domingo, 30 de junio de 2013

El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha (Análisis del capítulo I/1º parte)

Primera parte: Presentación del hidalgo
(Análisis del Capítulo I)

Trabajo realizado por la Prof. Paola De Nigris

Advertencia: Bibliotecas enteras hay escritas sobre este libro. No pretendo aportar nada nuevo. Mi interés al comentar este primer capítulo es ayudar a los alumnos de ENSEÑANZA MEDIA, a modo de clase, a preparar un examen, o a estudiar sobre el tema para aportar a la clase misma.

Ubicación de la obra:

Como los grandes clásicos no podemos ubicar fácilmente esta obra en una corriente literaria o en un solo período porque excede a su tiempo. Hay en la obra elementos renacentistas, como ser un personaje que sale a buscar nuevos horizontes. Hay elementos barrocos, como ser en la segunda parte, los duques que manipulan y se divierten con la fantasía del personaje. Hay elementos manieristas, como ser la duda permanente que el texto platea (¿está loco o no?).

El uso del lenguaje, la falta de certezas, la multiplicación de planos que la obra plantea nos acerca a un texto complejo de analizar.

Tema:

Es precisamente la multiplicación de planos y la falta de certezas la que nos muestra el tema de la obra: el perspectivismo. Nada es claro. Todo depende del lugar en que se mire. Así todo será relativo. La bacía de barbero también puede ser el “yelmo de Mambrino” dependiendo de quién mire, sea Sancho, sea el Quijote. Así cualquier situación que se plantea puede ser vista de diferentes formas, dependiendo de quién “las lea”. Esa es la clave de la obra. La venta puede ser castillo; las prostitutas, doñas; y los molinos, gigantes. Es la mirada la que da significado a lo que se ve. Y eso nos puede parecer loco, pero también es profundamente humano; la mayor parte de las veces necesitamos dar significados diferentes a las cosas para sobrellevar la frustración o la mediocridad de lo cotidiano.

Título:

El título de la obra plantea una contradicción. El “hidalgo” es un título de nobleza que representa a una casta guerrera que está venida a menos. Eran “hijos de algo” y ese “algo” eran los caballeros de la plena Edad Media. Pero en el título, la palabra “hidalgo” está asociada a “Don” siendo este un título de nobleza de mayor jerarquía. Así se nos presenta la contradicción ¿hidalgo o Don? Precisamente las dos, porque son caras de una misma moneda. Es un hidalgo que elige verse como Don, que es lo que aspira a ser, o lo cree ser por simple hecho de llamarse así. Veamos que el título también incluye la palabra “ingenioso” que es un proceso mental por el cual se inventa algo nuevo, así es este proceso mental lo que crea la nueva realidad. Pero tengamos presente que no parte de cualquier lugar, sino parte de su misma condición, y por eso, este hidalgo que cuando se ha adentrado la obra sabemos que se llama Alonso Quijano, y tiene como epíteto “el bueno”, no elige convertirse en un asaltante de caminos, sino todo lo contrario, en alguien que imparte justicia. Todo el proceso del personaje será así: parte de una realidad y elige verla de una manera diferente, por eso no podemos asegurar tan fácilmente que esté loco.

De esta forma el título nos deja un mensaje interesante: detrás de toda realidad mediocre puede existir una realidad sublime. Pero así como me deja ese mensaje, también me deja el contrario: detrás de toda realidad sublime se esconde una realidad mediocre.

Estructura:

Si bien el capítulo primero sirve como presentación a toda la obra, este podría dividirse en tres partes: la primera sería la presentación del hidalgo, la segunda el proceso de la locura y la tercera las prevenciones que toma el hidalgo para armarse caballero.

