sábado, 23 de julio de 2011

Delmira Agustini - Explosión (Análisis)

Análisis de Explosión de Delmira Agustini

Tema y Título

El tema del poema es la explosión que el yo lírico siente cuando el amor verdadero, el sensorial, llega a su vida. Según la Real Academia Española: explosión significa “liberación brusca de una cantidad de energía (…) encerrada en un volumen relativamente pequeño, la cual produce un incremento violento y rápido de la presión (…) va acompañada de estruendo y rotura violenta del recipiente que la contiene.

Si tomamos esta definición que en realidad refiere al proceso químico, podemos vincular el sentir de este yo lírico que se libera, y esta liberación que está movida por esa mágica fuerza, esa energía inexplicable y enloquecedora que es el amor. Sentimiento que mueve al mundo y que revoluciona el interior humano. Cabe aclarar que el yo lírico habla de dos tipos de amor: el que contiene la idea, y no deja de fermentarse en un “volumen relativamente pequeño” que es la mente humana, y el que se siente, sale, se vive, “explota”, “produce el incremente violento y rápido de la presión”, rompe las ataduras corporales y lo obliga a zambullirse en los brazos del otro de forma violenta y pasional. De este último, en contraposición con el primero es que quiere hablar el yo lírico. Ha vivido imaginando el amor, ha vivido pensando qué sería, pero ahora que lo siente, nada tiene comparación. Ahora la vida tiene sentido, ahora, no importa las consecuencias de esta “explosión”, rápida, inesperada, descontrolada, e incontrolable.

Estructura externa

El poema está escrito en forma de soneto, es decir, dos cuartetos (cuatro estrofas) y dos tercetos (tres estrofas) con una rima consonante (total) y en versos endecasílabos (once sílabas). La elección de la forma no es inocente. El soneto es una de las formas más rígidas en la poesía, por lo tanto en ella, que es un “volumen pequeño” – de acuerdo a la RAE – se concentra toda la emoción del amor, entonces la explosión será del ser que lo enuncia, y será aún mayor.

Estructura interna

Esta estructura se refiere al contenido del poema, y no deja de estar relacionado con la forma. Podemos pensar que en los cuartetos se plantea la situación que ha descubierto el yo lírico, cómo ha entendido al amor hasta ahora, y cómo lo siente hoy. Y en los tercetos se plantea el presente, resumiendo la misma situación de los cuartetos, pero ahora con toda la fuerza explosiva de sentir en el presente el amor.

Análisis del primer cuarteto

¡Si la vida es amor, bendita sea!
Quiero más vida para amar! Hoy siento
que no valen mil años de la idea
lo que un minuto azul de sentimiento.

El poema comienza con los signos de exclamación que ya demuestran esa explosión de sentimientos. El yo lírico ha descubierto que si el sentido de estar vivo es el amor, pues entonces bienvenida la vida para ella y para todos los que puedan sentir el amor. Su afirmación es absolutamente subversiva y revolucionaria para su época. La expresión “bendita sea” proviene del lenguaje religioso, y significa alabar, engrandecer, ensalzar. Bendecir es “consagrar al culto divino algo, mediante determinada ceremonia” (RAE). Sin embargo, en la época en que Delmira vivía, tal afirmación resulta una herejía, era exaltar algo que se relaciona con los sentidos, lo sensual, lo que los cristianos denominan “concupiscencia”, que sería la exaltación de las placeres corporales. Tomando una cita bíblica que afirma la primera carta de Juan, capítulo 4, versículo 16: “Dios es amor; y el que vive en amor, vive en Dios, y Dios en él” -intertextualidad que hace el yo lírico – podemos ver su rebeldía.  Claramente el amor que propone esta carta no es el amor erótico, sino el amor divino, también llamado “ágape”, que es amor a Dios y a los hermanos en la fe. La rebeldía del yo lírico es traspasar esta idea al amor erótico, real, físico, y mezclarlo con lo divino. Cambia la palabra “Dios” por “vida”, y adjunta el “bendita sea”, como si todo el discurso religioso que le han enseñado hasta el momento contradijera lo que hoy siente, como si ese discurso la hubiera obligado a estar pasiva, sintiendo el amor como una idea lejana e inalcanzable físicamente, y no le hubieran explicado, ni le hubieran dado permiso para descubrir esta otra forma de sentir.

