miércoles, 13 de enero de 2016

"El solitario" - Quiroga (Análisis)





Análisis de “El solitario” - Horacio Quiroga

Trabajo realizado por la Prof. Paola De Nigris 

Dicho trabajo es extenso porque está pensado como un análisis que se haría en clase. Hay algunas ideas que están reiteradas especialmente porque en el transcurso de ésta, he percibido que esos conceptos no son retenidos y son cruciales para comprender a los personajes y su dinámica.

Tema:

El tema de este cuento es la incomunicación en la pareja, aspecto recurrente en las obras del autor. Esta se plantea no sólo en los personajes que provienen de culturas distintas, sino también en los intereses de ambos, incluso desde una perspectiva de género que puede ambientarse en el 900, pero que también puede, salvando diferencias, suceder en nuestros días. El cuento pertenece al libro “Cuentos de amor, locura y muerte”. En éste se aprecian los tres temas que plantea el nombre del libro.
Ambos personajes aman. Pero este es un amor especial porque no es hacia la otra persona sino hacia las joyas. Podría definirse este como obsesión. Para Kassim las joyas son su mundo, su arte; para María su posibilidad de ascender socialmente, su deseo de ser amada por su marido y por la sociedad, de ser respetable y respetada.
La locura también se da en los dos personajes. En el caso de María es exterior y en Kassim todo pasa por su interior. Él no demuestra nada, y eso también es un síntoma de la locura que se verá en la acción final.
Con respecto al tema de la “muerte”, también ésta le sucede a los dos. En María es real y física. En Kassim es simbólica y se sugiere al final, cuando él logra hacer su obra maestra, compartiendo con su esposa el arte de crear.

Título:

El título de este cuento es emblemático pero también simbólico. Emblemático porque refiere a un objeto que será el que precipite el desenlace. Y simbólico porque se puede jugar con el significado de la palabra “solitario”, una pieza que el personaje dirá “es de hombres” y termina representando el interior de Kassim. Este personaje encierra en la joya toda su pasión, todo su mundo incomprendido y marginal, y aún así, contiene la belleza del arte. Él es la joya y también es un solitario, una pieza única e invaluable. Vale decir que la soledad es uno de los temas que se desprenden de la incomunicación en la pareja. Estos son personajes que aunque vivan bajo el mismo techo, están sumergidos en una profunda soledad e incomprensión por parte del otro y de la sociedad.

Estructura

Solemos dividir el cuento en tres partes: marco, nudo y desenlace. En la primera parte están la presentación de personajes, lugar, tiempo y presentación del conflicto. En la segunda se desarrolla el conflicto y en la última se resuelve.
En este cuento, la estructura se delimita claramente por el tiempo que utiliza el narrador. Desde el comienzo, él utiliza un tiempo impresiso, los hechos se suceden habitualmente. María le dice a Kassim “y eres un hombre, tú...”, cuándo se lo dice no importa, tal vez muchas veces, lo que importa es lo que le dice. Todavía se está procurando presentar los personajes y el conflicto.
Recién cuando el narrador deja de mirar para dar una opinión (tal vez la única interveción con una subjetividad) es que pasamos al segundo momento: el nudo. Este comienza con “Cuando se franquea cierto límite de respeto al varón...”. A partir de allí, el narrador empezará a contar hechos con una mayor precisión de tiempo: “Una tarde”, ahora es un episodio particular, único, que permite el avance de la acción.
El desenlace comienza cuando Kassim toma la decisión. Hay un hecho en el cuento que permite ver claramente eso que Kassim jamás dice, hasta el final. Cuando María tira la piedra desde el balcón al suelo, Kassim la toma con las manos que “le temblaban hasta dar lástima”, aquel hombre que sólo sabe expresarse con ellas, que tenía manos divinas para los “engarces delicados”. Luego de la última explosión de María, en que ella vuelve a atacar su virilidad, es que sus manos pasan a tener “una seguridad matemática”. Es en este momento que el personaje ha tomado una decisión: matar a María.

Narrador

El narrador de este cuento es externo con respecto a los hechos, es decir no forma parte de ellos, es como si fuera un testigo, pero desde un espacio “mágico”, ya que estos personajes viven encerrados e incomunicados. A pesar de ser testigo, no dentro de los hechos, cuenta una historia que no sabemos cómo llegó a él, y tampoco importa.
En cuanto a cuánto sabe de lo que está contando, es un narrador omnisciente, porque lo sabe todo, aunque no nos lo diga todo. Es decir, nos oculta qué piensa Kassim, pero no quiere decir que no lo sepa o que no conozca hechos que sólo puede saber alguien y el personaje, como ser el momento en que mata a María.
Respecto al punto de vista, en este cuento el narrador asume un punto de vista cero. Si bien focaliza alguna vez en ella o en él, trata de contar los hechos lo más imparcialmente posible, dejando que el lector juzque la situación, en la que él no se quiere meter.

