Estos trabajos fueron realizados por alumnos del liceo 27 frente a una propuesta escrita. Están digitalizados y presentados tal cual las alumnas lo escribieron.
Trabajo realizado por la alumna Roxana Graziosi
Liceo 27
PROPUESTA: Presentación del Hidalgo y proceso de la locura de Alonso Quijano.
El nombre de la novela “El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha” nos dice que se va a tratar de una persona ingeniosa, no que está loca. Hidalgo es hijo de algo, el último título del escalafón de la nobleza por lo que en el título encontramos una contradicción ya que lo nombra como hidalgo y como Don a la vez, que es un título de mayor importancia, mostrando al principio del título lo que él realmente es “el ingenioso hidalgo” y luego en que quiere convertirse “Don Quijote de la Mancha”.
Para el narrador, el lugar de origen de este hidalgo poco importa, pero sí importan los detalles de cómo vivía para poder entenderlo. Sus posesiones no eran muchas pero entre ellas tenía un perro galgo que usaba para cazar y se lo puede tomar como un animal de alguien de la nobleza, que eran los que usualmente los tenían.
Luego podemos leer una descripción de lo que él comía y vemos que su comida era rutinaria, sin mucho esmero y de alguien pobre.
De la misma manera se vestía, aunque el narrador quiera adornarlo para parecer que vestía con fineza.
Este personaje de unos cincuenta años, que lleva una vida rutinaria, comienza a “enloquecer”. La única compañía que él tenía era una ama de llaves con la cual no podía conversar por una cuestión de diferencias de clases sociales. Una sobrina muy joven que para el hidalgo nada podía saber de la vida y un mozo también sirviente y joven, por lo que este hidalgo se encontraba solo, aburrido y ocioso la mayor parte del día por lo que pasaba muchas horas leyendo libros de caballería y la lectura lo fue atrapando de tal manera que hasta dejó de lado el ejercicio de la caza que tanto le gustaba, e incluso la administración de su hacienda.
Comenzó leyendo con afición y gusto y luego pasó a curiosidad, obsesión hasta tener una actitud prácticamente adictiva, al punto de vender cosas para comprar más libros. Le gustaba encerrarse en ese mundo de las novelas y al dejar la caza dejó lo único que lo conectaba con la realidad.
Le gustaba tratar de entender lo que era imposible porque estaba negado por el propio lenguaje de los novelistas, era la típica lectura de evasión la que lo atrapaba y a pesar de que se desvelaba tratando de entender éste es recién el comienzo del proceso de su locura. Hasta ahora es notorio solamente el primer motivo para enloquecer, que es la soledad.
Pero aún mantiene la cordura, ya que es capaz de discernir todavía entre lo real y lo ficticio. Pero aunque pone en duda la veracidad de las historias no dejan de gustarle.
Le gustaban las novelas con un final abierto o que prometían nuevas aventuras y hasta ganas de seguir escribiendo él, aún piensa en ser el narrador, pero está a un paso de querer ser el protagonista.
Pero fue tanto lo que se enfrascó en la lectura que pasaba las noches despierto y en el día seguía soñando despierto, el narrador soñaba esto en la metáfora “pasaba las noches leyendo de claro en claro y los días de turbio en turbio. Y así de poco dormir y mucho leer se le secó el cerebro, de esa manera que vino a perder el juicio”. Acá es cuando comienza a querer vivir todo aquello que leía y empieza a acentuarse su locura. El narrador lo muestra con una serie de adjetivos que cuando uno los lee, y se pone en el lugar del personaje, se da cuenta de la confusión, entrevero y locura que se está procesando en Alonso Quijano. Ya dejó de dudar de la veracidad de las historias, ahora estaba convencido de que eran reales.
Su locura es tal que comienza a mezclar los personajes de las diferentes historias con caballeros de la realidad y cree que es mejor caballero aquel que peleó con gigantes que obviamente no era real, y hasta pierde la noción del tiempo cuando habla de personajes que vivían en siglos diferentes y él los muestra como conviviendo en una misma época.
Y así por la soledad, el ocio, la lectura desmedida y las ganas de evadir la realidad, podemos decir que el personaje “enloqueció”.
