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domingo, 27 de febrero de 2011

Hernández, José - La vuelta de Martín Fierro. Canto XXXII

Canto XXXII (La vuelta de Martín Fierro)
Enseñanza a sus hijos

-Un padre que da consejos
Más que padre es un amigo;
Ansi como tal les digo
Que vivan con precaución:
Naides sabe en que rincón
Se oculta el que es su enemigo.

Yo nunca tuve otra escuela
Que una vida desgraciada:
No estrañen si en la jugada
Alguna vez me equivoco,
Pues debe saber muy poco
Aquel que no aprendió nada.

Hay hombres que de su cencia
Tienen la cabeza llena;
Hay sabios de todas menas,
Mas digo, sin ser muy ducho:
Es mejor que aprender mucho
El aprender cosas gúenas.

No aprovechan los trabajos
Si no han de enseñarnos nada;
El hombre, de una mirada,
Todo ha de verlo al momento:
El primer conocimiento
Es conocer cuándo enfada.

Su esperanza no la cifren
Nunca en corazón alguno;
En el mayor infortunio
Pongan su confianza en Dios;
De los hombres, sólo en uno;
Con gran precaución en dos.

Las faltas no tiene límites
Como tienen los terrenos;
Se encuentran en los mas güenos,
Y es justo que les prevenga:
Aquel que defetos tenga,
Disimule los ajenos.

Al que es amigo, jamás
Lo dejen en la estacada,
Pero no le pidan nada
Ni lo aguarden todo de el:
Siempre el amigo más fiel
Es una conducta honrada.

Ni el miedo ni la codicia
Es güeno que a uno le asalten,
Ansi, no se sobresalten
Por los bienes que perezcan;
Al rico nunca le ofrezcan
Y al pobre jamás le falten.

Bien lo pasa, hasta entre pampas,
El que respeta a la gente;
El hombre ha de ser prudente
Para librarse de enojos:
Cauteloso entre los flojos,
Moderado entre valientes.

El trabajar es la ley,
Porque es preciso alquirir;
No se espongan a sufrir
Una triste situación:
Sangra mucho el corazón
Del que tiene que pedir.

Debe trabajar el hombre
Para ganarse su pan;
Pues la miseria, en su afán
De perseguir de mil modos,
Llama en la puerta de todos
Y entra en la del haragán.

A ningún hombre amenacen,
Porque naides se acobarda;
Poco en conocerlo tarda
Quien amenaza imprudente:
Que hay un peligro presente
Y otro peligro se aguarda.

Para vencer un peligro,
Salvar de cualquier abismo
-Por esperencia lo afirmo-,
Más que el sable y que la lanza
Suele servir la confianza
Que el hombre tiene en si mismo.

Nace el hombre con la astucia
Que ha de servirle de guía;
Sin ella sucumbiría:
Pero, sigún mi esperencia,
Se vuelve en unos prudencia
Y en los otros picardía.

Aprovecha la ocasión
El hombre que es diligente;
Y, tenganló bien presente:
Si al compararla no yerro,
La ocasión es como el fierro:
Se ha de machacar caliente.

Muchas cosas pierde el hombre
Que a veces las vuelve a hallar;
Pero les debo enseñar,
Y es gúeno que lo recuerden:
Si la verguenza se pierde,
Jamás se vuelve a encontrar.

Los hermanos sean unidos
Porque ésa es la ley primera
Tengan unión verdadera
En cualquier tiempo que sea,
Porque, si entre ellos pelean,
Los devoran los de ajuera.

Respeten a los ancianos:
El burlarlos no es hazaña;
Si andan entre gente estraña
Deben ser muy precavidos,
Pues por igual es tenido
Quien con malos se acompaña.

La cigüeña, cuando es vieja,
Pierde la vista, y procuran
Cuidarla en su edá madura
Todas sus hijas pequeñas:
Apriendan de las cigüeñas
Este ejemplo de ternura.

Si les hacen una ofensa,
Aunque la echen en olvido,
Vivan siempre prevenidos;
Pues ciertamente sucede
Que hablará muy mal de ustedes
Aquel que los ha ofendido.

El que obedeciendo vive
Nunca tiene suerte blanda,
Mas con su soberbia agranda
El rigor en que padece:
Obedezca al que obedece
Y será gúeno el que manda.

Procuren de no perder
Ni el tiempo ni la vergüenza;
Como todo hombre que piensa,
Procedan siempre con juicio;
Y sepan que ningún vicio
Acaba donde comienza.

Ave de pico encorvado
Le tiene al robo afición;
Pero el hombre de razón
No roba jamás un cobre,
Pues no es vergúenza ser pobre
Y es vergúenza ser ladrón.

El hombre no mate al hombre
Ni pelé por fantasía;
Tiene en la desgracia mía
Un espejo en que mirarse;
Saber el hombre guardarse
Es la gran sabiduría.

La sangre que se redama
No se olvida hasta la muerte;
La impresión es de tal suerte,
Que, a mi pesar, no lo niego,
Cai como gotas de juego
En la alma del que la vierte.