Marco

El cuento comienza con la presentación de Kassim acompañado por un adjetivo polisémico (es decir que encierra varios significados): “enfermizo”. Este adjetivo termina cobrando relevancia y concluye su significado al final del cuento. Esta primera cualidad del personaje, enfermizo, hace referencia a alguien que tiene la tendencia a enfermarse. Lo que nunca aclara el narrador si esa enfermedad es física o mental, y en esto radica parte de su polisemia. Habitualmente asociamos esa característica con su aspecto físico. Así el narrador nos asegura que algo en el personaje no está bien, no es saludable. De esta manera, aunque el narrador no tome partido por ningún personaje, deja en evidencia que el acto final de éste no será “lo correcto”, por más que a alguien le pueda parecer justificado.
En el mismo enunciado se asocia la característica antes mencionada y su trabajo: “joyero de profesión”. Tengamos en cuenta que el nombre de Kassim nos hace pensar en el mundo árabe. Si asociamos este cuento a su contexto, el Uruguay del 900, donde hubo una gran corriente migratoria, por más que esta fuera importante, nos resulta muy difícil pensar que haya llegado al Uruguay por esas fechas hombres del oriente. Pensemos entonces, que si bien el mundo oriental se asocia mucho a las piedras preciosas y a su trabajo, también Kassim es un hombre extraño en este mundo, un extranjero exótico. Y si no fuera porque su trabajo es apreciado y considerado por la sociedad, sería sin duda un marginado. Su escape ante ese mundo opresor es el arte. Él vive en un micro mundo, y así como el lente de un joyero agranda el objeto que mira, el mundo que crea es para si lo único que importa.
La siguiente característica que ya nos plantea en el primer párrafo será fundamental para entender su relación con María y el conflicto que más adelante desarrollaremos. Él no es un hombre ambicioso. Trabaja para grandes tiendas y tiene una habilidad única, pero no tiene ambición. No le interesa cobrar por su trabajo lo que éste realmente vale. Tampoco le interesa salir de su pieza, no tiene “arranque y habilidad comercial”. Posiblemente porque a él no le interesa el comercio de las piedras preciosas, sino la construcción artística de esas piezas únicas. Sin embargo, para la sociedad occidental, tener treinta y cinco años y no haber progresado económicamente parece más un síntoma de algo raro, que una decisión normal. Un hombre, a esa altura de su vida debería haber despegado con ambición de una vida que ellos consideran mediocre. No obstante, Kassim cumple con los intereses de la sociedad, al hacer joyas de alta calidad a un precio razonable. La burguesía puede ostentar una joya única y finísima, que vale mucha plata, pero que la mano de obra es barata. Kassim es el hombre de las sombras, el que nadie conoce y sólo es apreciado por la belleza que las grandes tiendas venden.
Pero uno de los aspectos cruciales de este personaje planteado en el primer párrafo son sus manos: “pocas manos como las suyas para los engarces delicados”. Esta afirmación inocente también resulta reveladora. Esas manos son la forma de expresarse que tiene el personaje. Las manos de Kassim dicen lo que él no dice. Su mundo se construye con ellas. Hace joyas, crea belleza, pero no puede apreciar la belleza humana de su mujer, o darle el afecto, la atención, la consideración que una relación afectiva merece y necesita.
La grafopeya de Kassim (descripción externa) es ilustrativa: “de cuerpo mezquino, rostro exangüe, sombreado por una rala barba negra”. Tomando en cuenta el primer aspecto podemos ver que la palabra “mezquino”, de la misma forma que lo fue la palabra “enfermizo” tiene varias lecturas (polisémica). Por un lado, refiere al aspecto apocado, frágil, de una salud endeble. Pero también, esa palabra se asocia al concepto de “egoísta”. Así Kassim es también egoísta con su cuerpo para sostener a una mujer “fuertemente apasionada” como es María. No le regala ni una pizca de cariño. Su cuerpo, su mente, sus manos están sólo en función de su arte. El rostro fino, con la barba negra, le da un aspecto sombrío. No es un personaje llamativo, sino que su figura se ajusta al carácter de él: el hombre de las sombras, que sale a la luz a través de sus productos. Pero que también oculta algo siniestro.
El personaje de María podría definirse, en principio, como lo opuesto de Kassim. Ella tiene un nombre occidental, asociado al mundo bíblico. En el nuevo testamento podemos ver dos personajes con ese nombre, la virgen María y María Magdalena; la primera una mujer santa, la segunda es una prostituta. Esta denominación del personaje nos lleva a pensar en alguien que también vive una pasión, como la virgen María, pero lejos de ser santa, se parece más a la segunda María, dado que todos la ven como una prostituta. El narrador nos señala que es “de origen callejero” y “fuertemente apasionada”. Es importante recalar en este origen callejero. María es provocadora con su cuerpo, y busca un enlace satisfactorio que le permita ascender socialmente. Pero poniéndonos en contexto, para la época, ser una persona “callejera” está muy alejado de la idea que hoy en día tenemos. Cualquier mujer que saliera de las normas rígidas que la sociedad imponía, era una callejera. La sociedad del 900 está ávida de juzgar a su prójimo. Se decía que una buena mujer salía de su casa sólo tres veces: cuando se bautizaba, cuando se casaba y cuando moría. Así que una mujer que buscara a través de la provocación, que podía ser muy sutil, ya era una callejera. Por otra parte, las mujeres pobres tenían pocas opciones de salir adelante, y casi todas ellas implicaban estar propensas a ser abusadas por el hombre, que podía aprovecharse de la situación de vulnerabilidad. María siendo una mujer joven, hermosa, apasionada, y fundamentalmente discriminada y marginada, tenía a su favor la posibilidad de conseguir a un hombre con plata que la sacara de esta posición tan dolorosa en que la mirada de los otros la habían puesto.
