jueves, 27 de mayo de 2010

Florencio Sánchez - El desalojo

El desalojo
Personajes

ENCARGADA
VECINA 1ª
VECINA 2ª
INVÁLIDO
GENARO
JUAN
INDALECIA
CHICOS
UNA NENA
PERIODISTA
FOTÓGRAFO
VECINO
COMISARIO

Escena I

ENCARGADA. -(Saliendo de una de las habitaciones.) Ya sabe, ¿eh? Bueno; que non se le orvide. Son cansada de esperar que hoy e que mañana e que de aquí a un rato...

VECINA 1ª. -¿Qué le hemos de hacer? ¡Cuando no se puede, no se puede!

ENCARGADA. -Antonce no se arquila los cuartos, ¿sabe? ¿Se ha pensao que estamo en una república, aquí?... L'arquiler es lo primero.

VECINA 1ª. -¡Bueno, bueno!... ¡Basta! ¡No precisa hablar tanto!

ENCARGADA. -Eso digo yo. Non precisa hablar tanto. A la fin de mes se paga e nos quedamos todos callao la boca... (Alejándose.) Sí, señor. E non precisa tanto orgullo... Se quieren vivir de arriba, se compra el palacio del congreso, ¿sabe? ¡en la calle Entre Ríos!... (Tropieza con un mueble.) ¡Ay!... ¡Dío!...

VECINA 1ª. -(Aparte.) ¡No haberte roto algo!...

ENCARGADA. -¡Ay!... ¡Madona Santísima!... ¡Uiii!... (Golpea el mueble con rabia, volviéndose a INDALECIA.) ¿Y osté también se ha pensao tener todo el año esto cachivache ner patio?... Non tiene vergüenza...

INDALECIA. -¡Pero, señora...! Si yo...

ENCARGADA. -¡Un corno! Se le hubiesen tirao esta porquería de muebla a la calle, non estaría tanto tiempo sen buscar pieza. Parece mentira. (Quejándose.) ¡Ay, ay, ay!...

VECINA 2ª. -(Aproximándose.) ¿Se lastimó mucho, señora?...

ENCARGADA. -¡Qué sé yo!... Un gorpe tremendo.

VECINA 2ª. -¡A ver! Esos golpes saben ser malos...

VECINA 1ª. -(Burlona.) ¡Ah!... Se le puede formar un cáncer... Llamen a la Asistencia...

ENCARGADA. -Mire, mire, doña Francisca. Venga. (Se oculta detrás de los muebles para enseñarle la
pierna lastimada. Dos inquilinos que salen rumbo a la calle, se detienen a mirar.)

VECINA 2ª. -¡Ay, qué temeridad!...

ENCARGADA. -Ner mismo güeso... Ve (Viendo a los vecinos.) ¿Y ustedes qué quieren? ¿No tienen nada más que hacer?...

VECINA 2ª. -¡Ave María! ¡Tanta curiosidad!... (Los dos vecinos se alejan riendo.)

VECINA 1ª. -(Deteniéndolos.) Diga, Juan, ¿no sabe si dan baile este sábado los «Adulones del Sur»?

JUAN. -Creo que sí. (Mutis de ambos.)

VECINA 2ª. -Lo que es usted no faltará.

VECINA 1ª. -No estoy invitada. La fiesta es pa ustedes los socios, no más... ¡ja, ja!... (Mutis.)

VECINA 2ª. -¡Dispará no más, comadre!...

ENCARGADA. -¡Déquela!... Non vale la pena...

VECINA 2ª. -Tiene razón. Venga a mi cuarto. Le daré una frotación de aguardiente... Venga...
También, la verdad es que ni se puede caminar en este patio.

ENCARGADA. -Naturalmente. Con toda esta porquería de cachivache adentro...

VECINA 2ª. -Un día, pase; dos, también; pero más, ¡es demasiada pachorra!...

INDALECIA. -(Tristemente.) ¡Ay, señora; ruéguele a Dios que no se vea en nuestro caso!

VECINA 2ª. -¡Pierda cuidado!... Mientras él me dé salú para trabajar, puedo estar tranquila. No ha de ser esta persona quien se quede de brazos cruzados esperando que las cosas caigan del cielo.

ENCARGADA. -Eso, eso digo yo. Mire, doña Indalecia; crea que no lo hago de gusto, porque el buen corazón lo tengo, ¿sabe? Ma non se puede estar estorbando a la quente todo el tiempo...

INDALECIA. -¿Qué debo hacer?... ¿Quieren que me tire al río con todos mis hijos?

VECINA 2ª. -No decimos tanto. Pero... moverse, caminar, buscar trabajo... En este Buenos Aires no falta en qué ganarse la vida.

INDALECIA. -¡Pero señor! Si no he hecho otra cosa que buscar ocupación. Ustedes bien lo saben. Costuras no le dan en el registro a una mujer vieja como yo. Ir a la fábrica no puedo, ni conchavarme, pues tengo que cuidar a mis hijos...