Es esta nueva forma de sentir la que la lleva a afirmar “quiero más vida para amar”, el sentimiento nuevo es tan poderoso que haberlo descubierto también revela la angustia de la muerte. No está pensando, como le enseñaron en su época. a desear la vida después de la muerte, quiere la vida que acá se siente, que acá se vive, que acá se ama.

A través del encabalgamiento - cuando un verso continúa en el siguiente- el yo deja aislado y reforzado el marco temporal: “hoy siento”, y esto es subjetivo, por lo tanto no es cuestionable, es personal, de esta manera, qué discurso religioso puede atreverse a desmentir lo que el yo siente.

Los últimos dos versos del cuarteto oponen las dos ideas, la que le han planteado y la que ha descubierto. Esta oposición se vuelve violenta por la fuerza que le da la antítesis:

 “que no valen mil años de la idea
lo que un minuto azul de sentimiento.

“Mil años” contra “un minuto”, “la idea” contra “el sentimiento”. Haber perdido mil años soñando con el amor no vale nada cuando uno se encuentra verdaderamente con el sentimiento. Todo pierde sentido. Si le dieran al yo lírico mil años de vida, pero sólo le permitieran la idea del amor, lo cambiaría, sin dudar, por un solo minuto del sentimiento real, verdadero, aunque eso sólo fuera lo que le quedara de vida.

La palabra “azul” resulta emblemática en el texto. Recordemos que Delmira está influida por el modernismo, y el nicaragüense Ruben Darío ha publicado su libro “Azul” que ha marcado a los poetas de América y España. El color azul luego de esa publicación se ha convertido en símbolo de escritura apasionada, de pasión rebelde y real, también mezclada con la melancolía, de un mundo que los excluye por querer sentir, y expresar como bandera sus sentimientos, en un mundo materialista y enloquecido por los nuevos inventos tecnológicos, y perdido en el principio del consumismo.

Segundo cuarteto

Mi corazón moría triste y lento...
Hoy abre en luz como una flor febea.
¡La vida brota como un mar violento
donde la mano del amor golpea!

El segundo cuarteto comienza con la personificación del corazón, o tal vez una metonimia de él. Lo importante es que representa lo más íntimo y más vital del ser humano, y por lo tanto donde se encuentran, para ese yo lírico, sus sentimientos, que mueren de una tristeza lenta. Esto es lo que ha provocado la idea, una agonía constante e inacabable, hasta este “Hoy”. Para mostrar esta agonía, el yo lírico usa los puntos suspensivos, porque si no hubiera aparecido este “Hoy”, esta nueva forma de sentir, de vivir, de amar, lo único que le hubiera quedado es más agonía, que en el tiempo se prolonga, y también lo hace en el verso, dejando lo que sigue en un futuro, de manera incierta. Pero aparece ese “Hoy”, ese presente rompe con la agonía y vuelve al yo lírico al centro, que suge de esta nueva revelación. Otra vez aparece la antítesis entre la muerte del corazón, y la apertura a la luz. Este nuevo sentir la invita a renacer, a volver a nacer, a volver a una nueva vida. La comparación: “hoy abre en luz como una flor febea”, refiriéndose al corazón, deja entrever la antítesis de la oscuridad de la muerte con la nueva luz que ahora se abre. La imagen “flor febea” muestra la belleza con que el yo visualiza su corazón, frágil, pero hermoso, con un nuevo perfume, con la delicadeza de sus pétalos, y también con lo efímero, pero ¿qué importa si al menos logra abrirse y sentir lo que tanto le fue negado? La palabra “febea” refuerza la imagen de luz. Febo es el dios de la luz en la cultura griega, y uno de los rasgos de estilo del modernismo es utilizar palabras referidas a culturas antiguas, que también los alejaran de la vulgaridad que los rodeaba. Así el yo usa la palabra “febea” y relaciona este renacer con algo divino, mágico, milagroso. Su corazón vuelve a la vida porque alguna divinidad le ha permitido ese milagro.

