
la muerte de María, sino un episodio más que lo ilustra. Sin
embargo hay algunos detalles que es importante destacar. María ve la
diadema que ha construido Kassim hasta las tres de la mañana con los
“labios apretados”. Ahora sabemos que él suele trabajar hasta
tarde, en la hora que podría haber compartido con su mujer si la
amara realmente. No es casual que en la cara de María se vean los
labios apretados de envidia, de resentimiento, de impotencia, de
celos. Esto se traducen en una expresión de menosprecio que intenta
resaltar el valor de la joya, pero no el trabajo de Kassim (“no es
una diadema sorprendente”).
¿Por
qué se la muestra? Esta pregunta puede hacernos pensar en múltiples
respuestas. Tengamos en cuenta que Kassim tampoco dice lo que siente,
le pasa o piensa, así que podemos pensar que él está también
provocando a María, ya que sabe que a ella le interesa el valor de
la joya, así que está aumentando su frustración. Sin embargo para
intentar deliberadamente decepcionar a María, debería existir en él
una pasión por su esposa. Pero lo que vemos en él hacia ella es
“descolorida ternura”, un sentimiento tan tibio como la ternura,
y encima una ternura vieja. Con esta sinestecia (expresión en la que
se mezclan dos palabras que provienen de campos sensoriales
distintos) encontramos por primera vez algo que le provoca María,
pero está muy lejos de la pasión perversa como para gozar de
mostrarle una joya y después quitársela. Lo que parece demostrar
Kassim ante María es indiferencia, de la más cruda. Tal es así,
que no le importa si ella sufre, porque ni siquiera quiere entender
lo que ella espera. Aún así comprende que a ella le gustan las
joyas terminadas. La comparte porque tal vez cree que ella va a
apreciar el trabajo por su valor, no su trabajo por el amor que él
le ha dado. Así es como María de forma contradictoria puede
reprender a su marido diciendo “podrías haberte acostado” como
sugiriendo que su trabajo no es gran cosa, y en el mismo comentario
decir “¡Inmensos los brillantes!”, dando a entender que el
material que trabaja es muy preciado.
La
pasión de ella son las piedras, y la de Kassim su trabajo. Ella ve
como él las manipula, pero sabe que nunca serán suyas, porque
Kassim jamás tendrá la atención de hacerle una pieza a ella. Por
eso ella lo mira trabajar con “loca hambre”, metáfora que
sugiere la ambición de ella, el descontrol, pero también el
“hambre”, que es una sensación viceral, que no puede controlarse
mentalmente. Algo vital, que alimenta, es de lo que María carece.
Para él nada la saciará, es el ejemplo de la inconformidad. Para
ella eso es cierto pero no es supérfluo, sino vital. Por eso estos
reproches terminan otra vez atacando su virilidad: “¡Todos,
cualquier marido, el último, haría un sacrificio para halagar a su
mujer! Y tú..., y tú... ¡Ni un miserable vestido que ponerme
tengo!”. La idea del sacrificio está planteada de una manera
distinta a como la concibe Kassim. El problema es que ella tampoco
puede expresar claramente en qué consiste “halagar a su mujer”,
y como no sabe hacerlo, vuelve a lo material, “ni un miserable
vestido”. De esta manera refuerza la mirada de Kassim que parece
sostener que para vivir sólo se necesita lo escencialmente material,
casa y comida. Como si estar con el otro fuera lo mismo que tener una
planta a la que hay que regar en algún momento del día, sin mayores
preocupaciones o responsabilidades.
Pero
es justo también intentar acercarnos a Kassim. No olvidemos que él
también es un marginado e incomprendido. María no puede entender
esa relación elevada que él tiene con la joyas, porque ella no
comprende el arte ya que es algo que no se comercia, sino que se
disfruta del proceso creativo. Para él las joyas son la expresión
de su intimidad, la única posibilidad de decir algo aunque los demás
no lo comprendan. No le interesa que lo reconozcan, le interesa ese
momento sublime de creación que siempre es en solitario. Muy lejos
está ella de comprenderlo o intentar hacerlo.
En
el final del marco aparece la reflexión del narrador, que por
primera vez dejará entrever una opinión. Hay un límite entre el
reclamo válido y el respeto al otro. Una vez que se pasa esa línea,
todo lo que se dice para provocar puede ser superlativo, sin
percatarse de las consecuencias que eso conlleva. María, que es una
mujer apasionada, no mide el límite y lo cruza en la desesperación
ante la indiferencia de su marido.
