ANÁLISIS DE “EL PERRO Y EL FRASCO”
Trabajo realizado por la Prof. Paola De Nigris
El título de este texto encierra dos elementos fundamentales. Ambos elementos son antitéticos, ya que el perro es un animal tosco y vulgar, mientras el frasco, al que hace referencia, contiene el perfume más exquisito y delicado del mejor perfumista. Podemos ver también una antítesis en la imagen olfativa que ambos elementos proponen. El primero tiene un olor particular que no es precisamente agradable, y el perfume es un olor exótico y delicado, que despierta y agrada los sentidos. Sin embargo, podríamos encontrar una relación entre ellos si pensamos que el perro se caracteriza por tener un olfato privilegiado, pero esto no alcanza para apreciar al perfume, porque el perro no pierde su esencia de perro. Ambos elementos son metáforas que se irán descubriendo en el texto.
El tema de este texto es la relación publico y artista. Por más que el artista trate de darle lo mejor de sí, el público no puede acceder a la obra, porque no pierde su esencia mediocre. Así como el perro desprecia el arte, el artista desprecia su público. No olvidemos que Baudelaire se encuentra a finales del siglo XIX, donde el artista siente que su público no comprende su arte y termina aislándose de la realidad, algo que en el siglo XX se criticará, pero no podrán evitar hacer lo mismo.
El perro tiene la característica de ser un animal fiel y esa fidelidad lo vuelve tonto, porque termina siendo fiel no a su dueño sino a la mediocridad que es su esencia. Su fidelidad no será tal a la hora de reconocer el perfume. A su vez el perfume es un misterio que solo se descubre cuando se destapa el frasco. Lo que nos haría pensar que el título también es simbólico porque ambas son metáforas del público y la poesía, y la poesía sólo se descubre cuando tenemos la actitud del alma que nos permite acceder a ella.
Podríamos encontrar en este texto tres partes. La primera sería el llamado al perro, la segunda la actitud del perro al acercase al perfume y la tercera la reflexión del poeta.
En la primera parte de esta prosa poética el personaje llama a su perro con una serie de nombres cariñosos, buscando una repuesta positiva del animal. En esa enumeración trata de halagarlo llamándolo, primero “lindo” apelando un aspecto estético, luego “bueno” sugiriendo la cualidad de su personalidad y por último buscando lo afectivo al decirle “pichicho”.
Todas estas estrategias tienen el propósito de hacerle conocer lo exquisito lo único lo original lo mejor que se puede encontrar. Así es para el poeta la poesía que construye, un perfume exquisito que solamente puede apreciar un alma preparada para ese encuentro, pero que el poeta inocentemente supone que puede ser apreciada por cualquiera. Este desencanto se transforma en el tema tan romántico de la soledad del creador y a su vez de la incomprensión que vive y que lo lleva siempre a un aislamiento.
En la segunda parte el perro se acerca obediente y confiado al llamado de su amo, respuesta que es natural por su cualidad de fidelidad y que hace más honda la incomprensión del poeta porque al ser fiel, esta fidelidad no llega al punto de aceptar lo que a uno le gusta. En el lenguaje el poeta desprecia al perro porque lo llama “pobres seres” porque su única forma de expresarse es mover la cola. Podríamos ver una antitesis entre esa falta de comunicación del perro que solo puede mover la cola y el poeta que cuenta con un arsenal de palabras para hacernos vibrar con su poesía. Sin embargo ambos tienen problemas de comunicación y de los dos el más despreciado es el poeta y no el perro, porque el poeta es más incomprendido que el perro. Mientras que el perro moviendo la cola puede expresar sus sentimientos, el poeta puede desvelarse buscando las palabras justas para terminar en que nadie lo comprenda, por lo tanto su alegría y tristeza son en vano.
El perro tiene una actitud curiosa que podría ser algo apreciable en un poeta, porque este busca esa actitud en quien lee sin embargo se necesita más que eso para llegar a la poesía, se necesita la sensibilidad.
Hay una imagen abyecta en el hocico húmedo del perro y el perfume exquisito que parecen mezclarse de manera despreciable, pero que el poeta no parece reparar en eso. Él sigue confiando como el perro en la gente y esperando inocentemente en el gusto del público.
Ese frasco se le ofrece al perro con toda su exquisitez, sin embargo el perro lo rechaza no lo comprende y encima le reprocha al personaje haberlo hecho pasar por esa experiencia repugnante.
Es interesante reparar en el temor del perro porque la poesía genera temor, ya que implica meterse en los laberintos interiores del ser humano y conocerse a sí mismo y a otros mundos, transportarse a lugares inconmensurables, y el perro es un animal mundano, sin espiritualidad, incapaz de transportarse a esos niveles.
Al final el autor hace una reflexión sobre la actitud del perro y concluye que es un miserable porque le gusta la miseria porque prefiere el excremento, lo despreciable, los desechos antes que la belleza, la pureza, lo ideal, lo magnifico. Llama al perro “indigno compañero de mi triste vida”, porque no merece acompañarlo, y esto hace más patética su vida. Está condenado a la soledad absoluta. Recién ahí nos enteramos que el perro es el público a partir de la comparación “te pareces”. El público también es un compañero indigno del poeta, y la tristeza de su vida está en esa incomprensión asegurada.
Este público no merece una poesía que “lo exaspere”, que lo haga razonar, reflexionar sobre su vida y sus sentires. Esos perfumes son demasiados delicados para la grosería que acostumbra a consumir.
El poema termina con un oxímoron (cuando se unen dos palabras contrarias de manera inseparable) al decir “basura cuidadosamente seleccionada”. Nada más se merece el público. Sólo basura, deshechos que la única consideración que debe tener el poeta es seleccionarla con cuidado.
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial 4.0 Internacional.
No hay comentarios:
Publicar un comentario