miércoles, 12 de agosto de 2009

María Eugenia Vaz Ferreira - La estrella misteriosa (Análisis)

Análisis de “La estrella misteriosa” de María Eugenia Vaz Ferreira


Tema

Determinar el tema de este poema no resulta algo fácil. María Eugenia tiene dentro de sus poemas una impronta filosófica muy fuerte, y este poema podría encuadrarse en esta línea. Dentro de esa poesía ella puede llegar a un hermetismo tal, que es difícil acceder a ella.

Volviendo al tema, podríamos decir que el poema trata de “una estrella” como dice su título. Pero una vez que leemos el mismo, nos damos cuenta que ella no sabe nada de esa estrella como tal, pero sí sabe cómo esa estrella influye en su vida, y cuál es la relación entre ellas. La estrella la reclama, la guía, la condiciona, y no la deja ser libre. A su vez ella quiere verla, quiere tocarla, saber de ella, pero nunca accede a ese conocimiento, porque esta estrella habla con el silencio, se oculta pero ilumina, y la nombra y hasta la reclama. La relación entre ellas es contradictoria. Parecería una relación de amor/odio. Se asocia a la estrella con el bien, con lo divino con la guía, sin embargo hay un lado perverso de esa estrella al esconderse y no dejar nunca que ella se aparte.

El yo lírico no sabe qué es esta estrella e intenta definirla en los últimos dos versos de la primera estrofa: “gloria, quimera, fénix, fantástico oriflama / o un imposible amor extraño y peregrino”. Esta estrella es para ella un destino (“inmutable sino”), una fuerza divina (“me nombra con el eco de un silencio divino”), un amor imposible que la guía en su actuar; o tal vez las creencias, metas, deseos, y esperanzas que los otros nos han impuesto, condicionando nuestra vida a esas creencias que suponemos son para nuestro bien, pero nos atan, privando nuestra libertad. Las cuatro ideas planteadas tienen en común que son externas al individuo, que no podemos reconocerlas claramente, que nos condicionan sin que lo sepamos, y que se nos hacen carne, aunque nunca lleguemos a revelarlas, ni siquiera a nombrarlas.

Título

Al leer el poema vemos que este yo lírico afirma que esa fuerza que la condiciona es una estrella. Esto lo reitera insistentemente. Sin embargo, ella nunca la ve, no sabe donde está, su luz se oculta y su voz no se escucha, por lo tanto: ¿cómo sabe que es una estrella? Sólo porque la siente así. En eso radica su misterio, se siente pero no se ve, ni se logra entender.

Estructura externa

El poema está formado por dos estrofas, una de ocho versos y la otra de seis. Sus versos son de catorce sílabas (alejandrinos) con una rima consonante (total). El esquema de la rima es: ABBABAAB, y CCDEED.

El poema podría estudiarse desde su rima, cada isotopía fónica (espacios de sonidos comunes) parecen estar también relacionados en su aspecto semántico (significado). Habiendo leído el poema con atención podremos encontrar estas relaciones:

Llama – reclama – oriflama (bandera desplegada al viento)

Sino – divino – camino – peregrino (Que está en esta vida mortal de paso para la eterna. Rae)

Vía – guía

Llega – ciega

Nombra – sombra

Jugando con estas coincidencias podemos ver en el primer grupo a la estrella y su influencia en el yo lírico: la llama, la reclama y es como una bandera desplegada al viento, que va delante del yo lírico.

En el segundo grupo podemos ver el intento de definición de esta estrella: es el destino, una fuerza divina, que marca un camino, y que obliga a ser un extraño en este mundo.

El siguiente grupo apunta a la función de la estrella: guiar en el camino.

Luego podemos ver la forma en que esta estrella se manifiesta: llega ciega, no se ver, pero está.
Y por último el estado en que el yo lírico está: el nombre como identidad y la sombra como la condición humana, que se encuentra a oscuras.

Estructura interna

Este poema se puede también dividir según su contenido, como sucede con toda poesía. Desde el contenido podemos ver tres grandes situaciones.

La primera podría conformarse por los dos primeros versos que sería como una introducción. El yo lírico presenta a la estrella y su relación en pocas palabras. Esto será lo que desarrollará en los siguientes versos.

La segunda parte estaría conformada por el resto de la primera estrofa. Allí el yo lírico plantea, casi objetivamente, cómo es su relación y qué podría ser esa estrella.

La última parte estaría conformada por la segunda estrofa, en donde el yo lírico ahora se concentra en sí misma y sus angustias frente a esta relación.

Vale decir que la segunda y la tercera parte estarían formadas por la misma cantidad de versos.