ENCARGADA. -Ma dícame un poco, ¿qué le precisa tener tanto hijos?... Si no hay con qué mantenerlos, se agarran y se dan.

VECINA 2ª. -¿Y los asilos?

VECINA 1ª. -¡Oh!... ¡Eso es muy fácil decirlo!... ¡Pobrecitos!...

ENCARGADA. -Pobrecito, pobrecito, e mientras tanto muerto de hambre como los gatos, robando la comida en casa de lo vecino...

Escena II

GENARO. -(Que ha aparecido momentos antes con un paquete en la mano.) ...Y hacen bien, cuando los vecinos son tan agarrados. ¡Mándesén mudar de aquí!... ¡No tienen vergüenza!... ¡Estar embromando a la pobre mujer!... ¡Bruta gente!...

VECINA 2ª. -¡El terremoto de la Calabria!... Vámonos, señora.

ENCARGADA. -(A GENARO.) Me diga un poco, ¿qué se ha pensao osté? Me diga.

GENARO. -(Rezongando, sin hacerle caso.) ¡Bruta gente! ¡Bruta gente!... (A INDALECIA.) No te aflija. ¿No vino ninguno?...

INDALECIA. -Nadie.

GENARO. -(Se encamina hacia su cuarto, segundo izquierda.)

ENCARGADA. -(Deteniéndolo.) ¡Eh!... Me diga un poco, ¿qué se ha pensao?...

GENARO. -¿Parlate a me?...

ENCARGADA. -(Alterada.) ¡A lei, sí; a lei, a lei! Sí...

GENARO. -(La mira fijo un instante y le hace la mueca característica de los napolitanos. Se va a su cuarto dando un portazo al entrar.)

ENCARGADA. -(Furibunda.) Furbo... ¡Mazcalzone!

VECINA 2ª. -Está borracho el botellero. No le haga caso. Venga.

ENCARGADA. -¡Canaglia!

VECINA 2ª. -Venga a curarse esa pierna. Déjelo.

ENCARGADA. -¡Mazcalzone! (Volviéndose a INDALECIA.) Usté también, ¿qué está compadriando así?... Mañana mismo le hago tirar eso cachivache a la calle... ¡Tanto embromar, también!... (Se va rezongando conducida por la VECINA 2ª.)

Escena III

INDALECIA. -(Deja la costura y se aproxima a la cuna.) Vamos, nena. ¡Arriba!... ¡No se va a pasar durmiendo todo el día!... ¿No?... Entonces u... upa!... (La levanta.) ¿Quiere pancito?... (Saca un mendrugo del bolsillo y se lo da.) Esta noche traerán centavos, bastante plata, y vamos a comer mucho, ¡mucho!... ¿Tiene hambrecita?...

GENARO. -(Reapareciendo con un grueso pan y una navaja en las manos, se acerca a INDALECIA y corta una porción.) Toma... ¡Mangia!...

INDALECIA. -¡Oh!... ¡Para qué se ha incomodado!...

GENARO. -¡Mangia, te digo!... (Saca un bollo de bolsillo y se lo da a la nena.) Mangia vos. ¿Dove sono i ragazzi?

INDALECIA. -No sé. En la calle tal vez...

GENARO. -(Se aproxima a la puerta del foro y llama a voces.) ¡Eh!... ¡Tú!... Vieni. Angue, tú!... (Aparecen tres chicos. GENARO da un trozo de pan a cada uno.) Toma... ¡Mangia... tú, mangia!... ¡Mangia!... (Los muchachos reciben el pan con alborozo y se ponen a comer.)

INDALECIA. -¡Mal agradecidos!... ¿Cómo se dice?...

UNO DE LOS CHICOS. -(A boca llena.) ¡Muchas gracias!...

GENARO. -(Indicándoles la puerta.) ¡Vía! (A INDALECIA.) No hacen falta cumplimientos. Hay hambre, se mangia y se acabó!... (Los chicos hacen mutis. GENARO se sienta en cualquier parte, saca salame del bolsillo y se pone a comer. Pausa.) Estuve en el hospital. Le han hecho la operación a tu marido...

INDALECIA. -¿Cómo?... ¿Otra?...

GENARO. -Naturalmente. (Alzándose.) Toma. Mangia un po de salame.

INDALECIA. -¡Oh!... ¡Me lo van a matar!... (Toma el salame y se lo pasa a la nena.)

GENARO. -(Volviendo a sentarse.) Sería mecor, si ha de quedar paralítico.

INDALECIA. -¡Pobre Daniel!... ¿Habló con él?...

GENARO. -No lo decan ver. No hace falta tampoco... (Pausa.) ¿Qué decía la encargada?

INDALECIA. -¡Oh!... Lo de siempre. Rezongar... Insultarme...

GENARO. -¡Bruta gente!...