Nudo
El
primer episodio del nudo es el del teatro. Es la primera vez que
notamos un hecho puntual, por lo tanto, la acción comienza a
desarrollarse, ahora no es un martes cualquiera, sino “una tarde”
en particular. Kassim nota que falta un prendedor, y el narrador nos
aclara cuánto vale el mismo. Focalizando en Kassim podemos darnos
cuenta que él comprende el valor monetario de la joya.
Se
produce un diálogo directo que permite ver la dinámica de la pareja
a través de sus palabras. María vuelve a provocar a Kassim, pero
ahora está dispuesta a sacar la joya al teatro. Antes miraba con
“ardor” el trabajo de él, ahora estará con “los ojos
encendidos”, como si el fuego interior comenzara a crecer en ella.
Ante la imagen de la mujer con el prendedor puesto, Kassim sólo
responde al rato sugiriendo que le queda bien y que habría que
guardarlo. Lo toma como una de las tantas acciones de María de
probarse la joya. Pero esta vez ella sugiere que piensa quedársela.
Es
la primera rebeldía fuerte que ella manifiesta, por eso él
pregunta: “¿broma...?”. La contestación de ella revela su
creencia de que Kassim se comporta así sólo para molestarla, porque
le gusta hacerla sufrir (“¡cómo te duele pensar que podría ser
mío!”).
Decide
ir al teatro con la joya. Esto no es casual. El teatro es un lugar de
exposición tanto en el escenario como entre el público. Era uno de
los espacios públicos más importantes para mostrarse. Es por eso
que María lo elige. Es su oportunidad de asumir el personaje de
señora importante ante la sociedad, ser al final alguien, aunque sea
ficticiamente.
Ante
esta provocación, por primera vez vemos una reacción de Kassim, se
“demudó”, cambió de aspecto, se puso pálido. Sabe que mostrar
la joya implicaría que los demás perdieran la confianza en él.
Este joyero hace piezas exclusivas, y la alta sociedad paga para que
nadie más las tenga, sino el que la compra. Pero no sólo es su
trabajo lo que está en juego para él, también es su intimidad.
Llevarlo al teatro antes de ser entregado a su dueño es como si
mostrara la interioridad de Kassim, como si estuviera desnudo, ya que
si la pieza no está entregada al comprador es porque aún no está
terminada. María puede atacar su virilidad sin que él se inmute.
Pero exponer su trabajo ya es otra cosa.
El
episodio termina con la vuelta del teatro. Ella deja la joya sobre el
velador, como si quisiera seguir viviendo su sueño de princesa. Pero
Kassim, una vez más le roba la ilusión. Sin palabras, toma la joya
y la guarda bajo llave. La explosión revela un nuevo pensamiento de
María: él cree que es una ladrona. Esto servirá para reclamarle
diciéndole que no recibe nada de él, ni siquiera un poco de halago,
por qué le confían tanta belleza entonces, a un hombre que no sabe
dar nada. Es interesante ver que María no puede terminar la frase:
“y cuando tu mujer te pide un poco de halago, y quiere...”. Lo
que quiere María ni siquiera ella puede expresarlo, porque es mucho
más profundo que la joya en sí. La injusticia para ella es verse
como ladrona cuando en realidad siente que quien le ha robado su
juventud y sus sueños ha sido su marido. Para ella, él es un
estafador. Le ha prometido, aunque jamás lo haya hecho realmente, un
futuro próspero.
Luego de este
episodio aparece la pieza que dará nombre al cuento: “el
solitario”. Éste es admirable y único. En él se concentrará la
lucha de la pareja. En cuanto lo recibe, él se lo muestra, pero ella
mantiene el silencio, aunque la siente respirar “hondamente sobre
el solitario”, como si ante la piedra, la pasión de María
comenzara a excitarse. Él la escucha y parece saber cómo alimentar
esa pasión, por ello le habla del precio: “costará nueve o diez
mil pesos”. Sabe que ese es el lenguaje que ella entiende. Hay en
esta acción algo perverso. Y más aún cuando ella puede expresar su
deseo: “un anillo”. La respuesta es sugestiva: “es de hombre...
un alfiler”. María hubiera deseado que al fin esa joya fuera el
anillo que active este matrimonio, el regalo que él le daría para
que ella saliera de la pobreza. Pero una vez más sus ilusiones son
destruidas, ni siquiera es para una mujer.
Kassim se
transforma en una “espalda trabajadora”, metonimia del personaje
que muestra la indiferencia que siente por María. Ella ahora siente
que arde en rencor. Su fuego interno aumenta. Es interesante la
expresión “cocotaje frustrado” en relación a María. La palabra
“cocotaje” surge de la palabra francesa “cocotte” que hace
referencia a una prostituta elegante. Así la frustración de María
se asocia a una prostitución frustrada, a una amante que no es
reconocida en lo que vale.