Los últimos dos versos del cuarteto terminan en una imagen que reafirma la violencia de la explosión a través de la comparación, y la metáfora. “La vida brota” podríamos encuadralo dentro de las figuras metafóricas, ya que esta parece tener un movimiento propio, una vida dentro de ella misma que se mueve sin la intervención humana, como una planta que crece sola o una cañería que se rompe y el agua inunda todo. Así la vida, lentamente va creciendo en el yo lírico, a pesar del yo, o sin control de ella. La comparación de esa vida con el mar violento, nos completa la imagen de lo incontrolable. ¿Quién puede detener el mar? ¿Quién puede hacer que deje de estar violento? ¿Qué puede el hombre frente a él, cuando se propone arrasar con todo? Así la vida invade al yo, y lo que mueve a ese mar es la fuerza divina del amor, personificado en la mano que golpea a ese mar. Una vez más, si Dios es quien tiene el poder de hacer tal cosa, pues entonces su amor no va contra las creencias que le enseñaron, sino que esas enseñanzas han sido mentirosas, o no han sido completas. No se puede para lo irrefrenable, cuando la mano es tan poderosa como para violentar, revolucionar todo sus sentidos y sentimientos. El amor llama a su corazón, y ya nada puede detenerlo.

¡La vida brota como un mar violento
donde la mano del amor golpea!

Los tercetos

Hoy partió hacia la noche, triste, fría...
rotas las alas, mi melancolía;
como una vieja mancha de dolor
en la sombra lejana se deslíe...
¡Mi vida toda canta, besa, ríe!
¡Mi vida toda es una boca en flor!

Los tercetos comienzan, una vez más, con el adverbio “hoy”, sin embargo hablará de su condición pasada y de un quiebre entre ese presente y su pasado.

El primer verso muestra su condición pasada, su melancolía, su tristeza difusa, su agonía lenta ha terminado, ha partido, ya no es parte de su presente, ha marchado a donde tiene que estar, en la oscuridad en la que ha vivido hasta entonces: “la noche, triste, fría”. Una vez más esta noche la representa en su pasado, por eso es “triste”, porque ese es el sentimiento que la ha ahogado hasta este “hoy”. La frialdad también se había apoderado del yo lírico, que no tenía otra opción hasta ahora de mantenerse aislada del calor humano, porque no le estaba permitido, ya que el amor no era más que una idea, y no una vivencia.

Una vez más, los puntos suspensivos sugieren la partida, el verso queda suspendido, y parece como si el yo viera partir esa tristeza, esa noche, esa frialdad a un mundo que ya no le pertenece.

rotas las alas, mi melancolía;
como una vieja mancha de dolor
en la sombra lejana se deslíe...

Lo que parte es la melancolía que parecía tener las alas rotas, es decir, el desencanto parecía no poder desaparecer jamás de ella, lo que le hacía pensar que no existía ninguna esperanza de algo diferente. Esta melancolía está animalizada al hablar de sus alas rotas. Esto hace más milagroso la llegada del amor como algo real. Compara esa melancolía con “una vieja mancha de dolor”, pensando siempre que la mancha se relaciona con la oscuridad y que se contrapone con la luz que ahora ella siente en su corazón. Es “vieja” porque la conoce desde siempre, y porque ya no tenía esperanza de que desapareciera. Al ser vieja, también era más difícil de quitar de su alma, y esto se vuelve trágico si pensamos que lo que esa mancha significa es “dolor”. La melancolía, arraigada a ella sólo podía producir un dolor lento, molesto, indefinible.

El yo lírico hace un violento encabalgamiento entre un terceto y otro, y termina su idea sugiriendo que la sombra, la mancha vieja del dolor se desata de ella y parte a la “sombra lejana”, su vida ahora es luz, nada tiene que hacer esa sombra en su presente.

¡Mi vida toda canta, besa, ríe!
¡Mi vida toda es una boca en flor!

Termina el poema con dos versos marcados por los signos de exclamación que expresan la explosión que el yo siente en el presente. A su vez utiliza un paralelismo (repetición de la misma estructura gramatical) que reafirma su pasión. Ya no es el yo el que siente, es “mi vida toda”, con todo lo que ella implica. Las expresiones son de felicidad intensa: “canta, besa, ríe”. En una palabra: vive, con todos sus sentidos, con todo su ser. Utiliza verbos para mostrar que de aquella pasividad en la que estaba inmersa, ahora hay acción vital, vida en movimiento, alegría suprema.