INDALECIA. -¡Son tan malos!... Vea: a ella le disculpo, porque, al fin y al cabo, es patrona; pero a las otras, a las demás vecinas... ¡Gente desalmada!... ¡Si fueran más felices o mejores que una, no diría nada, ¡qué diablos! Tendrían derecho. Pero no. Son pobres como yo, tienen hijos como yo, y maridos que trabajan expuestos a que los destroce una máquina o caerse de un andamio, y en vez de pensar un poco que podrían verse en mi caso mañana o pasado, se ponen a la par de la otra para mortificarme. Y todo por adularla, ¡nada más! ¿Usted cree que ha habido uno solo en esta casa capaz de ofrecerme un poco de caldo para la nena? No, señor; prefieren tirar las sobras por el caño...

GENARO. -¡Bruta gente!

INDALECIA. -¡Es lo que más me desconsuela!... (Afligida.) Me dan tantas ganas de llorar... Ver que una no es nadie... Que de repente se queda sola en el mundo, aislada... abandonada de todos... peor que un perro... (Llora.)

GENARO. -¡Ma no!... ¡Ma no!... ¿Qué se gana con afliquirse?... ¡Cállase la boca!... ¡Bruta gente!... Decate de llorar, ¿sabe?... (Se oye un tumulto y gritos afuera.) ¡Viejo loco!... ¡Viejo borracho!... ¡Viejo loco!... (Aparece un grupo de pilluelos, entre ellos los hijos de INDALECIA, acosando a un viejo soldado, inválido de la guerra del Paraguay.)

Escena IV

INVÁLIDO. -(Persiguiendo a los muchachos con el bastón enarbolado.) ¡Mal enseñados!... ¡Con eso van a hacer patria!...

INDALECIA. -¡Tata!...

GENARO. -(A los chicos.) ¡Vía!... ¡Caramba, caramba!...¡Fuori!... ¡Sinvergüenza!... (Los corre.)

INVÁLIDO. -¡Muchas gracias, don!... ¡Parece mentira!...

GENARO. -Son cosas de ragazzi...

INVÁLIDO. -No ve, hombre, a qué extremo hemos llegado. Los gringos tienen que defender a los servidores de la patria. Vea, amigo; aquí ande usté me ve, ¿sabe?, yo soy el cabo Morante, y pregúntele a cualquiera de los que estuvieron en la guerra, si llevo al cuete esta cintita y esta otra...

GENARO. -¡Eh, bueno! ¡Qué le vamo a hacer!

INVÁLIDO. -¿Cómo qué le vamos a hacer? ¡Que lo respeten, canejo! (A INDALECIA.) ¿Cómo te va diendo, m'hija?...

INDALECIA. -Aquí estamos... Y usté, ¿qué hace por acá?...

INVÁLIDO. -A verte, pues... Y así no más me recibís... ¿No digo?... Hasta los hijos son unos ingratos...

GENARO. -¿Ése es su padre?...

INVÁLIDO. -¿Y cómo le va?... Y legítimo, ¿sabes, che, gringo?... Lo que hay es que ya no me va reconociendo...

INDALECIA. -¿Y cómo ha venido a dar conmigo?...

INVÁLIDO. -Por tu desgracia... Esta mañana en el boliche del tuerto Ramos, allá en Palermo, ¿sabes?... y oí que un mocito leía en el diario que te habían desalojao y que levantaban una subscripción pa vos... ¡Pucha, digo, si es m'hija!... ¡Pobre mujer!... ¿Adónde vive?... Calle tal... me dijo el mozo. ¡Vamos a ver a mi Indalecia en la missiadura! Y agarré p'acá... Si en algo puedo servirte, ¿sabes?, aunque manco, no me olvido que sos m'hija...

INDALECIA. -Podías haberte acordado antes...

INVÁLIDO. -¡Qué querés!... Te retobaste; te empeñaste en juir con ese zonzo de tu marido...

INDALECIA. -Bueno; no hablemos de él, ¿eh?...

INVÁLIDO. -No hablemos, si querés. Pero yo te dije que ibas a ser desgraciada con él, y ya ves cómo salió cierto. ¿Se cayó de un andamio, no?...

INDALECIA. -Sí, señor.

INVÁLIDO. -No ve, pues... ¡Cuando yo te lo decía!... ¿Esa nena es tuya?... Venga p'acá, mocita, con su agüelo... (La chica, asustada, se recuesta a la madre.) No, ve, pues... Pucha cómo está el país, amigo gringo... Los nietos no las van con los agüelos... Ya no se respeta la familia ni nada... En nuestro tiempo, había e ver... Y esos otros mocosos, ¿son tuyos también?... Con que ustedes eran los que venían insultando a su agüelo, ¿eh? ¡Ahora van a ver, mocosos!... (Va hacia ellos.)

INDALECIA. -¡Tata!...