Análisis de la introducción

“Yo no sé donde está, pero su luz me llama,”


El primer verso está marcado por las certezas y las incertidumbres. El yo lírico, que aparece en primera instancia, tiene claro algunas cosas: que ella existe, que la estrella existe, y que la llama. La incertidumbre estará dada por hecho de que no sabe dónde está, y que lo que la llama no es una voz, sino una luz. Esta separación de lo que se sabe y lo que no está marcada por la cesura (pausa en medio del verso), que corta el verso en dos mitades.

La primera mitad ya nos presenta lo misterioso de esta estrella. Si bien aún no se la ha mencionado en el poema, sino sólo en el título, sabemos que lo que tiene de enigmático es que no se vea. La estrella se caracteriza por su luz. Ésta está oculta, y desconcierta al yo lírico que no sabe dónde se encuentra. Si es una estrella deberíamos buscarla en el cielo, pero el misterio radica en que no es allí donde está. No se ve, y esto es extraño y único.

La vista es de los sentidos que más tranquilizan al hombre, por ser el más usado y el que nos permite identificar más rápido aquello que oímos o sentimos. Sin embargo es un sentido bastante limitado, porque no traspasa obstáculos. Vemos hasta dónde nos es posible. El oído es mucho más potente. Puede indicarnos una dirección, y puede traspasar cualquier muro. La estrella no se ve, pero “llama”, atrae al yo lírico, le exige su presencia. En principio creeríamos que transmite un sonido, pero luego veremos que es más terrible su llamado porque lo hace desde el silencio.

Utilizando una sinestesia (mezcla de palabras provenientes de campos sensoriales diferentes) el yo lírico une la luz con el llamado. Esa luz se transforma en una metáfora del “bien”, de la fuerza divina que guía en el camino. La luz ordena, muestra, y en este caso, también exige la presencia del yo, que no tendrá la libertad de no estar, o no escuchar; ya que la vista es un sentido evitable (podemos cerrar los ojos y no ver) pero el oído no (es imposible cerrar los oídos para no escuchar).

¡Oh misteriosa estrella de un inmutable sino!...


Esta expresión comienza con los signos de exclamación que nos muestra la profunda emoción del yo lírico, que parece replegarse en su reflexión interna, en su emoción, en su intento de definirla, en su recuerdo. Como en la ensoñación, el yo lírico evoca a la estrella, la llama, la nombra y la acepta como algo inevitable. Acompañada de estos signos aparece la interjección. Según la Real Academia Española, la interjección es una “clase de palabras que expresa alguna impresión súbita o un sentimiento profundo, como asombro, sorpresa, dolor, molestia, amor”. Ésta reafirma esa emoción tan íntima que el yo siente.

Aparece en estos versos, por primera vez después del título, la mención a la estrella, pero ahora se antepone el adjetivo, resaltando esta cualidad que es la que inquieta al yo lírico. No es común esta estrella, encierra en sí misma un enigma que motiva al yo a seguirla, a estar pendiente de ella, a no poder dejar de escucharla. No es como las otras, y no es común a nadie. Entre las cosas que encierra es el “inmutable sino”, expresión que resulta redundante. El sino es el destino, y por su definición, el destino es incambiable. Es aquello a lo que estamos determinados. La tragedia del hombre siempre consistió en la lucha contra el destino, lucha en la que siempre sale perdiendo. Nadie puede cambiar el destino, por lo tanto es obvio que es inmutable. Esto nos habla de la condena a la que está sometido el yo lírico. Condena que conlleva también una cuota de angustia, aún cuando esa estrella quiera nuestro bien.

Los tres puntos suspensivos finales (“reticencia”) dejan el sentir flotando en el aire. El yo lírico ya no expresa lo que siente, deja que el interlocutor llene, se conecte con su emoción, para entonces comenzar a definir esta relación.

Si bien miramos, la introducción está formada por dos versos, uno racional, en el que el yo lírico explica cómo es esa estrella, y en el segundo dónde se trasluce la emoción de ese yo. Así son exactamente las dos partes de este poema, la primera racional, la segunda emocional.

Análisis de la primera parte del poema

Me nombra con el eco de un silencio divino
y el luminar oculto de una invisible llama.


Esta segunda parte comienza con una expresión que nos muestra la intimidad que existe entre ese yo y la estrella. Ésta la nombra, eso quiere decir que existe entre ellas un conocimiento, no sólo de parte del yo lírico también de parte de la estrella. Este conocimiento hace más difícil la ruptura de la relación. La estrella puede identificarla, es especial para ella, como lo es la estrella para el yo. La conoce y la llama, de manera que no existe la posibilidad de ignorarla.