Acepta a Kassim con temor, porque ya está cerca de la edad en que una mujer dejaba de ser deseada por un hombre, y necesitaba encaminar su vida y ser aceptada por la sociedad, que tanto la rechazó. Pensemos que el cumpleaños de quince es la presentación en sociedad de una jovencita que no tiene un pretendiente para casarse. Por lo tanto se suponía que antes de los dieciocho tendría que estar casada. María está al límite de la edad para conseguir marido.
El casamiento para ella es el fin de la búsqueda, pero también el fin de sus sueños. Una vez que acepta a Kassim, ya no hay posibilidad de volver atrás. Un divorcio es inaceptable. Ella es una mujer señalada y se casa para salir de esa situación, jamás se expondría a un divorcio que la volvería a dejar en el centro de la escena, para ser juzgada. María quiere ser vista, pero ya no como la callejera, sino como una señora de sociedad, con un buen pasar, una buena vida. Así su casamiento se transforma en el fin para ella.
Sin embargo para Kassim es una instancia más. Él no necesita a María, tiene su arte en el que concentrar su pasión. El narrador nunca dice por qué se casa con ella si no le interesa. La respuesta está en el contexto. Él también es un marginado y también está pasado de edad para esa sociedad puritana. Las normas sociales, esas que no se explicitan, pero que están en la conciencia colectiva, sugería que una mujer no debía pasar de los dieciocho para casarse y un hombre de los treinta. Si una mujer pasaba los veinte, se quedaba para “vestir santos”, es decir dedicarse a tareas de “solterona”. Si un hombre pasaba de los treinta y cinco sin casarse, no era serio, era peligroso, porque era inmaduro y nunca “sentaba cabeza”. Aún hoy, con algunas diferencias, podemos escuchar estos ecos del pensamiento colectivo.
El clima de esta relación empieza denso. Mientras él trabaja, ella lo mira hacer. Pero esa mirada es “lenta y pesada”. Ésta parece crear un clima hostil que se refuerza con la actitud brusca de buscar con los ojos a cualquier hombre que tal vez podría haber sido su marido. Ella no se conforma. Una vez que tuvo que matar sus sueños, ahora solo le resta que Kassim sea quien ella quiere que sea. Pero él es indiferente a las provocaciones. Este juego visual será la primera ofensa de ella. Pero él vive en un mundo paralelo, como si a través de la disminuta vista de Kassim sobre la joya, se abriera un mundo íntimo que sólo él entiende. Ella lo mira intentando sacarlo de ese mundo, pero para él, ella está muy lejos. No parece entender ni escuchar los reclamos de María. Reclamos de atención, de reconocimiento. Ella desea que él la rescate de aquel pasado donde era insignificante, y del que nunca saldrá, excepto con su muerte.
Tal vez una de las claves para entender la tarea de Kassim sea lo que el narrador nos dice entre guiones: “artista aún”. Esto explica la falta de ambición de él, algo que María no entiende ni quiere entender, porque eso sería lo mismo que la muerte, ya que espera de él exactamente lo contrario como muestra de amor y comprensión. Pero Kassim es artista, eso implica que su placer es la creación. El arte siempre está envuelto de un aureola de pureza, de santidad que no debe ser violada por las bajezas del mundo, como ser el dinero o los deseos de otros. El artista crea por una necesidad interior de expresar su alma, pero eso no debe ser vendido al mejor postor, porque sería algo sucio. Quizas esta sea la percepción de Kassim sobre su arte, una tarea que se vive en solitario.
El narrador, que ha asumido un punto de vista cero en el relato en general, a veces hace pequeños movimientos estratégicos para mostrarnos la mirada de ambos personajes, y con esta también nos muestra los mandatos sociales. “Cuanto ganaba Kassim, no obstante, era para ella”. Esta afirmación parecería estar vista desde los ojos de Kassim y de la sociedad. En una primera lectura, liviana, podría decirse que es cierto, y por lo tanto no existe ninguna razón por parte de María para quejarse. Este hombre sacrificado, trabaja hasta los domingos para poder “ofrecer un suplemento”. ¿Qué más debe proporcionar un hombre en su casa? Comida y techo. Lo necesario para vivir. ¿Pero sólo vivimos de comida y techo? ¿Qué es lo que le da realmente Kassim? Trabaja los domingos que es el día para descansar, el día para estar en familia o con la pareja, el día donde se comparte o se intima. Pero Kassim dedica ese tiempo a sus joyas. Parecería que mantiene con ellas una relación más íntima que con su propia esposa, con la que no comparte nada. ¿Realmente trabaja para la felicidad de María o por su propio placer?