GENARO. -(Deteniéndolo.) ¡A ver!... Décate de embromar

INVÁLIDO. -¡Oh!... ¿Y a vos quién te da vela?... Che, Indalecia, ¿éste es otro yerno?... Amigo; podía pagarle el cuarto, cuando menos...

GENARO. -¡Décase de embromar! (Se va a su cuarto.) ¡Bruta gente! ¡Bruta gente!

INVÁLIDO. -Miralo al gringo... Hinchao como un zorrino... (A voces.) ¡Ché, Musolino!...

INDALECIA. -Déjelo, tata. Si ha venido para fastidiar a la gente, podía haberse quedado...

INVÁLIDO. -Bueno, me viá sentar, ya que no invitas... (Se sienta. Pausa.) ¿Te trajieron la plata e la suscrición ya?

INDALECIA. -No, señor.

INVÁLIDO. -Ya sabés: no te puedo ayudar con nada, porque ando muy misio y vivo en el cuartel del 5º; pero si querés, te puedo buscar la pieza pa mudarte. Hoy he visto una en la calle Soler...

INDALECIA. -No se incomode...

INVÁLIDO. -¿Y qué pensás hacer?...

INDALECIA. -No sé. ¡Nada!...

INVÁLIDO. -Esperate un poco. Hay un asilo de güérfanos militares ¿sabés?... Allí... ¡pucha madre!... Si yo no estuviera tan desacreditao con el coronel... le podía pedir una recomendación. (Sale la ENCARGADA.)

INDALECIA. -¿Para qué?

INVÁLIDO. -Pa que metás toda esa colmena de muchachos... ¿Qué vas a hacer con ellos?...

Escena V

ENCARGADA. -Eso es lo que digo yo. Que lo meta nel asilo... No sirve más que pa trabaco...

INVÁLIDO. -Salú, doña...

INDALECIA. -No, señor; no me separo de mis hijos. Si ustedes no tienen corazón, yo lo tengo, y bien puesto...

ENCARGADA. -Ma diga un poco. No es peor que se mueran de hambre de no tener qué comer...

INVÁLIDO. -Ha dicho la verdá. Choque esos cinco. (A INDALECIA.) ¿Quién es ésta, che?...

ENCARGADA. -Sono la encargada de la casa...

INVÁLIDO. -¡Che, che, che!... ¿Y vos la pusiste de patitas en la calle, no?...

ENCARGADA. -Eh... Naturalmente, si no pagaba l'arquiler...

INVÁLIDO. -¿Y todavía te metés a dar consejos?... ¡Ya podés ir tocando de acá, gringa!

ENCARGADA. -¿E osté qué se ha pensao? Yo soy la dueña acá, ¿sabe?...

INVÁLIDO. -¡Qué vas a ser dueña, desgraciada!

ENCARGADA. -Bueno; déquese de embromar... (A INDALECIA.) ¿E osté sa creído que esto e una sala per recibir la visitas?... Haga el favor da sacar de aquí a ese vieco borracho...

INVÁLIDO. -¡Tú madre, gringa el diablo!...

Escena VI

GENARO. -¡Madona del Carmen! ¡Dequen en paz esa pobre muquer!... (Enérgico, tomando por un brazo a la ENCARGADA.) ¡Haga el favor, mándese a mudar de aquí!... ¡Ya!... ¡Ya!... ¡Váyase, porque te rompo la facha!... ¡Caramba!...

ENCARGADA. -(Volviéndose furiosa.)...¡Dío Santo!... ¡Porco!... ¡Canaglia!

GENARO. -(La empuja con violencia.) ¡Fuori!... (Volviéndose al INVÁLIDO.) ¡Usted también; mándese mudar!... ¡Hombre bruto! ¡Gente bruta!...

INVÁLIDO. -¡No me toqués!... ¡No te me acerqués, gringo!... Porque te... (Tumulto. Salen vecinos. La ENCARGADA vocifera.)

INDALECIA. -Sosiéguese, don Genaro...

GENARO. -(Amagándole un sopapo a la ENCARGADA.) ¡Bruta gente!...

INVÁLIDO. -Ladiate, Indalecia, que entuavía puedo con un gringo...

Escena VII

(Aparecen el COMISARIO y el PERIODISTA, seguidos de un grupo de chicos.)

COMISARIO. -¿Qué desorden es éste?... A ver... Sosieguense...

ENCARGADA. -Vea, señor Comisario... Esta canaglia de un botegliero, me ha pegao una trompada tremenda...

INVÁLIDO. -(Cuadrándose.) ¡A la orden, mi jefe!...

GENARO. -(Yéndose a la pieza.) ¡Bruta gente, per Dío!...

ENCARGADA. - No lo deque dir, señor comisario, me ha pegao, me ha pegao, é un senvercuenza!...

COMISARIO. -(A GENARO.) ¡A ver, deténgase!... ¿Qué ha pasado?...

ENCARGADA. -Mire, señor comisario, llévelo preso.

COMISARIO. -Cállese la boca.