Es siempre, en toda ocasión,
El trago el pior enemigo;
Con cariño se los digo,
Recuérdenlo con cuidado:
Aquel que ofiende embriagado
Merece doble castigo.

Si se arma algun revolutis,
Siempre han de ser los primeros,
No se muestren altaneros,
Aunque la razón les sobre:
En la barba de los pobres
Aprienden pa ser barberos.

Si entriegan su corazón
A alguna mujer querida,
No le hagan una partida
Que la ofienda a la mujer:
Siempre los ha de perder
Una mujer ofendida.

Procuren, si son cantores,
El cantar con sentimiento,
Ni tiemplen el estrumento
Por sólo el gusto de hablar,
Y acostúmbrense a cantar
En cosas de jundamento.

Y les doy estos consejos
Que me ha costado alquirirlos,
Porque deseo dirigirlos;
Pero no alcanza mi cencia
Hasta darles la prudencia
Que precisan pa seguirlos.

Estas cosas y otras muchas
Medité en mis soledades;
Sepan que no hay falsedades
Ni error en estos consejos:
Es de la boca del viejo
De ande salen las verdades.-

Hernández, José - La vuelta de Martín Fierro. Canto XV

Canto XV (La vuelta de Martín Fierro)
Enseñanzas del viejo Viscacha

Siempre andaba retobao:
Con ninguno solía hablar;
Se divertía en escarbar
Y hacer marcas con el dedo,
Y en cuanto se ponía en pedo
Me empezaba a aconsejar.

Me parece que lo veo
Con su poncho calamaco,
Despues de echar un güen taco,
Ansí principiaba a hablar:
"Jamás llegues a parar
Ande veas perros flacos."

"El primer cuidao del hombre
Es defender el pellejo.
Lleváte de mi consejo,
Fijáte bien en lo que hablo:
El diablo sabe por diablo,
Pero más sabe por viejo."

"Hacéte amigo del juez;
No le des de que quejarse;
Y cuando quiera enojarse
Vos te debés encoger,
Pues siempre es güeno tener
Palenque ande ir a rascarse."

"Nunca le llevés la contra,
Porque él manda la gavilla:
Allí sentao en su silla,
Ningún güey le sale bravo;
A uno le da con el clavo
Y a otro con la cantramilla."

"El hombre, hasta el más soberbio,
Con más espinas que un tala,
Aflueja andando en la mala
Y es blando como manteca:
Hasta la hacienda baguala
Cai al jagüel con la seca."

"No andés cambiando de cueva;
Hacé las que hace el ratón.
Conserváte en el rincón
En que empezó tu esistencia:
Vaca que cambia querencia
Se atrasa en la parición."

Y menudiando los tragos
Aquel viejo, como cerro,
No "olvidés", me decía,"Fierro,
Que el hombre no debe crer
En lágrimas de mujer
Ni en la renguera del perro."

"No te debes afligir
Aunque el mundo se desplome.
Lo que más precisa el hombre
Tener, según yo discurro,
Es la memoria del burro,
Que nunca olvida ande come.

"Deja que caliente el horno
El dueño del amasijo;
Lo que es yo, nunca me aflijo
Y a todito me hago el sordo:
El cerdo vive tan gordo,
Y se come hasta los hijos."

"El zorro que ya es corrido
Dende lejos la olfatea;
No se apure quien desea
Hacer lo que le aproveche
La vaca que más rumea
Es la que da mejor leche."

"El que gana su comida
Güeno es que en silencio coma;
Ansina, vos, ni por broma
Querás llamar la atención:
Nunca escapa el cimarrón
Si dispara por la loma."

"Yo voy donde me conviene
Y jamás me descarrío;
Lleváte el ejemplo mío,
Y llenarás la barriga:
Aprendé de las hormigas:
No van a un noque vacío."

"A naides tengás envidia:
Es muy triste el envidiar;
Cuando veás a otro ganar,
A estorbarlo no te metas:
Cada lechón en su teta
Es el modo de mamar."

"Ansí se alimentan muchos
Mientras los pobres lo pagan;
Como el cordero hay quien lo haga
En la puntita, no niego;
Pero otros, como el borrego,
Todo entera se la tragan."

"Si buscás vivir tranquilo
Dedicate a solteriar
Más si te querés casar,
Con esta alvertencia sea:
Que es muy difícil guardar
Prenda que otros codicean."

"Es un bicho la mujer
Que yo aquí no lo destapo,
Siempre quiere al hombre guapo;
Mas fijate en la eleción,
Porque tiene el corazón
Como barriga de sapo."
Y gangoso con la tranca,
Me solia decir: "Potrillo,
Recién te apunta el cormillo,
Mas te lo dice un toruno:
No dejés que hombre ninguno
Te gane el lao del cuchillo."

"Las armas son necesarias,
Pero naides sabe cuándo;
Ansina, si andás pasiando,
Y de noche sobre todo,
Debés llevarlo de modo
Que al salir, salga cortando."

"Los que no saben guardar
Son pobres aunque trabajen;
Nunca, por más que se atajen,
Se librarán del cimbrón:
Al que nace barrigón
Es al ñudo que lo fajen."