Esta posición del narrador se reafirma en la expresión: “cuando María deseaba una joya - ¡y con cuánta pasión deseaba ella! - trabajaba él de noche. Después había tos y puntadas al costado; pero María tenía sus chispas de brillante”. Lo interesante de estos enunciados es la intertextualidad bíblica que surge de la relación entre el nombre María y la expresión “con cuánta pasión deseaba ella”. Es inevitable que nuestra mente se transporte a expresiones que hemos escuchado en este mundo occidental: “la pasión de Cristo”; “la pasión de María”. Sin embargo esta pasión está muy lejos de ser sagrada: Kassim no es el Cristo que se sacrifica, y María no es la virgen. El problema es que María desea una joya como expresión de comprensión de parte de su marido, como deseo de salir de la oscuridad y la hostilidad del mundo en el que vivió. No la desea para que él la venda a otra persona que disfrute del prestigio de tenerla. Por lo tanto, todo ese sacrificio de Kassim, las puntadas, la tos, no son un ofrenda para María, sino todo lo contrario: una confirmación de lo que no podrá ser, una caída más honda en su decepción, una forma de hacer en imagen sus mayores miedos.
Es interesante reparar en la expresión “seguía con ardor las íntimas delicadezas del engarce”, metáfora que reafirma la idea de intimidad entre Kassim y las joyas. También nos permite apreciar la forma en que María observa el trabajo de su esposo. Ella tiene dentro de sí un fuego que irá aumentando a medida que se desarrollen los hechos. El trabajo de Kassim la atrae porque ella no forma parte de él, y sin embargo quisiera poder ser esa joya que Kassim trata con delicadeza. No entiende qué ve él allí sino es parte del reconocimiento que ella anhela. Pero la indiferencia del esposo, le recuerda que jamás será como las joyas. Es por esto que no le queda otra solución que provocarlo, sacándole la joya y probándosela con vestidos. Tal vez así Kassim se daría cuenta de lo que ella quiere. Pero él no entiende o no quiere entender. A tal punto que tampoco sabe cómo consolarla, y termina dejándola llorar sola en su cuarto, ya que las únicas palabras de consuelo (“Hago sin embargo cuanto puedo por tí”) solo reafirman que no comprende que las personas no sólo necesitan casa y comida, sino que son más complejas. Con las provocaciones, María consigue lo contrario a lo que quiere, sólo logra que él siga prolongando sus veladas, y por lo tanto la abandone, ahora con razones para hacerlo.
El narrador proporciona una etopeya (descripción de los rasgos de la personalidad del personaje) en el marco que termina cobrando relevancia al final. “Era un hombre indeciso, irresoluto y callado”. Estas tres características se revierten cuando decide matar a María, resuelve su destino y con esta muerte él dice muchas cosas ya que la transforma en parte de su trabajo, la hace parte de su arte, comparte con ella su intimidad. Tal vez ese sea el momento en que María llegará a estar más cerca de la pasión de Kassim de lo que nunca estuvo antes. No podrá disfrutarlo más que en el instante de su muerte.
El clima de la relación podría definirse en la descripción que el narrador hace del ambiente violento y silencioso que hay entre ellos. “Las miradas de su mujer se detenían ahora con más pesada fijeza sobre aquella muda tranquilidad”. En este enunciado aparecen los dos personajes en acción. María con su “pesada fijeza”, una mirada que parece adquirir cuerpo, crear un clima hostil e incómodo, intentando molestar, y ver qué es lo que ve Kassim. Ante esto solo recibe la “muda tranquilidad” de él, la indiferencia, no le inmuta que ella lo mire aunque sepa que ella desea algo insistentemente. Lo que Kassim ve y siente, no puede ser visto como María quiere ver. No necesita hablar porque lo está haciendo en un lenguaje distinto: su creación. Él está en un mundo diferente al de ella, un micro mundo que sólo se ve con el lente del joyero, así que puede estar tranquilo de que su intimidad no será entendida.
La indiferencia hará que María no tenga otra solución que aumentar la provocación. Así es como ella ataca un concepto que debería alertar a cualquier persona del sexo masculino: ataca su virilidad (“y eres un hombre, tú”). Ante esta provocación, cualquier hombre se sentiría violentado, sin embargo Kassim “no cesaba de mover los dedos”, no deja de trabajar. Siente que su virilidad está en su trabajo, por lo tanto el cuestionamiento de María no parece ser relevante. Tanto así que su respuesta aumenta en María la sensación de desprecio por lo obviedad de sus palabras (“no eres feliz conmigo, María”), que sólo al rato pronuncia, porque ella ni siquiera merece una respuesta inmediata. Su reacción tardía demuestra que ya ni la escucha, todo es parte del reproche natural y constante de ella.
La respuesta de Kassim es la oportunidad que María esperaba para poder hablar, reprocharle lo que quiere. Si él no habla, ella no puede atacar con palabras. Así que su respuesta sirve para reafirmar que no es un hombre, que ninguna mujer podría ser feliz con él. Pero ¿qué significa ser hombre? Parecería que para ambos personajes, este concepto es diferente. Para Kassim es mantener materialmente a su mujer. Pero María es una mujer ambiciosa, “hermosa y fuertemente apasionada”, así que ser hombre implica muchos más aspectos. Sin embargo, María no sabe explicar lo que realmente quiere, así que sólo puede hacerlo hablando de lo material que es lo que él entiende. La necesidad de afecto, de reconocimiento unido a la comprensión de la intimidad de ella, lo que ha vivido con los juicios sociales, la presión por ser siempre la despreciada, la “callejera”, son aspectos muy difíciles de comunicar, más aún para un personaje que es callado y da muestra de no entender o no querer entender, es decir alguien que no da lugar a una comunicación a ese nivel porque no parece interesarle la otra persona. Kassim tiene su escape: las joyas. María sólo lo tiene a Kassim. Esta actitud de Kassim sólo reafirma lo más doloroso de María, es por eso que entre ellos hay violencia, en principio, simbólica. La diferecia es que María provoca, grita, trata de decir aunque no pueda hacerlo en profundidad, y Kassim calla confirmando que ella no es valiosa ni para su propio marido.
