jueves, 1 de septiembre de 2011

Lope de Vega - Fuenteovejuna. Final del Acto I (texto)


Final del Acto I
Vanse todos. Salen LAURENCIA y FRONDOSO

LAURENCIA: 
A medio torcer los paños,
quise, atrevido Frondoso
para no dar qué decir,
desvïarme del arroyo;
decir a tus demasías
que murmura el pueblo todo,
que me miras y te miro,
y todos nos traen sobre ojo.
Y como tú eres zagal
de los que huellan, brioso,
y excediendo a los demás
vistes bizarro y costoso,
en todo lugar no hay moza,
o mozo en el prado o soto,
que no se afirme diciendo
que ya para en uno somos;
y esperan todos el día
que el sacristán Juan Chamorro
nos eche de la tribuna
en dejando los piporros.
Y mejor sus trojes vean
de rubio trigo en agosto
atestadas y colmadas,
y sus tinajas de mosto,
que tal imaginación
me ha llegado a dar enojo:
ni me desvela ni aflige
ni en ella el cuidado pongo.

FRONDOSO: 
Tal me tienen tus desdenes,
bella Laurencia, que tomo,
en el peligro de verte,
la vida, cuando te oigo.
Si sabes que es mi intención
el desear ser tu esposo,
mal premio das a mi fe.

LAURENCIA: 
Es que yo no sé dar otro.

FRONDOSO: 
¿Posible es que no te duelas
de verme tan cuidadoso
y que imaginando en ti
ni bebo, duermo ni como?
¿Posible es tanto rigor
en ese angélico rostro?
¡Viven los cielos, que rabio!

LAURENCIA: 
Pues salúdate, Frondoso.

FRONDOSO 
Ya te pido yo salud,
y que ambos, como palomos,
estemos, juntos los picos,
con arrullos sonorosos,
después de darnos la iglesia...

LAURENCIA: 
Dilo a mi tío Juan Rojo;
que aunque no te quiero bien,
ya tengo algunos asomos.

FRONDOSO: 
¡Ay de mí! El señor es éste.

LAURENCIA: 
Tirando viene a algún corzo.
Escóndete en esas ramas.

FRONDOSO: 
Y ¡con qué celos me escondo!

Sale el COMENDADOR

COMENDADOR: 
No es malo venir siguiendo
un corcillo temeroso,
y topar tan bella gama.

LAURENCIA: 
Aquí descansaba un poco
de haber lavado unos paños;
y así, al arroyo me torno,
si manda su señoría.

COMENDADOR: 
Aquesos desdenes toscos
afrentan, bella Laurencia,
las gracias que el poderoso
cielo te dio, de tal suerte,
que vienes a ser un monstruo.
Mas si otras veces pudiste
hüír mi ruego amoroso,
agora no quiere el campo,
amigo secreto y solo;
que tú sola no has de ser
tan soberbia, que tu rostro
huyas al señor que tienes,
teniéndome a mí en tan poco.
¿No se rindió Sebastiana,
mujer de Pedro Redondo,
con ser casadas entrambas,
y la de Martín del Pozo,
habiendo apenas pasado
dos días del desposorio?

LAURENCIA: 
Ésas, señor, ya tenían
de haber andado con otros
el camino de agradaros;
porque también muchos mozos
merecieron sus favores.
Id con Dios, tras vueso corzo;
que a no veros con la cruz,
os tuviera por demonio,
pues tanto me perseguís.

COMENDADOR: 
¡Qué estilo tan enfadoso!
Pongo la ballesta en tierra
[puesto que aquí estamos solos],
y a la práctica de manos
reduzco melindres.

LAURENCIA: 
¿Cómo?
¿Eso hacéis? ¿Estáis en vos?

Sale FRONDOSO y toma la ballesta

COMENDADOR: 
No te defiendas.

FRONDOSO: 
Si tomo
la ballesta ¡vive el cielo
que no la ponga en el hombro!

COMENDADOR: 
Acaba, ríndete.

LAURENCIA: 
¡Cielos,
ayúdame agora!

COMENDADOR: 
Solos
estamos; no tengas miedo.

FRONDOSO: 
Comendador generoso,
dejad la moza, o creed
que de mi agravio y enojo
será blanco vuestro pecho,
aunque la cruz me da asombro.

COMENDADOR: 
¡Perro, villano!...

FRONDOSO: 
No hay perro.
Huye, Laurencia.

LAURENCIA: 
Frondoso,
mira lo que haces.

FRONDOSO: 
Vete.

Vase LAURENCIA

COMENDADOR:
 ¡Oh, mal haya el hombre loco,
que se desciñe la espada!
Que, de no espantar medroso
la caza, me la quité.

FRONDOSO: 
Pues, pardiez, señor, si toco
la nuez, que os he de apiolar.

COMENDADOR: 
Ya es ida. Infame, alevoso,
suelta la ballesta luego.
Suéltala, villano.

FRONDOSO: 
¿Cómo?
Que me quitaréis la vida.
Y advertid que Amor es sordo,
y que no escucha palabras
el día que está en su trono.

COMENDADOR: 
Pues, ¿la espalda ha de volver
un hombre tan valeroso
a un villano? Tira, infame,
tira, y guárdate; que rompo
las leyes de caballero.

FRONDOSO: 
Eso, no. Yo me conformo
con mi estado, y, pues me es
guardar la vida forzoso,
con la ballesta me voy.

COMENDADOR: 
¡Peligro extraño y notorio!
Mas yo tomaré venganza
del agravio y del estorbo.
¡Que no cerrara con él!
¡Vive el cielo, que me corro!

FIN DEL PRIMER ACTO

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