lunes, 2 de marzo de 2009

La Ilíada - Información general

La épica de Homero (La Ilíada)

Ubicación:

Dentro de la literatura griega podemos encontrar dos épocas bien definidas. Una, llamada época primitiva que va desde el Siglo IX al VI A.C y otra que es la llamada época clásica, que se ubicaría en los Siglo V y IV A.C.

La épica de Homero está ambientada con anterioridad a la primera época (primitiva) y se cree que fue escrita en el siglo IX A.C. En la época primitiva la literatura era fundamentalmente oral y quienes se encargaban de difundirla eran los aedas, que en las reuniones de los nobles contaban las hazañas de los héroes. En la Odisea aparece un aeda que justamente canta las hazañas de Odiseo en la corte de los fenicios, sin saber que él está presente. Así la función primera de esos cantos era entretener a la nobleza y enseñarles. Entre los conceptos que se enseñaban era la importancia del areté, término que estudiaremos más adelante.

La Ilíada y la Odisea narran las hazañas ocurridas en el “ciclo troyano” que se ubica mucho antes del Siglo VIII A.C. Allí se habla de la guerra de Troya y de la vuelta de Odiseo a Ítaca, su tierra natal. Veremos que de la guerra de Troya, la Ilíada sólo menciona un período muy corto. La guerra dura diez años y la obra habla de sólo dos meses.
La época clásica es la de mayor auge de la literatura griega. Es la época donde abundan las tragedias, las comedias, y los tratados filosóficos, así como los históricos.

La cuestión homérica
Sobre este tema los críticos no están de acuerdo. No se sabe si Homero existió como tal, o fueron muchos autores, también llamado homéridas, quienes escribieron estas obras, así como un conjunto de poemas que también se atribuyen a Homero.

Existen algunas diferencias de estilo que hacen que la crítica no llegue a una idea que conforme a todos.

Algunos creen que Homero era un bardo ciego de Quío. Pero hoy en día la discusión académica sostiene que estas epopeyas se compusieron de forma oral y formularia, así los poemas son un complejo sistema de dichos poéticos tradicionales, comunes de varias generaciones de bardos heroicos.

Homero o los homéridas no sería más que compiladores de un material antiguo cantado por los aedos o rapsodas que recitaban con cítaras y liras, de forma improvisada, los relatos de los reyes y jefes guerreros de los tiempos heroicos, mezclado con la leyenda.

La poesía épica o epopeya. Concepto de héroe

Se le llama así a las narraciones extensas, hechas en verso, que cuentan las historias legendarias de los héroes en los albores de una civilización.

Las épicas o epopeyas no existen sólo en el mundo griego, sino en toda civilización que comienza y pretende fundar los cimientos de ella, su tradición. Es por eso que en los poemas épicos ensalzan el pasado legendario de un pueblo, cuyo centro es la figura del héroe.

Un héroe es un personaje destacado que encarna la máximo de las cualidades valoradas en su cultura de origen. Comúnmente el héroe posee habilidades sobrehumanas o rasgos de personalidad idealizados o fantásticos que le permiten llevar a cabo hazañas extraordinarias y positivas («actos heroicos») por las que se hace famoso. El héroe debe pasar por ciertas pruebas que lo conforman como tal, y va a encarnar todo lo que la sociedad espera de un hombre de su comunidad. Así que los héroes cambiarán según la época y la cultura en que se encuentren inmersos. El premio de estas hazañas será el recuerdo permanente de su comunidad y una fama inmortal.

Por ejemplo, en la cultura griega, un héroe generalmente era descendiente de una deidad y de un mortal. Sin embargo, hay otros héroes griegos que no descienden de un dios, pero reciben la ayuda de uno. No se puede ser héroe si no hay un dios detrás.

El héroe griego. Concepto de areté

Para entender al héroe griego debemos adentrarnos en el concepto de areté.