Pero la forma en que la llama es “con el eco de un silencio divino”. En este oxímoron, “eco de silencio” podemos ver la impotencia de ese yo, ya que no existe la voz, pero existe el eco. Ese silencio se hace cada vez más profundo, cada vez más fuerte, y parece arrastrar al yo a un abismo de silencio que a su vez se eleva porque tiene características de “divino”. El silencio la enfrenta a sí mismo y con la divinidad. No puede ignorar su presencia, porque el eco es reiterado, constante, y parece venir de todos lados. Así siente ella el silencio que la nombra.

Los oxímorons abundan en el poema, no sólo el “eco del silencio”, también está la expresión “luminar oculto” e “invisible llama”. Ambas expresiones son contradicciones, porque si es una luz, no debe esta oculta, y si es una llama, no es invisible. Pero todo lo que significa esa estrella permanece ocultarse voluntariamente, parece querer que el yo no la vea. Esto puede dar mayor desesperación en el yo, y a su vez la mantiene motivada a buscarla y a seguirla. La luz, símbolo del bien, de aquello que debería verse para servir de guía se oculta y la llama, que daría además de luz y calor, sólo queda el calor, porque es invisible. Nada puede hacer el yo frente a esta voluntaria desaparición visual.

Si alguna vez acaso me aparto del camino,

con una fuerza ignota de nuevo me reclama:


Todo esto tiene un propósito, mantener al yo atrapado en el misterio de la estrella. Ese yo no puede apartarse, ni siquiera un instante. Ella lo presenta como una cuestión ocasional el querer escaparse de la estrella, “si alguna vez acaso”, llena el verso de adverbios de tiempo, como si ese deseo de salir de su órbita, fuera minúsculo y no fuera habitual, sin embargo en el siguiente verso vemos, a través del adverbio “de nuevo” que ella ya lo ha intentado varias veces, pero la estrella, atenta, jamás le ha permitido salir de su camino marcado. Su fuerza sobre ella es misteriosa. No se sabe qué la ata a ella, pero ella se siente “reclamada” por ella. Como si entre ellas existiera una relación que permitiera a la estrella reclamar su presencia, no dejarla alejarse. Parecen tener una relación de amor o dependencia.

gloria, quimera, fénix, fantástico oriflama
o un imposible amor extraño y peregrino…


Los últimos dos versos de esta primera parte están marcada por una enumeración asindética, donde se usan una serie de sustantivos para marcar diferentes aspectos de la estrella. El yo lírico intenta explicarla, pero la enumeración nos da la pauta de que no tiene éxito en su empresa.

El primer sustantivo nos habla del concepto de gloria. Este es un término usado no sólo en el ámbito secular, sino también religioso. Tomando el último aspecto, ya que la estrella tiene manifestaciones divinas, la gloria es el estado de los que tienen la posibilidad de contemplar el rostro de Dios. Es un estado sublime, que se asemeja al concepto de plenitud y completitud, y al que sólo se alcanza cuando hemos llegado a esa meta. Esta estrella para ella permanece oculta, y es su gloria, es decir, su meta si pudiera contemplarla.

El segundo término es “quimera” que es aquello que se propone a la imaginación como posible o verdadero, no siéndolo, según la RAE. Esta definición nos muestra algo respecto a la forma en que el yo lírico ve a esta estrella. Para ella es una meta, imaginaria, que parece real, y a la que quiere seguir, pero no es más que un gran engaño, algo falso, que sólo la mueve a seguirla.

El tercer término es “fénix” siendo éste el legendaria ave que renacía de sus cenizas. Algo de perverso hay en esta figura, ya que renace cada vez, nunca muere, aún cuando parece estar perdiendo fuerza, la adquiere nuevamente de su estado de aparente muerte.

El cuarto y último término es “fantástico oriflama”. El oriflama es una bandera que flamea, y como tal sirve para guiar, para marcar el camino por donde se debe seguir, y para identificar algo. Esta estrella guía e identifica la posición que se debe tomar. Es fantástico porque impresiona, y porque además es misterioso.

En el último verso de esta parte, piensa en la posibilidad de identificarlo con un sentimiento: el amor, pero lo caracteriza como “imposible”, “extraño” y “peregrino”. Cualquiera de estos adjetivos resultan reveladores. Es imposible una estrella, que incluso no la ve, es extraño, porque no la comprende, ni entiende qué le hace sentir esto, y es peregrino porque la lleva por mundos también extraños, como en una penitencia religiosa. No existe de parte del yo una posibilidad de guiar ni su vida, ni de hacer cambiar a la estrella. Está sometida a ella y a su voluntad.