INVÁLIDO. -Yo soy testigo, mi comisario. No ha pasao nada, mi comisario... Todo ha sido de boca, no más. ¿Basta la palabra?

COMISARIO. -Bajá la mano no más. A ver... Despejen ustedes un poco...

ENCARGADA. -No, señor comisario...

COMISARIO. -¡Despeje, le he dicho!...

ENCARGADA. -(Se va refunfuñando y antes de desaparecer mira con odio a GENARO y besa la cruz, jurándole venganza.)

COMISARIO. -(A INDALECIA, que está rodeada de sus hijos.) ¿Quién es la dueña de estos muebles?...

INVÁLIDO. -(Indicando a INDALECIA.) Es una servidora... Mi hija...

COMISARIO. -Bien, señora. Yo soy el comisario de la sección, y el señor es un repórter de «La Nación». Hemos sabido que usted se encontraba en esa situación y...

PERIODISTA. -Nuestro diario ha sido el primero en dar la noticia...

INVÁLIDO. -Me costa. ¿No te dije, m'hija, que lo había leído?...

PERIODISTA. -Usted ya sabrá que iniciamos una suscripción en su favor. Vengo a traer lo que se ha recibido hasta hoy. No es mucha cosa, pero le permitirá alquilar una pieza y atender las primeras necesidades...

INVÁLIDO. -Da las gracias, pues, mujer...

PERIODISTA. -Aquí tiene estos sesenta pesos y la lista de las personas que han mandado al diario... Sírvase.

INDALECIA. -(Se echa a llorar estrechando a la nena. Pausa. Emoción. GENARO se seca los ojos con la manga.)

PERIODISTA. -No se aflija, señora. Ya ve usted... Las cosas se remedian. Cálmese. Tome su dinerito...

INVÁLIDO. -¿Sabe que está lindo esto? Cuando te train la salvación te ponés a llorar. Lo hubieses hecho antes. (Toma el dinero y se lo ofrece.) ¡Agarrá y da las gracias, pues!...

LA NENA. -¡Mamita!... ¡Mamita!...

INDALECIA. -(Serenándose.) Está bien... Muchas gracias... No llore, mi nena... No llore... ¿Ve?... Mamita ya no llora tampoco... A ver... Séquese esos ojitos. (Le limpia la cara y le suena los mocos con el delantal.) Sea buenita... ¡Esos hombres son muy buenos! ¡Muchas gracias, señores, muchas gracias!...

PERIODISTA. -El comisario por su parte ha hecho algunas diligencias en su favor... Él le dirá...

COMISARIO. -Es cierto. He conseguido colocarle a sus hijos... ¿Son éstos?... ¿Éste es el mayor?... Bueno, a éste lo mandaremos a la Correccional de menores...

GENARO. -¿Cómo dice, señor comisario?...

COMISARIO. -(Prosiguiendo sin contestarle.) Allí aprenderá un oficio y se hará un hombre útil... Para los demás he conseguido que el asilo...

INDALECIA. -¿Cómo?... ¿Mis hijos?...

COMISARIO. -Sí, señora. Ya está todo dispuesto. La Sociedad de Beneficencia los tomará a su cargo.

INDALECIA. -¡Mis hijos!... ¡No!... ¡No!... ¡No me separo de ellos!... ¡No, señor! ¡De ninguna manera, pobrecitos!... ¡Son míos, son muy buenos!...

COMISARIO. -Señora, comprenda usted que en su caso...

INDALECIA. -¡Mis hijitos! ¡Qué esperanza!... ¡No! ¡Ni lo sueñen!...

GENARO. Natural. Y tiene razón...

COMISARIO. -Retírese usted. ¡Nadie tiene que ver aquí!

GENARO. -No tengo que ver, pero digo la verdad, ¿sabe?...

COMISARIO. -¡Que despeje, le he dicho!...

GENARO. -¡Eh, bueno!... Está bien. Ma es una incustisia... ¡Bruta quente!...

PERIODISTA. -Tiene que resignarse, señora. Es natural que le duela separarse de ellos, pero preferible es que se los mantenga la Sociedad a que mañana tengan que andar rodando por ahí...

INDALECIA. -Tendrá mucha razón, señor. Pero yo no puedo separarme de ellos...

INVÁLIDO. -¡Pero ha visto qué rica cosa!... Es la primera vez que la patria se ocupa de proteger a este viejo servidor, manteniéndole a los nietos, y vos te oponés. No seas mal agradecida, mujer... Mire, amigo, este brazo lo perdí en Estero Bellaco, y aquí en esta pierna tengo otra bala más, ¿sabe? Bueno, y ya ve lo que he ganao... Que mis hijos y mis nietos se vean en este estao. ¿Ahora se acuerdan? Está bien. Hay que agarrar no más... Vale más tarde que nunca, ¿no le parece?...

COMISARIO. -Es natural. Bien señora: tiene usted que resolverse y...

