Millonarios. Juana de Ibarbourou
Tómame de la mano.
Vámonos a la lluvia
descalzos y ligeros
de ropa, sin paraguas,
con el cabello al
viento y el cuerpo a la caricia
oblicua, refrescante
y menuda del agua.
¡Que rían los
vecinos! Puesto que somos jóvenes
y los dos nos amamos
y nos gusta la lluvia,
vamos a ser felices
con el gozo sencillo
de un casal de
gorriones que en la vía se arrulla.
Más allá están
los campos y el camino de acacias
y la quinta suntuosa
de aquel pobre señor
millonario y obeso,
que con todos sus oros,
no podría
comprarnos ni un gramo del tesoro
inefable y supremo
que nos ha dado Dios:
ser flexibles, ser
jóvenes, estar llenos de amor.
Tema y título
El tema de este poema es la
juventud, la libertad, la felicidad, el amor presentada en la figura
de dos jóvenes que gozan bajo la lluvia sin protección. En
contraposición a esta imagen, se muestra a un anciano que ha
dedicado su vida a atesorar bienes pensando que allí estaba la
verdadera riqueza. De esta forma, la antítesis entre los jóvenes
desposeídos de bienes materiales y el viejo acumulando tierras y
dinero, dan lugar al nombre del soneto: los verdaderos millonarios
son los jóvenes que tienen aquello que no puede comprarse con
dinero, porque tienen además de la juventud, la libertad de ser
ellos mismos, sin preocuparse mayormente. Son capaces de disfrutar de
la naturaleza, de ser felices, sin condicionamientos sociales, y
sobre todo, estar juntos, amarse. Mientras que el anciano, si bien
tiene riquezas y tierras, está solo, y está preso de lo que tanto
atesora.
Estructura externa
El poema está formado por dos
cuartetos y dos tercetos, alejandrinos (versos de catorce sílabas).
Podría decirse que es un soneto, pero rompre con la tradición de
los mismos al no tener una rima consonante. Juana adopta la tradición
pero también se rebela a ella. En este soneto no hay si quiera rima.
Sin embargo respeta que en la estructura, sea en los tercetos donde
se plantee el tema del soneto. En este caso, será en el último
terceto donde podemos apreciar la síntesis temática.
Estructura interna
En los cuartetos, el yo lírico
muestra a los jóvenes felices, despreocupados. En el primer terceto
se centra en el “pobre señor” con su riquezas. Y en el último
terceto cambia el concepto de ser millonario que habitualmente
manejamos. Para el yo lírico la verdadera riqueza no se compra sino
que se tiene, y mucha veces no se aprecia. Está en las vivencias, en
lo inmaterial. Pasar la vida buscando posesiones materiales
esclaviza, al punto de no valorar lo importante.
Análisis de los cuatetos
Tómame de la mano.
Vámonos a la lluvia
descalzos y ligeros
de ropa, sin paraguas,
con el cabello al
viento y el cuerpo a la caricia
oblicua, refrescante
y menuda del agua.
El poema comienza
con un verbo en forma imperativa: “tómame”. Es imperioso que el
amante comprenda que no hay tiempo que perder. El tiempo pasa
irremediablemente, y aprovecharlo ahora es fundamental, porque son
jóvenes y pueden disfrutar del tiempo que los favorece. Si bien el
tópico del “carpe diem” (aprovecha el día) de los poetas
latinos, no aparece tan explícito como en el poema “La hora” de
Juana, está subyacente en éste. La juventud incluye la necesidad de
ser disfrutada.
La invitación está
planteada. Tomar la mano es un gesto que invita a compartir la vida,
a disfrutar con el encuentro desde el afecto, despojados de intereses
materiales, sólo para estar juntos. La cesura (pausa que corta el
verso) provoca que esa invitación sea contundente, imperiosa, como
una certeza de la próspera consecuencia de esta acción.
El resto de cuateto
es una imagen que se compone en varios versos, así el primer verso
se encabalga con el segundo, y el tercero con el cuarto. El
encabalgamiento es un recurso por el cual el yo lírico termina la
idea de un verso en el siguiente, sin que exista entre ellos ninguna
pausa. De esta forma la descripción de la imagen se conforma como un
cuadro vital
La mano es pedida
para invitar al otro a disfrutar de la naturaleza, de la lluvia, de
la libertad, sabiendo que no necesitan protección, sino estar
juntos. “Vámonos a la lluvia/ descalzos y ligeros de ropa, sin
paraguas”. La lluvia es símbolo de vida, aquello que moja y
refresca. A pesar de ser una imagen de vitalidad, los hombres solemos
temer a la lluvia, escondernos de ella o procurar no mojarnos, más
allá de las enfermedades que pueda acarrear eso, solemos hacerlo por
no querer soportar la incomodidad de estar mojados cuando las
responsabilidades cotidianas nos apremian durante un largo día. Sin
embargo estos amantes, carentes de responsabilidades, disfrutan poder
celebrar la lluvia, sin preocuparse por lo que otros pensarán. La
idea de libertad, de despojo de los condicionamientos sociales, está
planteada en el deseo de estar descalzos y con ropa ligera. El
comportarse en armonía con lo natural, es para los amantes la
expresión de máxima felicidad. Nótese la sensualidad y la
despreocupación de los amantes en la descripción, no les importa
que la ropa transfigure el cuerpo. Pensemos que en la época en que
la poetisa escribe el poema está transgrediendo con la imagen, ya
que lo corporal estaba debidamente oculto, como algo pecaminoso.
El movimiento es
expresión de alegría y vitalidad. “El cabello al viento”
reafirma la rebeldía hacia las apariencias, rector de la sociedad.