El episodio de la diadema es un ejemplo de la mecánica de esta relación y termina de definir la incomunicación en esta pareja. No es un episodio del nudo porque si bien hay una referencia temporal (“el martes”), ésta no marca el comienzo de la acción que llevará a la muerte de María, sino un episodio más que lo ilustra. Sin embargo hay algunos detalles que es importante destacar. María ve la diadema que ha construido Kassim hasta las tres de la mañana con los “labios apretados”. Ahora sabemos que él suele trabajar hasta tarde, en la hora que podría haber compartido con su mujer si la amara realmente. No es casual que en la cara de María se vean los labios apretados de envidia, de resentimiento, de impotencia, de celos. Esto se traducen en una expresión de menosprecio que intenta resaltar el valor de la joya, pero no el trabajo de Kassim (“no es una diadema sorprendente”).
¿Por qué se la muestra? Esta pregunta puede hacernos pensar en múltiples respuestas. Tengamos en cuenta que Kassim tampoco dice lo que siente, le pasa o piensa, así que podemos pensar que él está también provocando a María, ya que sabe que a ella le interesa el valor de la joya, así que está aumentando su frustración. Sin embargo para intentar deliberadamente decepcionar a María, debería existir en él una pasión por su esposa. Pero lo que vemos en él hacia ella es “descolorida ternura”, un sentimiento tan tibio como la ternura, y encima una ternura vieja. Con esta sinestecia (expresión en la que se mezclan dos palabras que provienen de campos sensoriales distintos) encontramos por primera vez algo que le provoca María, pero está muy lejos de la pasión perversa como para gozar de mostrarle una joya y después quitársela. Lo que parece demostrar Kassim ante María es indiferencia, de la más cruda. Tal es así, que no le importa si ella sufre, porque ni siquiera quiere entender lo que ella espera. Aún así comprende que a ella le gustan las joyas terminadas. La comparte porque tal vez cree que ella va a apreciar el trabajo por su valor, no su trabajo por el amor que él le ha dado. Así es como María de forma contradictoria puede reprender a su marido diciendo “podrías haberte acostado” como sugiriendo que su trabajo no es gran cosa, y en el mismo comentario decir “¡Inmensos los brillantes!”, dando a entender que el material que trabaja es muy preciado.
La pasión de ella son las piedras, y la de Kassim su trabajo. Ella ve como él las manipula, pero sabe que nunca serán suyas, porque Kassim jamás tendrá la atención de hacerle una pieza a ella. Por eso ella lo mira trabajar con “loca hambre”, metáfora que sugiere la ambición de ella, el descontrol, pero también el “hambre”, que es una sensación viceral, que no puede controlarse mentalmente. Algo vital, que alimenta, es de lo que María carece. Para él nada la saciará, es el ejemplo de la inconformidad. Para ella eso es cierto pero no es supérfluo, sino vital. Por eso estos reproches terminan otra vez atacando su virilidad: “¡Todos, cualquier marido, el último, haría un sacrificio para halagar a su mujer! Y tú..., y tú... ¡Ni un miserable vestido que ponerme tengo!”. La idea del sacrificio está planteada de una manera distinta a como la concibe Kassim. El problema es que ella tampoco puede expresar claramente en qué consiste “halagar a su mujer”, y como no sabe hacerlo, vuelve a lo material, “ni un miserable vestido”. De esta manera refuerza la mirada de Kassim que parece sostener que para vivir sólo se necesita lo escencialmente material, casa y comida. Como si estar con el otro fuera lo mismo que tener una planta a la que hay que regar en algún momento del día, sin mayores preocupaciones o responsabilidades.
Pero es justo también intentar acercarnos a Kassim. No olvidemos que él también es un marginado e incomprendido. María no puede entender esa relación elevada que él tiene con la joyas, porque ella no comprende el arte ya que es algo que no se comercia, sino que se disfruta del proceso creativo. Para él las joyas son la expresión de su intimidad, la única posibilidad de decir algo aunque los demás no lo comprendan. No le interesa que lo reconozcan, le interesa ese momento sublime de creación que siempre es en solitario. Muy lejos está ella de comprenderlo o intentar hacerlo.
En el final del marco aparece la reflexión del narrador, que por primera vez dejará entrever una opinión. Hay un límite entre el reclamo válido y el respeto al otro. Una vez que se pasa esa línea, todo lo que se dice para provocar puede ser superlativo, sin percatarse de las consecuencias que eso conlleva. María, que es una mujer apasionada, no mide el límite y lo cruza en la desesperación ante la indiferencia de su marido.