Presentación del hidalgo:

El texto comienza con la conocida expresión “en un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme”. Deliberadamente, el narrador nos niega el lugar de dónde proviene el hidalgo. Sólo quiere que sepamos que es de la Mancha, pero nos aclara que no tiene ninguna intención de recordar el lugar exacto. La imprecisión está plantea así desde el comienzo, porque este será el tema de la obra, el relativismo. Nada quedará seguro, las certezas no existen en este mundo, tanto el de la obra como el que vive el autor (incluso el nuestro).

Recordemos, también, que Cervantes había declarado en el prólogo, que la intensión de esta obra era la parodia de los libros de caballería. Una parodia es la imitación burlesca de una obra o personajes, tomando las características esenciales del mismo. Todos conocían las elementos esenciales de una novela de caballería, ya que era literatura habitual en la época; hombres gallardo, de espíritu limpio, que luchaban contra dragones, gigantes, y adquirían fama y renombre, todo esto en un lugar imaginario y perfecto. Una de las características de esta novela era la precisión. Ellas comenzaban con el lugar exacto en que dichas hazañas sucedían, y junto con ellas también la progenie que el personaje tenía. En este caso, el narrador nos niega esa información, y encima veremos que ni siquiera sabe el nombre real de su personaje, por lo menos en el primer capítulo. Estos son los mecanismos de la parodia, cualquiera que empieza a leer en aquella época, reconoce los elementos de las novelas de caballería, y reconoce la burla que se está haciendo desde el comienzo.

Esta imprecisión planteada respecto al lugar, también se planteará respecto al tiempo: “no ha mucho tiempo” dice el narrador en este primer capítulo. Sin embargo, al final del capítulo VIII dice el narrador que no puede seguir su historia, porque no sabe cómo termina. En el capítulo siguiente es cuando todo comienza a complicarse. El narrador encuentra en Toledo, unos “papeles viejos” que  un muchacho está vendiendo. En esos papeles está la “Historia de don Quijote de la Mancha, escrita por Cide Hamete Benengeli, historiador arábigo”. De esta manera aquel “no ha mucho tiempo” se vuelve confuso (¿es una historia antigua o no tanto? ¿el narrador conoce al hidalgo o en realidad es una historia que escuchó de alguien que contó y que termina perdiéndose en el tiempo?). Esta complicación del narrador que parece presentar a un personaje con la imprecisión de quién por rumores ha escuchado hablar de un personaje con determinadas características que le ha pasado determinada cosa, se vuelve más profunda cuando quien termina narrando es “Cide Hamete Benengeli” que es traducido por el muchacho que vende los papeles en el capítulo IX. Así que ya no sólo tenemos un narrador que no sabe de dónde viene su personaje, que no sabe cuándo existió, sino que también tenemos a un segundo narrador y a un traductor, por lo tanto una historia que pasa por varios niveles de narración.  

Este primer narrador parece querer presentar la historia como algo verosímil y por lo tanto posible, esta es una de las razones de la imprecisión en esta presentación. Si el narrador no quiere acordarse del lugar, si dice “no ha mucho tiempo”, nos habla de un narrador que conoce la historia porque es harto conocida, porque es popular, y se cuenta naturalmente, oralmente.

El hidalgo que se presenta desde el primer enunciado tiene algunos elementos importantes en los que deberíamos detenernos: “lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor”. El primer elemento nos habla del linaje guerrero de sus antepasados, que él ve cada día, pero del que no es parte, más que como un recuerdo lejano y que ahonda en su frustración de lo que no ha hecho jamás. La lanza y escudo (“adarga antigua”) están como adorno de lo que fue, y recuerdo constante de lo que no es. El “rocín flaco” que luego se transformará en su Rocinante, ya está presentado como un caballo que no tiene el arquetipo de caballo de caballero. Está venido a menos, está flaco y su costumbre es la de trabajar, es un caballo “de poca monta”. Es interesante precisar, que este es el típico caballo para este hidalgo, que no tiene lo necesario para ser un caballero, como tampoco lo tendrá el caballo. El perro, que se menciona aquí (“galgo corredor”) recuerda el ocio de esta casta guerrera venida a menos. Sus ancestro vivían de la lucha, a los hidalgos les queda la caza, es decir un mero entretenimiento, mediocre de lo que eran las hazañas heroicas de sus antepasados.