La provocación de
María es la habitual, probarse el solitario ante el espejo. Cuando
Kassim osa protestar, ella lleva la situación a un extremo, abriendo
el balcón con la joya puesta.
Una vez más la
amenaza de la exposición. Pero irá más allá, le tirará la piedra
a los pies, una agresión directa, ya no solo a su trabajo sino a su
persona. Una vez más logra una reacción de Kassim: se pone lívido,
es decir el color de su cara se le va. La lividez se asocia al miedo,
y también a la muerte. Esta reacción muestra que algo dentro de él
se está modificando. Tal vez tenga miedo de que la joya sufra algún
daño, o tal vez tema lo que está pensando, poner un límite
drástico al descontrol de María.
Lo que imagina
hace que el personaje la mire desde el suelo, como amenaza
silenciosa. Ella lo nota, por eso pregunta “¿Por qué me miras
así?”, como si esta acción no mereciera tanta importancia. Las
manos de Kassim, que siempre fueron su medio para expresarse, ahora
“tiemblan hasta dar lástima”, porque algo en su mente está
naciendo. Debe tomar una decisión, pero duda. Este dato es la única
forma que tenemos de conocer la locura de Kassim que solo al final
entenderemos.
El momento de la
locura de María es más visible que la de Kassim, porque ella
expresa hacia afuera, y él vive interiormente a través de su
trabajo. María en su cuarto vive una crisis de nervios, y el
narrador plantea una grafopeya del personaje (descripción física):
los ojos desorbitados, y el pelo suelto. Esta es la imagen de la
pasión descontrolada. Si tomamos en cuenta que refiriéndose a ella,
el narrador dirá “rugió”, podemos asociar esta imagen a la de
un felino, una mezcla de sensualidad y ferocidad. En su expresión de
locura, ella logra reprocharle más claramente que le ha robado la
vida, los sueños. Y una vez más ataca la virilidad de Kassim
llamándolo “cornudo”. Es en este episodio que se unen los dos
grandes ejes sobre lo que ha girado la violencia de María: su
trabajo y su hombría. Esto será fundamental para explicar el final.
En un instante de lucidez, parece darse cuenta de eso al tomarse la
garganta con las manos, como si la excitación la hubiera llevado a
decir algo extralimitado.
Sin embargo, si
pensamos que Kassim tiene una relación íntima con las joyas, una
relación de amor, no como la que se tendría con una persona,
podríamos asegurar que la engañada realmente es ella, en todos los
sentidos, con sus sueños y en esa relación de la que ella no puede
ser parte. Es por ello que ella dice: “y creías que no me iba a
desquitar”, sugiriendo que le está devolviendo con la misma acción
lo que ella siente.
Mirando a Kassim,
vemos que está lívido, pálido, como cuando recoge el solitario del
suelo. Es este el momento en que él está pensando en la muerte de
María como única alternativa posible. Si observamos las palabras
que él profiere en este diálogo, vemos que en realidad no son para
ella. Ella no puede escuchar en ese estado. Se está hablando a sí
mismo. Primero le dice: “estás enferma, María. Acuéstate”.
Claramente ella no puede escuchar eso, así que es como si él se
dijera a sí mismo que no debe hacer lo que está pensando, porque se
trata de una enfermedad, y nadie es culpable de eso. Sin embargo el
parlamento siguiente es “bueno, veremos si es posible”. Tampoco
eso puede escuchar ella, pero nos da la pauta que él acaba de tomar
la decisión de terminar con la enfermedad de ella, matándola. La
confirmación de esta decisión, una vez más son sus manos que ahora
“tenían una seguridad matemática”.
Desenlace
El desenlace
comienza en un territorio neutral. Pensemos que hay solo dos
escenarios hasta el momento: el taller y el dormitorio. Ambos son los
ambientes que manejan cada uno de los personajes porque allí se
expresan íntimamente. Kassim en el taller y María en su cuarto. El
comedor es el lugar imparcial, donde se daría la única tregua.
María se levanta a comer y Kassim la trata con la misma solicitud de
siempre, como si nada hubiera pasado entre ellos, como si no hubiera
pensado en nada. Tiene una actitud falsa, mientras que ella intenta
ser sincera, lo mira de frente y le dice: “es mentira”. Se ha
dado cuenta que en el ataque de locura ha cruzado una línea muy
peligrosa. Es él quien hará de cuenta que no le importa. Y es que
en realidad ya no existe la posibilidad de redimirse. Sólo podrá
hacerlo con su muerte.