Análisis de la segunda parte

En esta parte el yo lírico, prácticamente repite los mismos principios de la primera parte, pero esta vez preomina la emoción. Ahora se centrará en ella y en lo que esta estrella le provoca, así como la impotencia y las consecuencia de ella.

Y sigo eternamente por la desierta vía
tras la fatal estrella cuya atracción me guía,


La condena a seguir la estrella es perpetua, y esto se refleja en el adverbio “eternamente”. A su vez este adverbio nos muestra que no existió un principio ni un fin de esta relación. Siempre estuvo y estará, la entienda ella o no. Eso no importa, igual estará condenada a ella.

La mirada que el yo lírico tiene de la vida, a través de la metáfora “desierta vía” es igual de desoladora que esta relación. La vida es el camino, la vía que la estrella le marca. Y en ese camino hay una doble condena, no sólo seguirlo, sino también estar solo. Es “desierta”, no existe la posibilidad de compañía, porque así como ella no comprende la relación, la estrella, ni el misterio que ella encierra, nadie podría comprenderla.

Ahora la estrella está adjetivada con la palabra “fatal”, recordando que la fatalidad es otra forma de nombrar al destino. Lo fatal es aquello que no se puede cambiar, esa situación que se quisiera evitar, pero en realidad resulta imposible hacerlo. La estrella marca el destino fatal inevitable, y eso la atrae irremediablemente.

Esta atracción le muestra su impotencia. Impotencia no sólo por no poder liberarse, sino también por no poder verla, descubrirla, saberla.

¡mas nunca, nunca, nunca a revelarse llega!

Esta impotencia se muestra con los signos de exclamación, en la que el yo lírico muestra toda su emoción. Esta emoción también se descubre con la repetición del adverbio “nunca”. Esta repetición obsesiva enlentece el ritmo del poema, y obliga al lector a identificarse con su impotencia. “Nunca”, ni un sólo instante, ni por casualidad, la estrella se deja ver, se “revela”, que significa descorrer el velo que la tapa. Ella no se descubrirá jamás delante del yo, y ella lo sabe, por lo tanto ya no tiene esperanza de que la estrella demuestre su esencia, su misterio. Esta es también parte de su condena.
Pero su luz me llama, su silencio me nombra,
En el siguiente verso vemos los mismos conceptos de la primera parte, su repetición textual, la sinestecia y el oxímoron. La contradicción y la mezcla de los sentidos, que confunden al yo, que lo atrapan en su totalidad. Pero este verso también tiene la particularidad de la cesura (pausa a mitad del verso), esto también enlentece el ritmo del poema y acopla a quien escucha con la angustia del yo. Este se siente pesado, debastado por la presión constante de la estella. Esa pesadez se marca con la cesura.
mientras mis torpes brazos rastrean en la sombra
con la desolación de una esperanza ciega…
Los últimos dos versos se centran en el yo. La acción del yo “mis torpes brazos rastrean en la sombra”, ella se encuentra en tinieblas, y sus movimientos son inútiles y toscos, de nada sirven para encontrar la estrella, de nada sirven para rastrear su rumbo. La imagen de ese yo es la de un ciego, buscando en la oscuridad algo que no se encuentra porque tal vez no esté allí, o se esconde a propósito, casi perversamente. Esa estrella que es luz no sirve como tal, porque el yo se encuentra en las sombras, en la oscuridad. Este yo se encuentra desolado en esa búsqueda porque tal no tendrá frutos jamás. La estrella se esconde. Y esa voluntad de nunca revelarse, sólo la deja en un amargo estado: “esperanza ciega”. Esta esperanza personificada, refleja esa condición de muerte en vida, se espera pero esto es inútil, porque no se ve ni una señal que permita motivar el encuentro.
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2 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  2. Una persona anónima decidió insultarme, para decir que de lo que habla María Eugenia no es una estrella. Gracias a eso, me puse a releer el análisis y comprendí que tal persona no se ha tomado el trabajo ni siquiera de leer el primer párrafo del análisis, ya que en él aclaro que la estrella es una metáfora, y que ésta tiene una simbología bastante hermética. ¿A qué se refiere el yo lírico cuando llama "estrella misteriosa"? Eso queda, obviamente, en poder del lector, sin forzar al poema a decir lo que no es. Tal vez, sería bueno que antes de sacar conclusiones, se tomara el trabajo de leer con atención todo el texto, además del poema con atención

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