Nudo

El primer episodio del nudo es el del teatro. Es la primera vez que notamos un hecho puntual, por lo tanto, la acción comienza a desarrollarse, ahora no es un martes cualquiera, sino “una tarde” en particular. Kassim nota que falta un prendedor, y el narrador nos aclara cuánto vale el mismo. Focalizando en Kassim podemos darnos cuenta que él comprende el valor monetario de la joya.
Se produce un diálogo directo que permite ver la dinámica de la pareja a través de sus palabras. María vuelve a provocar a Kassim, pero ahora está dispuesta a sacar la joya al teatro. Antes miraba con “ardor” el trabajo de él, ahora estará con “los ojos encendidos”, como si el fuego interior comenzara a crecer en ella. Ante la imagen de la mujer con el prendedor puesto, Kassim sólo responde al rato sugiriendo que le queda bien y que habría que guardarlo. Lo toma como una de las tantas acciones de María de probarse la joya. Pero esta vez ella sugiere que piensa quedársela.
Es la primera rebeldía fuerte que ella manifiesta, por eso él pregunta: “¿broma...?”. La contestación de ella revela su creencia de que Kassim se comporta así sólo para molestarla, porque le gusta hacerla sufrir (“¡cómo te duele pensar que podría ser mío!”).
Decide ir al teatro con la joya. Esto no es casual. El teatro es un lugar de exposición tanto en el escenario como entre el público. Era uno de los espacios públicos más importantes para mostrarse. Es por eso que María lo elige. Es su oportunidad de asumir el personaje de señora importante ante la sociedad, ser al final alguien, aunque sea ficticiamente.
Ante esta provocación, por primera vez vemos una reacción de Kassim, se “demudó”, cambió de aspecto, se puso pálido. Sabe que mostrar la joya implicaría que los demás perdieran la confianza en él. Este joyero hace piezas exclusivas, y la alta sociedad paga para que nadie más las tenga, sino el que la compra. Pero no sólo es su trabajo lo que está en juego para él, también es su intimidad. Llevarlo al teatro antes de ser entregado a su dueño es como si mostrara la interioridad de Kassim, como si estuviera desnudo, ya que si la pieza no está entregada al comprador es porque aún no está terminada. María puede atacar su virilidad sin que él se inmute. Pero exponer su trabajo ya es otra cosa.
El episodio termina con la vuelta del teatro. Ella deja la joya sobre el velador, como si quisiera seguir viviendo su sueño de princesa. Pero Kassim, una vez más le roba la ilusión. Sin palabras, toma la joya y la guarda bajo llave. La explosión revela un nuevo pensamiento de María: él cree que es una ladrona. Esto servirá para reclamarle diciéndole que no recibe nada de él, ni siquiera un poco de halago, por qué le confían tanta belleza entonces, a un hombre que no sabe dar nada. Es interesante ver que María no puede terminar la frase: “y cuando tu mujer te pide un poco de halago, y quiere...”. Lo que quiere María ni siquiera ella puede expresarlo, porque es mucho más profundo que la joya en sí. La injusticia para ella es verse como ladrona cuando en realidad siente que quien le ha robado su juventud y sus sueños ha sido su marido. Para ella, él es un estafador. Le ha prometido, aunque jamás lo haya hecho realmente, un futuro próspero.
Luego de este episodio aparece la pieza que dará nombre al cuento: “el solitario”. Éste es admirable y único. En él se concentrará la lucha de la pareja. En cuanto lo recibe, él se lo muestra, pero ella mantiene el silencio, aunque la siente respirar “hondamente sobre el solitario”, como si ante la piedra, la pasión de María comenzara a excitarse. Él la escucha y parece saber cómo alimentar esa pasión, por ello le habla del precio: “costará nueve o diez mil pesos”. Sabe que ese es el lenguaje que ella entiende. Hay en esta acción algo perverso. Y más aún cuando ella puede expresar su deseo: “un anillo”. La respuesta es sugestiva: “es de hombre... un alfiler”. María hubiera deseado que al fin esa joya fuera el anillo que active este matrimonio, el regalo que él le daría para que ella saliera de la pobreza. Pero una vez más sus ilusiones son destruidas, ni siquiera es para una mujer.