INDALECIA. -No, señor... Estoy bien resuelta. No me separo de mis pobres hijos... No puedo, no puedo... Nunca podría...

INVÁLIDO. -¡Pucha, mujer zonza! No parece hija mía...

COMISARIO. -¿Prefiere usted verlos morirse de hambre o convertidos en unos perdularios?

INDALECIA. -¡No! ¡No!... Ya me han ayudado a tomar pieza. Ahora, demen trabajo sí quieren; demen trabajo, que a mí no me faltan fuerzas, y yo me encargaré de mantenerlos y de educarlos...

GENARO. -Eso, sí está bien dicho...

COMISARIO. -Le he dicho que no se meta usted.

INDALECIA. -Y después, no son míos solamente. ¿Qué cuenta le voy a dar al pobre padre, que tanto los quiere, que se ha desvivido por ellos; qué cuenta le voy a dar cuando salga del hospital?... ¡No! ¡No!... ¡No es posible!... ¡Mis hijitos!...

COMISARIO. -¡Oh!... A ese respecto debe estar tranquila. Su marido está muy mal y difícilmente saldrá del hospital. En todo caso, quedará paralítico...

GENARO. -¡Oh, bruta quente!...

INDALECIA. -(Se echa a llorar.)

Escena VIII

EL FOTÓGRAFO de «Caras y Caretas». -(Al periodista.) Hola, amigo.

PERIODISTA. -¿Cómo le va? ¿Viene a sacar una nota?...

FOTÓGRAFO. -Precisamente. Una linda nota, por lo que veo... ¿Esta es la víctima?...

PERIODISTA. -¿Usted conoce al señor? (Presentándolo.) El comisario de la sección... Un repórter de «Caras y Caretas». (Saludos.)

FOTÓGRAFO. -Llego en un lindo momento. (Al mensajero que lleva los aparatos.) A ver... sacá pronto eso... (Al COMISARIO.) ¡Qué cuadros! ¿no?...

COMISARIO. -Ésos se ven a cada rato... Es una cosa bárbara la miseria que hay... (El FOTÓGRAFO rodeado de pilluelos y vecinos, acomoda la máquina sobre el trípode buscando la luz conveniente.)

FOTÓGRAFO. -Aquí queda bien. Así... (Los vecinos toman colocación frente al foco, tratando de salir en la vista.) Le tomaremos uno así llorando. Es un momento espléndido... (Enfoca.) Ustedes tendrán la bondad de retirarse... Más... Más lejos. (Al INVÁLIDO.) Usted también, retírese...

INVÁLIDO. -Yo soy el padre de ella, pues; ¿por qué vía salir?...

FOTÓGRAFO. -Está bien, disculpe... (Cuando se vuelve, todos se acomodan de nuevo.) He dicho que se retiren...

COMISARIO. -A ver... ¡Despejen!...

FOTÓGRAFO. -Ya les ha de llegar su turno. Pierdan cuidado... Bien... No se muevan... Un momento... Ya estuvo...

INVÁLIDO. -¿He salido bien yo?...

FOTÓGRAFO. -¡Macanudo!... (Al COMISARIO.) Ahora podrían ponerse ustedes. Y si la señora quisiera levantar la cabeza... (A INDALECIA.) ¡Señora!... ¡Señora!...

GENARO. -Métanme preso y hagan lo que quieran... Ma esto es una barbaridá... Mándase mudar... ¡Per Dío!... ¡Qué bruta quente!... Deque tranquila esa pobre muquer... ¡Caramba!... ¡Caramba!...

PERIODISTA. -(Al COMISARIO, que quiere intervenir.) La verdad es que no le falta razón... Sería mejor...

FOTÓGRAFO. -Por mí... La nota importante ya la tengo... (Se pone a empaquetar su aparato.)

INVÁLIDO. -Pero han visto este gringo, ¿qué se ha creído de la familia también?... ¡No faltaba más, hombre!...

COMISARIO. -(A INDALECIA.) Bueno, señora, no se aflija más y resuélvase.

INVÁLIDO. -Déjela. Sí ya está resuelta.

INDALECIA. -¡Mis pobres hijitos!... ¡No es posible!... ¡No puedo, me moriría!...

PERIODISTA. -Piense que es un egoísmo suyo. Por el momento, podrá mantenerlos si trabaja; pero puede ocurrirle que mañana no tenga que darles de comer... Enfermarse... morirse... ¿Qué va a ser de ellos?... Usted no pierde, dándolos al asilo... Los podría ver a menudo... Allí se formarán, aprenderán un oficio...

COMISARIO. -Y mañana serán hombres útiles para usted y para todos...

INVÁLIDO. -¡Claro está!... ¿Preferís verlos en la cárcel por bandidos?...

INDALECIA. -Bueno... Sí... Hagan de mí lo que quieran... ¡Sí!... ¡Sí!... ¡Pobres hijitos míos!...