Para tranquilizar
a su mujer le toca “con torpe caricia la mano”, sus manos que son
únicas para los “engarces delicados”, sólo puede acercarse a su
mujer de forma grosera. Es el único gesto de cariño que ha mostrado
hacia ella, y es torpe. María lo sigue con la vista y el narrador, a
través de la mirada de ella, nos muestra una nueva descripción de
él: “con una honda náusea por aquello pegajoso, fofo e inerte que
era su marido”. Estas características recuerdan al cuento de la
princesa y el sapo. Es como si hubiera en este momento una
intertextualidad con ese cuento (referencia a un texto anterior). En
el cuento de hadas, el príncipe es un sapo embrujado que recobra la
forma humana cuando la princesa le da un beso. Kassim podría haber
sido el príncipe que rescatara a María, pero nunca dejó de ser un
sapo, y el beso nunca llegó. Es un cuento frustrado. Por eso sigue
provocándole la náusea que le había provocado a la princesa del
cuento.
El último ataque
de María, entre sueños de pesadilla, son una interesante pista que
el narrador da para mostrar el final. María exige que le de el
brillante, pero está durmiendo, mientras Kassim trabaja. Sin
embargo, él se levanta presuroso a decirle que falta poco, y que
será para ella. Se levanta como si temiera ser descubierto. Pero si
vemos toda la acción del cuento, la exigencia de María y la
indiferencia de Kassim son siempre habituales. Este levantarse para
responder presuroso delata que su plan ya está casi terminado.
La escena final es
reveladora. Kassim que era un hombre “indeciso, irresoluto y
callado” hablará a través de esta acción. Termina su solitario a
las dos de la madrugada. Hora en que ya está entrado el sueño, en
que la noche libera las pasiones ocultas. El solitario es Kassim, y
resplandece “firme y varonil”. En él se concentran los reclamos
de María, un hombre firme y viril, eso que tanto atacó ella.
La imagen de
María, en la penumbra, dormida en “la blancura helada de su pecho
y su camisón” preparan el escenario para la muerte. Parece una
novia en el lecho de bodas, pero el adjetivo “helada” sugiere la
muerte. La muerte de una novia.
Prepara su última
obra de arte que será engarzar a su esposa. Prende la veladora y
aparta un poco el camisón de su mujer para dejar el seno
descubierto, lo que haría pensar en una acción sexual. Sin embargo,
la sexualidad para él pasa por su obra de arte, de la que ahora
formará parte su mujer, lo que fue el anhelo de su vida. Ella se
transformará en parte de la joya, obtendrá lo que quiere, aunque
eso le cueste la vida.
Esta acción es el
único encuentro íntimo de la pareja. La muerte sería como si se
unieran para siempre, ya que Kassim posiblemente no pueda seguir
ejerciendo su profesión. Por lo tanto la muerte será de ambos. Pero
lo importante es la obra de arte que crea con esa muerte.
Antes de ensartar
el alfiler, él “adquirirá un rostro de piedra”. Se transformará
en la joya. Para con su mujer mostró una “descolorida sonrisa”,
como antes había mostrado una “descolorida ternura”, pero cuando
se trata de trabajo, la seriedad es absoluta.
Es interesante una
nueva intertextualidad que aparece en la expresión “hundió firme
y perpendicular como un clavo”. Lo introduce en su corazón, en el
habitáculo de los deseos. Pero si pensamos en la historia de
Drácula, que para morir debían introducirle una estaca en el
corazón, podemos asociar a María con la idea de una vampiresa.
Ella, al igual que Drácula, era una mujer apasionada cuyo propósito
es el amor posesivo. Ella quiere todo de él, no sólo las joyas,
también su trabajo, su reconocimiento, su atención, su amor; y para
ello agota todas las posibilidades. Lo consigue, pero el precio es la
muerte.
Como artista,
espera que su obra quede perfectamente quieta. Una vez que termina,
cierra la puerta sin hacer ruido, porque el arte es sagrado, y debe
contemplarse en silencio.
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-No Comercial 4.0 Internacional.
gracias me ayudo mucho
ResponderEliminarEsta bien explicado , ayuda mucho gracias 🙂
ResponderEliminar2021 y este documento sigue siendo de muchísima ayuda para mi trabajo de literatura. Muchas gracias!
ResponderEliminarExcelente trabajo de observacion y analisis respaldado por un gran conocimiento historico y cultural, necesario para contextualizar la vision del autor y los personajes. En los tiempos que corren hoy impregnados del paradigma feminista, este es un femicidio sin violencia, sin rencor y sin odio.
ResponderEliminarExcelente analisis Paola. En los tiempos actuales impregnados del paradima feminista, este es un femicidio sin violencia, sin rencor, y sin odio.
ResponderEliminar