Kassim se transforma en una “espalda trabajadora”, metonimia del personaje que muestra la indiferencia que siente por María. Ella ahora siente que arde en rencor. Su fuego interno aumenta. Es interesante la expresión “cocotaje frustrado” en relación a María. La palabra “cocotaje” surge de la palabra francesa “cocotte” que hace referencia a una prostituta elegante. Así la frustración de María se asocia a una prostitución frustrada, a una amante que no es reconocida en lo que vale.
La provocación de María es la habitual, probarse el solitario ante el espejo. Cuando Kassim osa protestar, ella lleva la situación a un extremo, abriendo el balcón con la joya puesta.
Una vez más la amenaza de la exposición. Pero irá más allá, le tirará la piedra a los pies, una agresión directa, ya no solo a su trabajo sino a su persona. Una vez más logra una reacción de Kassim: se pone lívido, es decir el color de su cara se le va. La lividez se asocia al miedo, y también a la muerte. Esta reacción muestra que algo dentro de él se está modificando. Tal vez tenga miedo de que la joya sufra algún daño, o tal vez tema lo que está pensando, poner un límite drástico al descontrol de María.
Lo que imagina hace que el personaje la mire desde el suelo, como amenaza silenciosa. Ella lo nota, por eso pregunta “¿Por qué me miras así?”, como si esta acción no mereciera tanta importancia. Las manos de Kassim, que siempre fueron su medio para expresarse, ahora “tiemblan hasta dar lástima”, porque algo en su mente está naciendo. Debe tomar una decisión, pero duda. Este dato es la única forma que tenemos de conocer la locura de Kassim que solo al final entenderemos.
El momento de la locura de María es más visible que la de Kassim, porque ella expresa hacia afuera, y él vive interiormente a través de su trabajo. María en su cuarto vive una crisis de nervios, y el narrador plantea una grafopeya del personaje (descripción física): los ojos desorbitados, y el pelo suelto. Esta es la imagen de la pasión descontrolada. Si tomamos en cuenta que refiriéndose a ella, el narrador dirá “rugió”, podemos asociar esta imagen a la de un felino, una mezcla de sensualidad y ferocidad. En su expresión de locura, ella logra reprocharle más claramente que le ha robado la vida, los sueños. Y una vez más ataca la virilidad de Kassim llamándolo “cornudo”. Es en este episodio que se unen los dos grandes ejes sobre lo que ha girado la violencia de María: su trabajo y su hombría. Esto será fundamental para explicar el final. En un instante de lucidez, parece darse cuenta de eso al tomarse la garganta con las manos, como si la excitación la hubiera llevado a decir algo extralimitado.
Sin embargo, si pensamos que Kassim tiene una relación íntima con las joyas, una relación de amor, no como la que se tendría con una persona, podríamos asegurar que la engañada realmente es ella, en todos los sentidos, con sus sueños y en esa relación de la que ella no puede ser parte. Es por ello que ella dice: “y creías que no me iba a desquitar”, sugiriendo que le está devolviendo con la misma acción lo que ella siente.
Mirando a Kassim, vemos que está lívido, pálido, como cuando recoge el solitario del suelo. Es este el momento en que él está pensando en la muerte de María como única alternativa posible. Si observamos las palabras que él profiere en este diálogo, vemos que en realidad no son para ella. Ella no puede escuchar en ese estado. Se está hablando a sí mismo. Primero le dice: “estás enferma, María. Acuéstate”. Claramente ella no puede escuchar eso, así que es como si él se dijera a sí mismo que no debe hacer lo que está pensando, porque se trata de una enfermedad, y nadie es culpable de eso. Sin embargo el parlamento siguiente es “bueno, veremos si es posible”. Tampoco eso puede escuchar ella, pero nos da la pauta que él acaba de tomar la decisión de terminar con la enfermedad de ella, matándola. La confirmación de esta decisión, una vez más son sus manos que ahora “tenían una seguridad matemática”.