COMISARIO. -Eso es entrar en razón... Bueno. Con ese dinero alquílese una pieza y mañana véngase por la comisaría con los chicos, que iremos a colocarlos, ¿eh?

PERIODISTA. -¿Nos vamos?... Bien... Adiós, señora. Tranquilícese usted... Sea razonable...

INVÁLIDO. -Da las gracias, pues, y saludá...

PERIODISTA. -Déjela... Le mandaremos por el comisario la plata que se reciba... (Al FOTÓGRAFO.) ¿Salimos?...

FOTÓGRAFO. -Sí, ¿cómo no?... Buenas tardes, señores.

COMISARIO. -(A GENARO.) Y a ver vos si te dejás de andar zonciando... (GENARO le vuelve la espalda.)

INVÁLIDO. -(Al COMISARIO.) Diga, mi jefe... Habrá unos níqueles pal milico viejo...

COMISARIO. -¿Para mamarte, no?...

INVÁLIDO. -¿Qué quiere, pues? Es lo único que me ha dao la patria... Un vicio...

COMISARIO. -(Riéndose.) Tenés razón. Tomá... (Mutis. Los muchachos y vecinos salen también detrás.)

INVÁLIDO. -(Volviéndose a INDALECIA.) ¡Che, mi hija!... Hoy no he morfao nada, ¿sabés?... Refílame un nalcito de esos que te dieron...

INDALECIA. -Tome... Tómelos todos... Yo para qué los quiero ahora... (Se abraza sollozando a sus hijos.)

Telón

Florencio Sánchez

domingo, 2 de mayo de 2010

Morosoli - Soledad

Soledad
Domínguez llegaba recién de las lagunas cortadas, con la ración para el caballo. Era su única tarea. Iba allá todos los días a recoger gramilla de superficie, y hojas de parietaria de los troncos podridos de los sauces, para darle a su viejo caballo. Era éste un animal sin dientes, bichoco y con los ojos opacos de nubes lechosas. Pero era también la única cosa viva que tenía Domínguez, para ocuparse de algo en la vida. Después de alimentarse él, no tenía nada, absolutamente nada de qué ocuparse. Estas hierbas que Domínguez traía a su caballo, eran el único alimento que el pobre animal podía comer. Enflaquecía a ojos vistas y era seguro que no salvaría con vida el invierno que comenzaba.

Ahora que había terminado con la tarea de racionar el caballo, Domínguez acercó la silla petisa, de asiento de cuero de vaca, hasta las tunas, se sentó y empezó el mate dulce. Era el desayuno.

Pero no tenía azúcar. Hacía dos días que desayunaba, almorzaba y cenaba con mate dulce y el azúcar se había terminado.

Pensó si iría a lo de un sobrino que tenía del otro lado del pueblo a procurarse algún alimento.

No tenía deseos de ir, porque el sobrino, junto con algún trozo de carne, gustaba darle consejos. Siempre le decía que parecía mentira que siendo tan viejo no hubiera aprendido a vivir. Y Domínguez se tenía "que olvidar sus canas y sujetarse las manos para que no se le estrellaran en los cachetes del mocoso".

Sí. No deseaba ir. Pero dos días sin comer ablandan el cogote... Tal vez podía pedir fiado en el boliche nuevo. Pero a lo mejor el bolichero nuevo estaba avisado por los bolicheros viejos... a los que Domínguez tenía "marcados y contramarcados". Y no es que fuera mal pagador. Lo que pasaba es que la pensión era muy chica. Y que cuando él cobraba se olvidaba que debía y se iba a comprar al centro con la piara en la mano.

Además por tres o cuatro días le gustaba ver vino, queso y dulce en la mesa.

Fue entonces que oyó el tambor y el clarín del circo. Un payaso jinete en un elefante andaba por las calles anunciando la función de la noche. Recordó enseguida que el hijo menor de Umpiérrez había pasado por allí, arrastrando una bolsa de gatos -una gata parida con seis gatitos- camino del circo.

-¿Qué herejías le andas haciendo a esos bichos? -le preguntó.

-Los llevo al circo... Compran gatos, perros y caballos, para darle de comer a las fieras...

Domínguez miró al fondo del terreno donde estaba el caballo viejo.

Que el animal estaba cerca del fin no había duda...

-Habrá que enterrarlo, pensó. Sacarlo de allí en una rastra... Pagar por ese trabajo. . . La policía siempre aparecía en esos casos... El rancho estaba en la "planta urbana"... Un caballo muerto es un problema bárbaro.. . Si no estuviera en la planta urbana se muere y se lo comen los cuervos... Pero... Lo volvió a mirar y lo hallaba cada vez más flaco...

Se paró con la yerba del mate sin mojar todavía. Se acercó al animal. Sobre los ojos tenía dos pozos como dos nueces... En el hocico empezaba a prosperar una granazón como una eczema fina y supurante. De noche tosía como un hombre. . . Algunos días ni las yerbas de la laguna comía... Pensándolo bien, con matarlo se le hacía un favor... Porque era evidente que se estaba muriendo en pie.. .