"Donde los vientos me llevan
Allí estoy como en mi centro;
Cuando una tristeza encuentro
Tomo un trago pa alegrarme:
A mí me gusta mojarme
Por ajuera y por adentro."

"Vos sos pollo, y te convienen
Toditas estas razones;
Mis consejos y leciones
No echés nunca en el olvido:
En las riñas he aprendido
A no peliar sin puyones."

Con estos consejos y otros
Que yo en mi memoria encierro,
Y que aquí no desentierro,
Educándome seguía,
Hasta que al fin se dormía
Mesturao entre los perros.

lunes, 24 de enero de 2011

José Hernández - Martín Fierro. Canto VII (texto)

Marín Fierro
Canto VII. Pelea con el moreno

188

De carta de más me vía
sin saber a donde dirme;
mas dijeron que era vago
y entraron a perseguirme.

189

Nunca se achican los males,
van poco a poco creciendo,
y ansina me vide pronto
obligado a andar juyendo.

190

No tenía mujer ni rancho
y a más, era resertor;
no tenía una prenda güena
ni un peso en el tirador

191

a mis hijos infelices
pensé volverlos a hallar,
y andaba de un lao al otro
sin tener ni qué pitar.

192

Supe una vez por desgracia
que había un baile por allí,
y medio desesperao
a ver la milonga fui.

193

Riunidos al pericón
tantos amigos hallé,
que alegre de verme entre ellos
esa noche me apedé.

194

Como nunca, en la ocasión
por peliar me dio la tranca.
Y la emprendí con un negro
que trujo una negra en ancas.

195

Al ver llegar la morena,
que no hacía caso de naides,
le dije con la mamúa:
va–ca–yendo gente al baile.

196

La negra entendió la cosa
y no tardó en contestarme,
mirándome como a un perro:
más vaca será su madre.

197

Y dentró al baile muy tiesa
con más cola que una zorra,
haciendo blanquiar los dientes
lo mesmo que mazamorra.

198

!Negra linda!– Dije yo.
Me gusta– pa la carona;
y me puse a champurriar
esta coplita fregona:

199

a los blancos hizo Dios,
a los mulatos san pedro,
a los negros hizo el diablo
para tizón del infierno.

200

Había estao juntando rabia
el moreno dende ajuera;
en lo escuro le brillaban
los ojos como linterna.

201

Lo conocí retobao,
me acerqué y le dije presto:
po–r–rudo que un hombre sea
nunca se enoja por esto.

202

Corcovió el de los tamangos
y creyéndose muy fijo:
¡más porrudo serás vos,
gaucho rotoso!, Me dijo.

203

Y ya se me vino al humo
como a buscarme la hebra,
y un golpe le acomodé
con el porrón de ginebra.

204

Ahi nomás pegó el de hollín
mas gruñidos que un chanchito,
y pelando el envenao
me atropelló dando gritos.

205

Pegué un brinco y abrí cancha
diciéndoles: caballeros,
dejen venir ese toro.
Solo nací– solo muero.

206

El negro, después del golpe,
se había el poncho refalao
y dijo: vas a saber
si es solo o acompañado.

207

Y mientras se arremangó,
yo me saqué las espuelas,
pues malicié que aquel tío
no era de arriar con las riendas.

208

No hay cosa como el peligro
pa refrescar un mamao;
hasta la vista se aclara
por mucho que haiga chupao.

209

El negro me atropelló
como a quererme comer;
me hizo dos tiros seguidos
y los dos le abarajé.

210

Yo tenía un facón con s,
que era de lima de acero;
le hice un tiro, lo quitó
y vino ciego el moreno;

211

y en el medio de las aspas
un planazo le asenté,
que lo largué culebriando
lo mesmo que buscapié.

212

Le coloriaron las motas
con la sangre de la herida,
y volvió a venir jurioso
como una tigra parida.

213

Y ya me hizo relumbrar
por los ojos el cuchillo,
alcanzando con la punta
a cortarme en un carrillo.

214

Me hirvió la sangre en las venas
y me le afirmé al moreno,
dándole de punta y hacha
pa dejar un diablo menos.

215

Por fin en una topada
en el cuchillo lo alcé,
y como un saco de güesos
contra un cerco lo largué.

216

Tiró unas cuantas patadas
y ya cantó pal carnero:
nunca me puedo olvidar
de la agonía de aquel negro.

217

En esto la negra vino
con los ojos como ají
y empezó la pobre allí
a bramar como una loba.
Yo quise darle una soba
a ver si la hacía callar,
mas pude reflesionar
que era malo en aquel punto,
y por respeto al dijunto
no la quise castigar.

218

Limpié el facón en los pastos,
desaté mi redomón,
monté despacio y salí
al tranco pa el cañadón.

219

Después supe que al finao
ni siquiera lo velaron,
y retobao en un cuero,
sin rezarle lo enterraron.

220

Y dicen que dende entonces,
cuando es la noche serena
suele verse una luz mala
como de alma que anda en pena.

221

Yo tengo intención a veces,
para que no pene tanto,
de sacar de allí los güesos
y echarlos al camposanto.

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