Desenlace

El desenlace comienza en un territorio neutral. Pensemos que hay solo dos escenarios hasta el momento: el taller y el dormitorio. Ambos son los ambientes que manejan cada uno de los personajes porque allí se expresan íntimamente. Kassim en el taller y María en su cuarto. El comedor es el lugar imparcial, donde se daría la única tregua. María se levanta a comer y Kassim la trata con la misma solicitud de siempre, como si nada hubiera pasado entre ellos, como si no hubiera pensado en nada. Tiene una actitud falsa, mientras que ella intenta ser sincera, lo mira de frente y le dice: “es mentira”. Se ha dado cuenta que en el ataque de locura ha cruzado una línea muy peligrosa. Es él quien hará de cuenta que no le importa. Y es que en realidad ya no existe la posibilidad de redimirse. Sólo podrá hacerlo con su muerte.
Para tranquilizar a su mujer le toca “con torpe caricia la mano”, sus manos que son únicas para los “engarces delicados”, sólo puede acercarse a su mujer de forma grosera. Es el único gesto de cariño que ha mostrado hacia ella, y es torpe. María lo sigue con la vista y el narrador, a través de la mirada de ella, nos muestra una nueva descripción de él: “con una honda náusea por aquello pegajoso, fofo e inerte que era su marido”. Estas características recuerdan al cuento de la princesa y el sapo. Es como si hubiera en este momento una intertextualidad con ese cuento (referencia a un texto anterior). En el cuento de hadas, el príncipe es un sapo embrujado que recobra la forma humana cuando la princesa le da un beso. Kassim podría haber sido el príncipe que rescatara a María, pero nunca dejó de ser un sapo, y el beso nunca llegó. Es un cuento frustrado. Por eso sigue provocándole la náusea que le había provocado a la princesa del cuento.
El último ataque de María, entre sueños de pesadilla, son una interesante pista que el narrador da para mostrar el final. María exige que le de el brillante, pero está durmiendo, mientras Kassim trabaja. Sin embargo, él se levanta presuroso a decirle que falta poco, y que será para ella. Se levanta como si temiera ser descubierto. Pero si vemos toda la acción del cuento, la exigencia de María y la indiferencia de Kassim son siempre habituales. Este levantarse para responder presuroso delata que su plan ya está casi terminado.
La escena final es reveladora. Kassim que era un hombre “indeciso, irresoluto y callado” hablará a través de esta acción. Termina su solitario a las dos de la madrugada. Hora en que ya está entrado el sueño, en que la noche libera las pasiones ocultas. El solitario es Kassim, y resplandece “firme y varonil”. En él se concentran los reclamos de María, un hombre firme y viril, eso que tanto atacó ella.
La imagen de María, en la penumbra, dormida en “la blancura helada de su pecho y su camisón” preparan el escenario para la muerte. Parece una novia en el lecho de bodas, pero el adjetivo “helada” sugiere la muerte. La muerte de una novia.
Prepara su última obra de arte que será engarzar a su esposa. Prende la veladora y aparta un poco el camisón de su mujer para dejar el seno descubierto, lo que haría pensar en una acción sexual. Sin embargo, la sexualidad para él pasa por su obra de arte, de la que ahora formará parte su mujer, lo que fue el anhelo de su vida. Ella se transformará en parte de la joya, obtendrá lo que quiere, aunque eso le cueste la vida.
Esta acción es el único encuentro íntimo de la pareja. La muerte sería como si se unieran para siempre, ya que Kassim posiblemente no pueda seguir ejerciendo su profesión. Por lo tanto la muerte será de ambos. Pero lo importante es la obra de arte que crea con esa muerte.
Antes de ensartar el alfiler, él “adquirirá un rostro de piedra”. Se transformará en la joya. Para con su mujer mostró una “descolorida sonrisa”, como antes había mostrado una “descolorida ternura”, pero cuando se trata de trabajo, la seriedad es absoluta.
Es interesante una nueva intertextualidad que aparece en la expresión “hundió firme y perpendicular como un clavo”. Lo introduce en su corazón, en el habitáculo de los deseos. Pero si pensamos en la historia de Drácula, que para morir debían introducirle una estaca en el corazón, podemos asociar a María con la idea de una vampiresa. Ella, al igual que Drácula, era una mujer apasionada cuyo propósito es el amor posesivo. Ella quiere todo de él, no sólo las joyas, también su trabajo, su reconocimiento, su atención, su amor; y para ello agota todas las posibilidades. Lo consigue, pero el precio es la muerte.
Como artista, espera que su obra quede perfectamente quieta. Una vez que termina, cierra la puerta sin hacer ruido, porque el arte es sagrado, y debe contemplarse en silencio.


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5 comentarios:

  1. Esta bien explicado , ayuda mucho gracias 🙂

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  2. 2021 y este documento sigue siendo de muchísima ayuda para mi trabajo de literatura. Muchas gracias!

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  3. Excelente trabajo de observacion y analisis respaldado por un gran conocimiento historico y cultural, necesario para contextualizar la vision del autor y los personajes. En los tiempos que corren hoy impregnados del paradigma feminista, este es un femicidio sin violencia, sin rencor y sin odio.

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  4. Excelente analisis Paola. En los tiempos actuales impregnados del paradima feminista, este es un femicidio sin violencia, sin rencor, y sin odio.

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