Con los pincelazos que da en el primer enunciado, el narrador se propone describirnos minuciosamente lo que el personaje come. Es interesante precisar que no sabrá cómo se llama, no sabrá de dónde viene exactamente ni cuánto tiempo hace que existió, pero sabe qué come, qué viste, quién vive con él, y cuántos años tienen lo que lo rodean. Detalles que parecen, a simple vista, irrelevantes. Y lo son, si no tenemos en cuenta que lo que caracteriza a este hidalgo es la rutina, el tiempo y la vida vacía que lleva permanentemente. La monotonía que reina en su vida cotidiana, y la frustración de lo que no es, que terminarán siendo el motor para querer cambiar su mundo.

La comida que el narrador detalla reafirma la pobreza del hidalgo y el aburrimiento. Su menú semanal está determinado, no hay opciones de cambio, porque tampoco existe un poder económico o un interés creativo en eso. La comida, que es el alimento básico para la existencia, es aquí vaca (que en la época es una comida desacreditada), lentejas, salpicón, incluso algún palomino, los domingos, algo que debería ser como el gran festín, pero que resulta absurdo, dado que los palominos eran usados por la nobleza para transmitir mensajes.

Luego de hablar de la comida, el narrador detalla la vestimenta que usa el hidalgo. Esta reafirma la pobreza del personaje, que tiene pocas prendas, lo que muestra la falta de vida social, y por lo tanto la soledad y el aislamiento o dejadez en que vive. Pero la amargura de esa conclusión está escondida tras la ironía del narrador: “los días de entresemana se honraba con un vellorí de lo más fino”. La ironía está clara en el doble significado de la palabra “fino”, dado que podría pensarse que sentía honra por la finura y el prestigio del vellorí, pero también puede sugerir que este vellorí está fino por lo gastado. Así el narrador empieza a mostrarnos cómo ve una cosa que en realidad puede ser otra.

Esta soledad y reclusión tiene una razón en el entorno social del personaje. Lo acompaña una “ama que pasaba de los cuarenta”, una sobrina de veinte años y un único trabajador, joven, que sirve para cualquier tarea. Nadie podía comprender al hidalgo, la “ama” que es la más cercana en edad no tiene la misma condición social de él, la sobrina no se acerca a poder comprender la frustración de un hombre ya anciano, para la época, y el trabajador es el único que hace alguna tarea productiva, pero no está para ocuparse de los ensueños del personaje. Es esta profunda soledad la semilla que permitirá el crecimiento de la “locura”. Usaré las comillas para referirme a ese término porque si bien el narrador dirá que el personaje se vuelve loco, esto merece una discusión profunda que iremos planteando durante este análisis.

La grafopeya del personaje (descripción física) nos presenta a alguien cuyas características se oponen a lo que el imaginario colectivo tiene como héroe o caballero. Suponemos que el mismo debería ser rudo, fuerte, joven, gallarlo, y este es débil, flaco, entrado en años. En una palabra es lo contrario a lo que esperamos, por lo tanto es como una caricatura del caballero. Es precisamente esta contradicción lo que hará que el personaje jamás sea aceptado como lo que espera. No sólo porque ser caballero en esa época es anacrónico (ya no existen en el tiempo del hidalgo), sino porque este personaje no cumple los requisitos para ser aceptado como tal, ni en esta época (la de la obra), ni en la época de los caballeros. Así el hidalgo siempre estará intentando comenzar un rito de iniciación que nunca cumplirá, porque al final de la etapa la sociedad nunca lo aceptará como tal.