El erotismo se observa en la palabra “caricia”. El agua de la
lluvia acaricia y refresca el cuerpo de los amantes. No es una lluvia
intensa, sino “menuda”, suave, no lastima, cae de costado, como
si esa lluvia fuera cómplice de la felicidad, el amor, la libertad,
la rebeldía de esa pareja.
¡Que rían los
vecinos! Puesto que somos jóvenes
y los dos nos amamos
y nos gusta la lluvia,
vamos a ser felices
con el gozo sencillo
de un casal de
gorriones que en la vía se arrulla.
En el segundo
cuarteto, la presencia de los vecinos se transforma en los ojos
acusadores de tal libertad. Ellos son los rectores de la moral y su
risa es contraria a la felicidad de los amantes, es la risa burlona,
la que juzga y acusa. Son quienes gozan con lo que creen es la
perdición ajena. Para ellos esa risa no tiene importancia, ni debe
obstruir la libertad de quienes pueden gozar de la vida. Ellos tienen
lo que los vecinos no tienen: amor, juventud y felicidad. La juventud
es una condición que tenemos o tuvimos todos, el problema es que
hacemos en ese tiempo tan esplendoroso de nuestra vida. Ellos eligen
disfrutarlo juntos, amándose, siendo felices con un “gozo
sencillo”, sin artificios, ni elementos externos más que la lluvia
y la naturaleza.
La otra riqueza que
tienen esta pareja es el amor, y por lo tanto estar juntos, tener a
alguien con quien compartir el camino de la vida. Esta no es una
condición que puedan vivir todos como la juventud, sino que es un
don, un regalo, algo que no necesariamente todo el mundo tiene o
puede. Para amar no es solo necesario tener el corazón dispuesto,
también es imprecindible encontrar a quien también lo tenga y lo
quiera compartir con el otro. El amor correspondido y presentado en
esta imagen tan natural y fresca, no es precisamente lo común.
La siguiente riqueza
que tienen es la lluvia. Algo que todos conocen y todos poseen. Sin
embargo no es algo que todos aprecien y disfruten. Así estos amantes
tienen la grandeza y la humildad de aprender a gozar lo que la vida y
la naturaleza les da desinteresadamente. De esta forma, al final del
cuarteto, los amantes se identificarán con “un casal de gorriones
que en la vía se arrulla”, dado que un casal es una pareja. El
“gozo sencillo” habla de esa capacidad de disfrutar plenamente de
la simpleza que estos vecinos, entre otros, no pueden comprender, ni
apreciar. La imagen de los gorriones que “se arrulla” en el medio
de la calle, muestra esta indiferencia al mundo y del mundo. Ellos no
les importa hacer algo tan natural como expresar su amor en el medio
de la calle, sin embargo en la sociedad que viven, eso está mal
visto. Esto lo muestra la imagen de los vecinos riendo.
Análisis de
los tercetos
En el primer terceto
se contraponen los amantes a la imagen del “pobre señor”,
antítesis que plantea la nueva perspectiva de la riqueza. Este señor
está “más allá”, lejos del mundo de la pareja que disfruta su
amor. Hay otra naturaleza también contrapuesta a la lluvia. Se
presenta a través del plural “campos”, “acacias”, hasta
llegar a la “quinta suntuosa”. Este mundo es acumulado como
riquezas materiales, con títulos de propiedad. La palabra “suntuosa”
nos reafirma la idea de una riqueza superficial, es una quinta grande
y costosa. Esta naturaleza es un elemento decorativo, no parece ser
realmente gozada por el hombre, sino acumulada por él, para
obstentar su poderío. Es por eso mismo que este es un “pobre
señor”, su necesidad de demostrar un poderío lo hace precisamente
pobre, porque no tiene la libertad, ni la capacidad de disfrutar que
los jóvenes poseen al dejarse acariciar por la lluvia.
Además de pobre, el
yo lírico agrega dos adjetivos más a la figura del hombre:
“millonario y obeso”. La primera confirma la suntuosidad de la
quinta, espacio inmenso de tierra, dedicado a la producción agrícola
que le permite la condición de millonario, de hombre de gran poderío
económico. La imagen física, “obeso” nos remite a la pasividad
del individuo. La abundancia se refleja también en ese cuerpo que
parece acumular, igual que lo ha hecho poseyendo naturaleza y oros.
Pero esa acumulación también lo paraliza, lo hace estar con un
cuerpo de difícil movimiento.
En contraposición
están los jóvenes, ágiles, que pueden moverse, disfrutar, aunque
no posean más que la lluvia. Pero lo más importante es que ese
hombre, con todos los oros que ha acumulado, no puede comprar lo más
valioso que estos tienen, ser flexibles, jóvenes y saber amar. Puede
comprar compañía, pero no puede comprar realmente ser amado. Ellos
están juntos, y el hombre solo. Puede comprar, tal vez hoy, una
cirugía, pero no puede lograr la flexibilidad mental de aprender a
disfrutar la sencillez de lo que la vida le da. Puede querer parecer
joven, pero nunca podrá volver al tiempo de la juventud que es
tiempo pasado y no puede detenerse.
Es por ello que el
yo lírico define estas características como “tesoro/ inefable y
supremo” porque viene de una fuerza superior al hombre, de Dios.
Esta es la razón por la que es un tesoro, que todos hemos poseído,
pero no todos saben aprovechar. Este pobre, tal vez, no lo hizo,
persiguiendo los bienes materiales, para llegar al momento de
sentirse “millonario” de oros, pero pobre de esa riqueza
“inefable”, inexplicable, y tan difícil de reconocer en los
avatares de las responsabilidades diarias.
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¡Qué hermoso poema! 😍
ResponderEliminarDesde que lo leí, se convirtió en uno de mis favoritos de esta gran poetisa.