En primer lugar tengamos presente que los poemas épicos tenían además de la finalidad de divertir, la de educar a la nobleza, lo que los griegos llamaban “paideia”. Esto es fundamento de la civilización, como todas las épocas. La educación es la que transmite los valores de la comunidad a través de los siglos. Sin ella ninguna comunidad puede sostenerse. La educación es la transmisión de consejos o reglas externas que ayudan a la convivencia comunitaria, así como la transmisión de un saber profesional, una habilidad. A este conjunto de reglas, los griegos llamaban "techné".

La poesía épica también contribuía a esa techné en lo que respecta a la formación del hombre mediante la creación de un tipo ideal, un hombre tal como debe ser, no importa cuán útil sea, lo fundamental en la cultura griega es la “belleza” en el sentido de imagen anhelada del ideal. Esta imagen no nace del azar, sino que es producto de una disciplina consciente. El hombre debe ser íntegro, tanto en su conducta exterior como en su interior.

Este ideal que se enseñaba estaba destinado a la clase noble, en la idea de un hombre superior que aspira a la selección de la raza. Esta educación estaba basada en el concepto de areté. La palabra más cercana en español a este concepto es la de “virtud” como expresión del más alto ideal caballeresco unido a una conducta cortesana y selecta. Es en el heroísmo guerrero donde encontramos el sentido de esta palabra.

El hombre ordinario (entiéndase por esta palabra "común") no tiene areté. Los griegos consideran la destreza y la fuerza física como un supuesto de la posición dominante, por lo tanto señorío y areté son conceptos íntimamente unidos. Sólo en los últimos libros, Homero entiende por areté las cualidades morales o espirituales. La areté denota que la bravura y el valor en la guerra también significan habilidad y astucia, sin importar que el héroe sea “bueno” como lo entenderíamos hoy.

La calidad del hombre debe ser tanto en la guerra como en su vida privada.

Homero también consideraba una característica esencial al sentido del deber. Es necesario despertar en la nobleza el sentimiento del deber frente al ideal.

El orgullo de la nobleza está fundado en sus ancestros ilustres, pero esto no alcanza, debe conservarse mediante las virtudes que se conquistan con la lucha cuyo premio es la areté. Su esfuerzo y su vida entera son una lucha incesante por la supremacía entre sus pares, donde se debe alcanzar el primer premio. Incluso en la paz se muestra el placer de la lucha, es una ocasión para mostrar su areté, así los nobles solían hacer juegos de destreza y pruebas donde poder destacarse.

También era parte de la areté su dominio de la elocuencia, de la oratoria. El dominio de la palabra significaba la soberanía del espíritu.

Íntimamente relacionado con la areté se halla el honor. Dice Aristóteles: “Es notorio que los hombres aspiran al honor para asegurar su propio valor, su areté. Aspiran así a ser honrados por las gentes juiciosas que los conocen y a causa de su propio y real valer. Así reconocen el valor mismo como lo más alto”. El hombre homérico adquiere conciencia de su valor por el reconocimiento de la sociedad a la que pertenece. Así honra y honor están unidos en este concepto. La areté se mide por el reconocimiento de otros. La negación del honor era la mayor tragedia humana. Los héroes se tratan entre sí con respeto y honra, en ello descansa todo el orden griego. Así es natural que los héroes reclamen más honor debido a un servicio prestado. La exigencia de recompensa es algo decisivo. El elogio o la desaprobación son fuentes de honor o deshonor.

La areté heroica se perfecciona sólo con la muerte física del héroe, por lo tanto ésta se halla en el hombre mortal, y se perfecciona con su fama que perdura aún después de muerto, y que acompañó y dirigió toda su vida.

“Así se comprende el trágico conflicto de Aquiles en la Ilíada. Su indignación contra los griegos y su negativa a prestarles ayuda no procede de una ambición individual excesiva. La grandeza de su afán de honra corresponde a la grandeza del héroe y es natural a los ojos del griego. Ofendido este héroe en su honor se conmueve en sus mismos fundamentos la alianza de los héroes aqueos contra Troya. Quien atenta a la areté ajena pierde el sentido mismo de la areté.”