El último verso es una metáfora de lo que significa estar viva: “es una boca en flor”, su actitud ahora es la de tomar la vida, gustar de ella, besarla, amarla. Y el estar “en flor” implica el nuevo nacimiento que ahora está experimentando en el mejor momento de su vida, en el más bello, en el que vale pena vivirla, porque está brotando y abriéndose a ella.

Trabajo realizado por la Prof. Paola De Nigris
Licencia de Creative Commons
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial 4.0 Internacional.

Juana de Ibarbourou - La hora (Análisis)

ANÁLISIS DE “LA HORA” DE JUANA DE IBARBOUROU

Tema y Título:

El tema del poema es el tópico tan conocido como “Carpe diem”, que significa “Aprovecha el día”. Este tema viene desde la época de la antigüedad, del poeta Horacio. Es por esta razón que el poema está marcado por las anáforas: “ahora”, “hoy”. Son palabras que se repiten y reafirman la idea de no dejar pasar el momento cuando éste es propicio, cuando aún hay tiempo de disfrutarlo, de gozarlo con todos los sentidos, con todo el ser; porque el tiempo pasa, y destruye lo bello del presente, y el único fin posible es la muerte, terminante, real, e inapelable. El presente es de lo único que uno puede hacerse, ya que el pasado no puede cambiarse, y el futuro es incierto. Pero el “Carpe diem” no significa el suicidio, ni el descontrol que lleva a la muerte lenta, que hoy en día podemos vivir, sino el disfrute, el placer de aprovechar ese momento, de vivir plenamente, de tomar lo que el presente me da.

Por todo esto es que el poema se llama “La hora”, porque la hora es ahora. Porque ha llegado el momento y la amante se lo muestra al tú lírico, en forma de ruego, casi como una orden, pero la desesperación de quien sabe cual es su fin, el único que tenemos todos los humanos, la muerte y la vejez. ¿Qué importa, después, lo que quería, sino tuve el valor de tomarlo en el momento más pleno?

La conciencia del tiempo que corre angustia al yo lírico, que vive en una sociedad que desprecia o juzga el placer, o la belleza del momento íntimo. Una época que no le permite disfrutar sin culpa, de esa sociedad el yo lírico prefiere pasar, rebelarse, y atreverse a decirle a su amante que es tiempo de disfrutar, animarlo a hacerlo, algo subversivo, más aún si viene de una mujer.

Estructura externa

Lo interesante de esta estructura es que está formada en dísticos (estrofas de dos versos). Esta forma, relacionada con las incesantes anáforas le dan al poema un ritmo ágil, vertiginoso que se relaciona con la desesperación y la angustia para que el tú lírico comprenda la importancia del pedido.
Los versos son difíciles de contar, pero podemos ver que tiene una rima consonante, y las estrofas son diez. Pero el poema se divide en dos partes, y esto se relaciona con la estructura interna.

Estructura interna

Las primeras cinco estrofas están marcadas por las anáforas “tómame” y “ahora”, resaltando las cualidades de juventud y belleza que el yo posee en este momento.

Las otras cinco refieren a la muerte, al futuro, a lo que sucederá si se desperdicia esa “primavera” de la vida. Y comienza con un verso con una métrica menor (cinco sílabas) y un “después”. Para terminar reafirmando la importancia del presente.

Primera parte

El yo lírico utiliza permanentemente, además de la anáfora, el paralelismo (igual estructura gramatical) “Tómame ahora que aún…”, “Ahora que tengo…”, “ahora que calza…”, “ahora que en mis labios…”. El paralelismo va intensificando la pasión del decir, del imaginar, siempre unido a la angustia de saber que eso que está ahora, no será después.

Tómame ahora que aún es temprano
y que llevo dalias nuevas en la mano.