La etopeya del personaje (rasgos de personalidad) apuntan al entretenimiento que tenía esta casta noble: la caza. Como ya dijimos, esta afición no era más que una representación de la decadencia de aquel pasado heroico. Algunos críticos han relacionado a este personaje con la España en decadencia.

Recién al final de estos datos el narrador hablará del nombre de su personaje y para darle verosimilitud a su relato sugerirá que no conoce exactamente el nombre, que podría ser “Quesada”, “Quejana” o “Quijada”. De esta forma, además de apartarse de la exactitud de las novelas de caballería, se aparta también de lo esperable en una narración. Es de suponer, que un narrador conoce el nombre de su personaje. Pero en este caso, como quiere hacernos creer que el personaje existió, la mejor manera es crear esa imprecisión que sugiere la oralidad. Ya no sólo sabe de su existencia el narrador, sino que hay “autores” que también conocen esta historia. De esta forma marca su propósito: “basta que en la narración dél no salga un punto de la verdad”. Se trata de hacer lo contrario a las novelas de caballería donde los personajes vivían historias fantásticas, con amores inverosímiles e inaccesibles, luchando contra dragones y personajes sobrenaturales, buscando ideales inalcanzables.



Podemos pensar en una deliberada intención de desmerecer al hidalgo, para luego construir la figura del caballero. El nombre del hidalgo, en principio, no importa, el que cobra importancia es el de la creación “Don Quijote”. Mientras que del hidalgo no sabemos lo más importante, ni su pasado ni su identidad, pero si sabemos lo vacío de su presente, del caballero que el construirá conoceremos todo lo a partir de ese momento vivirá.
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sábado, 29 de junio de 2013

Florencio Sánchez - "El desalojo" (Comentario general)

Breve comentario sobre "El desalojo"

Trabajo realizado por la Prof. Paola De Nigris

La obra trata de una joven que se ve sumergida en una situación desesperada. Pertenece a un extracto social muy bajo, y la obra muestra la decadencia de valores de una sociedad que mira al mundo que lo rodea con indiferencia, y desprecio, aunque la condición de los que miran sea igual a la de Indalecia. Ella no sólo es desalojada del conventillo, sino también de sus hijos, y dado que para ella, sus hijos son lo más importante, lo que le da una identidad, Indalecia es también despojada de su propia identidad, algo que el mundo que la rodea no llega a comprender.

Sánchez es un dramaturgo realista, y su deseo es plasmar es aquello que ve, padece y le duele. Es un retratista de una época, el 900, tanto en Montevideo como en Buenos Aires. “El desalojo” está ambientada, justamente en Buenos Aires, pero la realidad no era muy diferente en el Montevideo de su época.

Este pequeño sainete, forma típica de la época, se transforma casi en una tragedia dado que el personaje principal quiere luchar contra un destino impuesto y pierde. Su temática puede incluirse en cualquier momento del siglo XX, y XXI sin que se deje de encontrar el mismo problema humano, la decadencia de valores.

Sin embargo, no puede dejar de contextualizar la obra en la época en que fue escrita. La mujer pobre en el 900 tenía pocas posibilidades, y todas terminaban en lo mismo, la prostitución. Dentro del momento es necesario pensar que la mujer no trabaja, quien lo hace es el hombre, y no existe para este ningún seguro social que lo ampare en caso de tener un accidente. Así que Indalecia, madre de varios hijos, casada con un hombre trabajador que tiene un accidente, se encuentra en la situación de tener que salir a trabajar. Eso le deja pocas posibilidades: puede trabajar en la costura, pero la gente del registro, que son los que reparten en trabajo, habitualmente piden favores sexuales a las mujeres que los van a pedir. Puede trabajar de noche en una fábrica, pero eso le impediría cuidar a sus hijos, y además estaría, sin duda, expuesta al acoso sexual por parte de los patrones o encargados. Y por último, puede prostituirse directamente. Pero ninguna de esas opciones son válidas para Indalecia, porque lo que ella quiere es un trabajo con dignidad que le permita educar a sus hijos. Pero esto tan obvio, la sociedad entera se lo niega. El estado no le da más que una operación tras otra a su marido que se cayó de un andamio, y prácticamente morirá o quedará paralítico. Lo otro que el estado le ofrece es quedarse con sus hijos, los más chicos en la beneficencia, y el mayor a una escuela de oficio. La sociedad parece poner en primer lugar el deseo de que esos niños sean “útiles” para el mercado, sacrificando el amor que una madre puede dar, y la ecuación que ella misma puede proporcionar. En una palabra, el vínculo afectivo.