(Los datos de esta parte son extraídos del texto “Paideia” de Werner Jaeger)

La Ilíada – resumen del argumento

La Ilíada se sitúa en el último año de la guerra de Troya, que constituye el telón de fondo de su trama. Narra la historia de la cólera del héroe griego Aquiles. Insultado por su comandante en jefe, Agamenón, el joven guerrero Aquiles se retira de la batalla, abandonando a su suerte a sus compatriotas griegos, que sufren terribles derrotas a manos de los troyanos. Aquiles rechaza todos los intentos de reconciliación por parte de los griegos, aunque finalmente cede en cierto modo al permitir a su compañero Patroclo ponerse a la cabeza de sus tropas. Patroclo muere en el combate, y Aquiles, presa de furia y rencor, dirige su odio hacia los troyanos, a cuyo líder, Héctor (hijo del rey Príamo), derrota en combate singular. El poema concluye cuando Aquiles entrega el cadáver de Héctor a Príamo, para que éste lo entierre, reconociendo así cierta afinidad con el rey troyano, puesto que ambos deben enfrentarse a la tragedia de la muerte y el luto.

La religión griega

Una de las características de ésta es el politeísmo (muchos dioses). Estos dioses eran antropomórficos (forma de hombre) y estaban provistos de algunos atributos que los caracterizaban como el rayo, el tridente, el arco y las flechas. Cada dios tenía ciertos poderes y sectores en los que intervenían, así Apolo era el dios de la medicina, la música, la luz; Ares era dios de la guerra, Hermes del comercio, y mensajero de los dioses, Afrodita, del amor, Atenea de la sabiduría, y así sucesivamente. Sin embargo, cada una de estas divinidades no existen más que por los lazos que la unen con un sistema divino global.

Los griegos rendían culto a varias divinidades e incluso a los héroes. Cada uno de ellos podía ser invocado según su función, o el lugar del culto.

Los dioses tenían la particularidad de ser inmortales, pero no eternos. En la mitología griega existía un comienzo del reinado de Zeus, por ejemplo. Él no había sido siempre el dios más poderoso, sino que tuvo que pelear con otras entidades divinas para acceder al Olimpo. Tuvieron un nacimiento, pero no tendrán una muerte. Eso los lleva a tener una vida muy similar a la de los hombres. Se alimentan de “ambrosía”, néctar y del humo de los sacrificios. Y al igual que los hombres están sometidos a la Moira o destino. A pesar de eso, intervienen en los asuntos humanos.

Los dioses olímipicos nacieron unos de otros y forman entre sí una familia bien jerarquizada.

Las Moiras

Las Moiras son la personificación del destino. Normalmente se las conoce como tres seres: Cloto (“la que hila”), Láquesis (“la que asigna el destino”) y Átropos (“la inflexible”). Su misión es asignar el destino a los seres que nacen, deparándoles suertes y desgracias. Ellas velan porque el destino de cada cual se cumpla, incluyendo el de los propios dioses.

Asisten al nacimiento de cada ser, hilan su destino y predicen su futuro. Se las representaba como tres mujeres de aspecto severo: Cloto, con una rueca; Laquesis, con una pluma o un mundo y Átropos, con una balanza.

Ya que en el momento del nacimiento decidían cuál iba ser la vida del nacido, predestinaban sus actos y el momento de su muerte. El destino era determinado mediante un hilo de lana blanca o dorada para los momentos de felicidad, o de lana negra para los momentos de dolor. La más joven, Cloto, preside el momento del nacimiento y lleva el ovillo de lana con el que va hilando el destino de los hombres; la segunda en edad, Láquesis, enrolla el hilo en un carrete y dirige el curso de la vida y la anciana Átropos, coge del carrete el hilo de la vida y lo corta con sus tijeras de oro sin respetar la edad, la riqueza, el poder, ni ninguna prerrogativa, y así ésta llega inevitablemente a su fin.
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