El verbo con el que empieza el poema está presentado en un modo imperativo, y el presente, porque es urgente y necesario que el tú lírico comprenda que debe tomarla. No importa lo que otros digan, no importa para ella guardar su “honradez” si esta termina envejeciendo o muriendo sin haber descubierto el goce de vivir. Por eso “aún es temprano”, aún es el momento, aún se puede, aunque el mundo no lo considere decente, no importa, es algo físico, personal, es el momento de ella, biológico y no social.

Luego el yo lírico se va describiendo a sí misma a través de metáforas relacionadas con la naturaleza. Ella es naturalmente joven y bella; ¿qué tiene que ver eso con las normas sociales? Es natural ser bella y es natural ser joven, por lo tanto es natural disfrutar de esos dones. Por eso ella utiliza la metáfora “dalias nuevas en la mano”. Sus manos, símbolo de entrega, de lo que tiene para dar al otro está llena de nuevas flores, de nuevos perfumes, de nuevas sensaciones táctiles, suaves y dispuestas para él. Todo su ser está renovado porque es joven, y ya ha pasado su estado de niñez, ahora está física y naturalmente preparada para conocer ese mundo que se le brinda.

Tómame ahora que aún es sombría
esta taciturna cabellera mía.

El segundo dístico habla de su cabellera, que “es sombría” por lo tanto es negra, no tiene en ella indicio de canas, símbolo de la vejez, por lo tanto es nueva, es hermosa. La palabra “taciturna” abre dos posibles interpretaciones, ya que taciturno significa triste, melancólico o apesadumbrado. De esta manera podemos pensar que el yo lírico siente su cabellera taciturna porque nadie disfruta con su tacto, así la cabellera parece tener la condición del mismo yo, como si su tristeza por no disfrutar el ahora haya pasado a su cabello. Pero también si pensamos en la melancolía o la pesadumbre, pensamos en algo que se prolonga en el tiempo, y por lo tanto es largo, lo que podría sugerir que su cabellera es larga y más bella aún, por su condición de oscuridad y vitalidad.

Ahora, que tengo la carne olorosa,
y los ojos limpios y la piel de rosa.

En el tercer dístico cambia la imagen, que deja de ser puramente visual para ser ahora también olfativa “carne olorosa”, “piel de rosa”. Su carne, dicho de forma básica, está recubierto de un olor agradable, nuevo, renovador. No pesan en ella los años, ni las angustias y decepciones de la vejez, por eso sus ojos son “limpios”. Los ojos, ventanas del alma, muestran ese interior inocente aún, que no conoce las tristezas de la vida. Es por eso que este es el mejor momento, está nueva para empezar a vivir. Lo mismo sugiere la metáfora “piel de rosa”, con el agregado del tacto, una piel así es suave y agradable, delicada y plena.

Ahora que calza mi planta ligera
la sandalia viva de la primavera

El siguiente dístico pasa a mencionar los pies. La descripción que el yo hace de sí misma tiene un orden caótico: las manos, la cabellera, la carne, los ojos, la piel, los pies y luego los labios. Como si ella fuera recordando, de forma emocional sus atributos. Así como recuerda en desorden, también cambia la anáfora, ya no es “tómame”, sino “ahora”, ya, no es bueno seguir esperando porque sólo provocará más desesperación ver lo que se empieza a perder. Sus pasos son ligeros, camina casi como bailando, no le pesa el andar, por eso la metáfora “mi planta ligera/ la sandalia viva de la primavera”. Sus pies están cargados de vida, la vida que le da la juventud de la primavera, la estación del amor, la estación del nuevo nacimiento. Ahora ella puede seguirlo, correr, vivir, bailar, todas expresiones de una vida plena de felicidad.

Ahora que en mis labios repica la risa
como una campana sacudida a prisa.

El último dístico de esta parte recurre a una nueva imagen sensorial, ya usó la visual “la taciturna cabellera”, “los ojos limpios”, entre otras; la táctil “la piel de rosa”, como un ejemplo; la olfativa “carne olorosa”, y ahora utilizará la auditiva “en mis labios repica la risa/ como una campana sacudida a prisa”. La vida se capta con todos los sentidos, se aprehende con ellos, se disfruta pleno si ningún sentido queda afuera. Así quiere el yo lírico ser tomada por el tú lírico, con todo su ser. Primero utiliza la metáfora “repica la risa”, su entusiasmo, su alegría es sincera, estruendosa, espontánea y explosiva y la comparación con la campana reafirma esta idea: es “sacudida a prisa”, no hay prejuicios en su alegría, no hay represión, es naturalmente desinhibida y fresca.