Pero morirse porque a uno le llegó la hora, o porque quién sabe quién lo ordena, es una cosa y que a uno lo maten para darle de comer a los bichos que hacen prueba, es Otra cosa...

Está bien.
______________________
El caballo viene hacia él. Siempre hace así. Se queda al lado hasta que él se vuelve hacia el rancho y entonces lo va empujando cariñosamente con la cabeza calzada en sus espaldas...

Es lo que hace ahora.

____________________


De tardecita salió. Ya había resuelto todo.

La resolución era esta: irse al boliche nuevo a pedir fiado. Si el hombre le fiaba, bien. Si no, iría al circo. ¿Qué iba a hacer?

-Bueno -le dijo al bolichero- yo soy Domínguez, el que vive en el rancho aquel... Soy pensionista pero todavía no vino el pago... necesito gastar dos o tres pesos...

Y agregó solemne:

-Si quiere saber cómo cumplo mis compromisos, pregunte en los otros boliches... Cuido más mi nombre que mi ropa... Y tengo fama de aseao.. .

Sonrió y esperó la respuesta.

Pero el otro también era especial. Le dijo lo siguiente:

-Mire, señor Domínguez, siento mucho no poderle fiar, porque usted se ve que es bueno derecho, y porque es pensionista además... a mí la gente pensionista, me gusta mucho. Pero mi capital son cien pesos... Cuando tenga más capital venga no más... ¿oyó?

Se dio vuelta y se fue.

-Si algún día tengo plata, -se dijo- lo que es a éste no le compro nada... Se ve que es un desconfiado número uno...

_____________________

Entre aquel olor a pasto, orines y carne podrida estaban las jaulas.

El iba por el corredor a oscuras. Las jaulas estaban a los lados. Se sentían movimientos y quejidos y ronquidos, pero no se veía nada. Sólo cuando se paró a hablar con el hombre vio ocho o diez puntos azules, como botones con luz, que sin duda serían los ojos de los leones o de los tigres.

-Vengo a vender un caballo. Medio grande -dijo.

-¿Gordo?

-No. Viejo... Caballo viejo gordo no hay... Pero es un caballo sano...

-Ocho pesos -contestó el otro. Domínguez preguntó:

-Dígame una cosa: ¿Cuánto vale un cuero?

-¿Usted viene a vender un cuero o un caballo?

-Un caballo.

-Bueno, si quiere lo trae sin cuero... Y ocho pesos... Y hoy, tiene que ser hoy... Pasado mañana nos vamos...

-¿Ustedes lo van a buscar?

-No, lo trae usted, hoy. Pasado mañana nos vamos.

_______________________

Lo trajo. Venían despacio. Muy despacio. Casi nadie se daba cuenta de que caminaban. Iban en la oscuridad como otra oscuridad que caminaba.

El caballo le había calzado la cabeza en la espalda, como empujándolo, pero sin duda para no perderse. . .

Domínguez sentía la cabeza en la espalda como un dolor que le llegaba del caballo.

Entró. Los bichos parecieron enloquecerse. Sabían que aquello era la comida.

Lo entregó allí en el corredor lleno de olores ácidos y rugidos.

-¿Cómo lo matan? -preguntó.

-Con eso.

El hombre, con una pequeña linterna señaló un marrón enorme lleno de sangre y pelos.

-¿Ahora?

-Sí, antes de la función. Los leones son viejos... Matamos el caballo delante de ellos y no les damos de comer... Cuando entran al circo parecen leones jóvenes.

Le dio los ocho pesos.

Domínguez empezó a caminar por el corredor a oscuras como borracho.

____________________________

Salió a la noche. Estaba enfermo. Con náuseas.

Entró en el primer boliche, tomó dos o tres cañas y después rumbeó hacia el mercado. Al fin llegó al rancho.

En medio de la noche sentía los ecos de la banda. Después los rugidos y aplausos y música otra vez. En el cielo la estrella de luces del circo se levantaba como un barco detenido.

Era muy tarde. Ahora ya no sentía nada ni estaba la estrella de luces. La noche se había vaciado de golpe y en ella quedaba solamente él, al lado de las tunas, con un fuego apagado y un asado que no había comido, esperando que amaneciera.

No fumaba, no pensaba, no estaba triste, no hacía nada más que estar en la noche, hasta que se dio cuenta que era una bobada esperar que amaneciera.

No tenía nada que hacer. Ni traer pasto de la laguna.

Ya nunca, nunca, lo que se dice nunca, tendría más nada que hacer.

Nada. Nada.

Entonces se puso a llorar.

Información sobre tragedia griega

EL TEATRO GRIEGO ORÍGENES Y EVOLUCIÓN DEL TEATRO El teatro en Grecia se ubica en los siglos V A.C. cuando Atenas estaba en su esplendor...