Cabe aclarar que Indalecia se presenta constantemente como una mujer implicada y afectuosa con sus hijos, que aún cuando ellos están en la miseria le enseña a agradecer la comida que les pueden proporcionar. No es una mujer que los desatienda, sino todo lo contrario, vive para y por ellos, y vive esperando que la situación cambie.

La sociedad, a través de un diario, ha levantado una suscripción para darle algo de dinero, pero lo que la gente mandará al diario no es verdadera solidaridad, sino una especie de forma de tratar de sentirse bien con ellos mismos. Es el personaje de Genaro, un vecino, quien encarna a la solidaridad en todo su significado. Él comparte su comida con Indalecia, siendo él tan pobre como ella, ya que es un botellero. Es un italiano, inmigrante, que conoce la pobreza, y se conmueve de la situación penosa de esa mujer y sus hijos. Él no sólo comparte su pan con Indalecia y sus hijos, sino que además va a ver a su marido y le trae noticias sobre el estado de su salud. En una palabra, sabe la necesidad de Indalecia y trata de acompañarla y ayudarla a la par. Incluso presta su tiempo y oído para que ella se descargue en el único momento que ella se anima a hacerlo, ya que no tiene casi la posibilidad de hablar o de desahogarse.

Como contrapartida de Genaro tenemos también un personaje de origen italiano y es la Encargada. Ella también conoce la miseria, pero ahora está en una situación de poder, en una situación mejor, y parece no querer o tal vez no poder ponerse en la situación de Indalecia. Aunque podríamos decir que a pesar de su dureza, de su carácter necesario para poder cobrar el alquiler, aún no ha tirado a Indalecia para afuera, y está esperando que pueda salir de allí lo antes posible. Toda la obra sucede en ese patio, e Indalecia viene a encarnar la miseria con dignidad, pero también viene a mostrar, como un espejo, la miseria que todos pueden llegar a vivir. Sin embargo nadie quiere verla. Por eso las vecinas prefieren ser indiferentes “tirar la comida por los caños” antes que compartirla con ella. Es que no quieren ver, no quieren pensar que esto que a ella le pasa podría pasarle a cualquiera.

Otro personaje importante en la obra es el padre de Indalecia. Éste aparece en la escena IV y viene porque averiguó que ella iba a cobrar una suscripción. Viene por interés. La ha abandonado porque se casó con un albañil. Él encarna la decadencia más profunda de la sociedad. Es un parásito de la misma. Ex soldado, viejo y borracho, que sabe vivir de la mendicidad, y aprovecharse de cualquier situación. Por eso viene a ella, para ver si puede aprovecharse de la miseria de Indalecia. Al final es quien termina triunfando, porque se queda con toda la plata de la suscripción. A través del alboroto, de inflar su valía de antaño, trata de imponerse ante los demás, exigiendo un respeto que él jamás dio.


Por último, el personaje del comisario y el periodista son los que representan a la sociedad toda. Son los que vienen con esa pseudo solución, y la obra termina en un circo, cuando el fotógrafo aparece pidiendo una foto de ella llorando junto con el comisario y el policía. El cinismo de la sociedad queda plasmada en esta foto, antes de que terminen de convencer a Indalecia que debe entregar a sus hijos, porque ella no los puede educar.
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