Segunda parte

Después...¡oh, yo sé
que nada de eso más tarde tendré!

Aquí comienza la segunda parte del poema en la que el yo deja ver su angustia por el tiempo que pasa, y el amante no termina de decidirse, tal vez movido más por el “decoro” y las “buenas costumbres”. Tomar a una mujer sin casarse en ese tiempo está mal visto. Pero ella trata de mostrar que nada tiene que ver las presiones sociales, con lo que naturalmente ella está experimentando en su ser biológico. Por eso el “después” seguido de los puntos suspensivos, el futuro es incierto, y el tiempo corre, lo que se traduce en la angustia marcada por los signos de exclamación y la imprecación “¡oh, yo sé/ que nada de eso más tarde tendré!”. El encabalgamiento (cuando un verso continúa en el siguiente) marca la certeza “yo sé”, es inevitable, es indiscutible, la vejez vendrá para todos, aunque intentemos luchar contra ella: “nada de esto más tarde tendré”, cómo no disfrutarlo ahora, si es seguro que no va existir más esa juventud, esa alegría, esa belleza de la que hoy reboza.

Que entonces inútil será tu deseo
como ofrenda puesta sobre un mausoleo.

Se apela directamente al tú lírico: “inútil será tu deseo”, de que sirve haber deseado algo tanto, si cuando estaba en el mejor momento no se aprovechó. Una vez más, la comparación del deseo ahora se relaciona directamente con la muerte, “ofrenda puesta sobre un mausoleo”. La ofrenda, las flores que se llevan a los muertos, y que también están muertas por ser arrancadas, no sirven de nada a la hora de la muerte, ¿es que el muerto las disfruta? La hora de disfrutar es cuando se está vivo. Después es sólo el llanto que no cambia nada, y que no satisfizo ningún deseo.

¡Tómame ahora que aún es temprano
y que tengo rica de nardos la mano!

Este dístico retoma el casi de forma forma idéntica el primer dístico del poema, con la única diferencia que ahora las flores están definidas: “nardos”. Esta elección no es inocente. Los nardos son flores que abren de noche y tienen un olor penetrante, lo que simbolizan la unión sexual que ella le está invitando a vivir al tú lírico.

Hoy, y no más tarde. Antes que anochezca
y se vuelva mustia la corola fresca.

La antítesis “hoy, y no más tarde” es terminante, el tiempo corre, y no se puede esperar al futuro, la hora es ahora, y la metáfora “anochezca” refiere a la cercanía de vejez. Si la noche es símbolo de la muerte, el anochecer del hombre no es otra cosa que su vejez. Lo mismo sucede con la metáfora “se vuelva mustia la corola fresca”, siendo que la corola es lo que sostiene a la flor, y ponerse mustia implica arrugarse, tal como le pasa a los seres humanos. Ahora está “fresca” pero más tarde estará “mustia”, esto es un proceso natural, es también una antítesis natural.

Hoy, y no mañana. Oh amante, ¿no ves
que la enredadera crecerá ciprés?

Utiliza el paralelismo: “hoy, y no más tarde”, “hoy, y no mañana”, porque la pasión y la desesperación van creciendo en intensidad, necesita convencer al amante que salte por encima de todas las convenciones sociales.

Termina con una pregunta retórica, es decir una pregunta que encierra dentro de sí mismo la respuesta. Las dos plantas que se mencionan tienen también una relación antitética, la enredadera refiere a la vida, plena, que abraza cualquier cosa que esté en su centro y que crece frenéticamente hacia el sol, hacia las alturas; sin embargo el ciprés es la planta que los griegos usaban para honrar a sus muertos. Así que la pregunta es clara: lo que hoy es enredadera, mañana será ciprés, planta muerta.

Trabajo realizado por la Prof. Paola De Nigris
Licencia de Creative Commons
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial 4.0 Internacional.

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