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Trabajo realizado por la alumna María de los Ángeles de Mello
Liceo 27
Propuesta: Análisis de la presentación del Hidalgo y el proceso de la locura
Dicen por allí que cunado un buen lector asume lo que el autor quiere transmitir, se vuelve con poco de lector a co-autor.
Este personaje de tanto leer se terminaría leyéndose a sí mismo, ávido, con demasiado ocio, fue tierra fértil su mente para desarrollar locas ideas, que su autor preferido inculcó en él. Es muy cierto que un hábil autor promueve que su incauto lector (desarrolle, cual obra teatral), en su vida, las vivencias de los personajes, que con sabia destreza este autor describe. Las novelas de caballería eran propias lecturas del vulgo, literatura chatarra, destinada al solaz de la gente sin mucha pretensión literaria.
Este personaje de Cervantes “enamora” al lector y éste lo leerá y releerá durante diferentes etapas de la vida, ya que no pierde vigencia a lo largo del tiempo. Pese a que Cervantes ha escrito otras obras, ésta puede decirse que es su obra maestra de corte tragicómico, que de tan trágico resulta cómico y de tan cómico resulta trágico.
Vivía este hidalgo en un lugar impreciso de la Mancha, (“de cuyo nombre no quiero acordarme”), “no ha mucho tiempo” y pasarán años y quizás algún siglo y ese tiempo no será mucho cuando los agradecidos lectores descubran a este rico/pobre personaje.
Este era un hidalgo (hijo de algo), de lanza en astillero y adarga antigua, que representa a la dinastía de su familia. No sería un paria, sino un descendiente de caballero.
Tenía por pertenencia, el despojo de días mejores, rocín flaco y galgo corredor, animales que supieron de tiempos mejores. Su alimento, algo diezmado y con aburrida rutina. Su vestimenta acompañante de su pasado mejor, se honraba con su vellorí “de lo más fino” no por su fineza sino por su finura, provocada ésta por el uso de tiempos indefinidos.
Hombre de cincuenta años, que vivía en compañía de su sobrina “que no llegaba a los veinte” un ama y un mozo de campo que cumplía con todos los quehaceres de la casa. Que vivían con él pero no complementaban su vida.
Quijada, Quesada o Quijana (pues no queda claro cuál sería su verdadero nombre) era seco de carnes y enjuto de rostro, de flacura externa, casi frágil su contextura. Aficionado a la lectura de novelas de caballería, ocupaba sus ratos de ocio, (que eran los más de su vida) en ello. Dejó poco a poco sus aficiones a la caza, y abandonó hasta la administración de su hacienda, cada vez más absorto en aquellas aventuras que lo transportaban a heroicas travesías. Su mente intentando desentrañar lo imposible “la razón de la sinrazón que a mi razón se hace de tal manera...”.
Su desatino lo llevó a vender parcelas de su hacienda para comprar libros.
Su mente comenzó a trastornarse.
Se vio cual brioso caballero andante, inmerso en heroicas aventuras. Comenzó a leerse a sí mismo en cada página que pasaba.
Ya no salía de caza, sus ratos de ocio ya no eran tales, ya que estos estaban ocupados en la obstinada idea de su transformación.
Su locura fue irrumpiendo primero en sus ideas, luego en sus desatinos. Primero le vino el deseo de tomar la pluma y reconcluir lo leído.
Discutía sobre cuál habría sido el mejor caballero. Su “locura” lo llevó a poco dormir y mucho pensar, a mucho leer y más que mucho imaginar.
Se comenzó a leer a sí mismo. Rematado su juicio, desarrolló la loca idea, no por diversión, sino por el servicio de su república yn para lograr así el aumento de su honra. Se vio coronado, lleno de gloria, tenía la experiencia adquirida en las incontables novelas leídas. Su pobre cerebro trastornado lo sumió en la loca aventura de ser el ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha.
Hidalgo y Don juntos en ese oxímoron, ingenioso, pues, su nuevo personaje necesita de su ingenio, sería ahora Quijote, un “grandote” y como todo personaje con alcurnia, sería “de la Mancha”, para que sus glorias dejaran en claro de dónde provenía tan heroico caballero. No hay ya para él, otra historia más cierta en el mundo que lo que su fantasía había creado.
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