domingo, 23 de agosto de 2009

Dante - Información General

Dante


De Teresa Torres y Margarita Carriquiri
(resumen del libro "Dante" realizado por Paola De Nigris)

Alta Edad Media

Se podría llamar a este período de la Edad Media “oscurantismo”, ya que el mismo se vio marcado por la caída del imperio romano, una la permanente amenaza de los bárbaros y una supremacía religiosa de un cristianismo católico que pone énfasis en la vida ultraterrena. Lo que importa en esta época no es la vida en esta tierra, sino la promesa de una vida mejor luego de la muerte. Pero a esa vida mejor no resulta fácil de acceder, porque se pone énfasis en las obras del hombre, por esto el hombre se sienta culpable por el hecho de ser tal y estar siempre pecando a causa de sus deseos carnales, se sienta abrumado por la amenaza del fin del mundo y con la casi inevitable perdición de sí mismo.

San Agustín, teólogo de la época, ve a la historia del hombre como una manifestación de la voluntad de Dios y de su plan divino. El hombre, que es imperfecto por naturaleza, es salvado únicamente por la gracia divina, y ella sólo elige a unos pocos, mientras que la mayoría será condenada al infierno.

Según Hauser, historiador actual, esta época se caracteriza porque en ella la idea del progreso es desconocida. Esta es una época que busca conservar fielmente lo antiguo y lo tradicional. Los valores supremos están fuera de duda, y se encuentran encerradas en formas eternamente válidas. La posesión de estos valores es el objeto de la vida.

Esta es una época de tranquilidad, segura de sí misma, robusta en su fe, que no duda de la validez de su concepción de la verdad, ni de sus leyes morales, no conoce el conflicto espiritual, ni tiene problemas de conciencia, y no siente deseos de novedad ni se cansa de lo viejo.

Su arquitectura usa el estilo románico, también llamado “fortalezas de Dios”, que son edificaciones caracterizadas por su pesadez, sus gruesas paredes, escasas aberturas, y que hablan de un hombre encerrado, temeroso de lo externo y agobiado por la presencia de un dios distante y duro.

Baja Edad Media

Esta es una época de renacer en todos planos de la actividad humana. Nacen la ciudades, como lugar de encuentro y puesta a punto con el mundo. Comienza la economía monetaria y mercantil. Aumenta la producción. Los caminos se llenan de mercaderes y viajeros. Las clases altas descubren el placer de aparentar, de brillar en los acontecimientos mundanos y el lujo, que comienza a ser un signo de poder y una forma de disfrutar de lo terrenal y lo cotidiano.

La Iglesia intenta acompañar este movimiento disciplinando al clero y a la actividad de los laicos. La visión de la divinidad cambia, y ahora el hombre se siente protegido por un amoroso ser supremos al cual puede llegar a través de la invocación de los santos o de la virgen. Ahora el representante religioso de la baja Edad Media es Santo Tomás de Aquino, quien manifiesta su confianza en la posibilidad del hombre de comprender las verdades mediante la razón y planteaba el destino de salvación de los mortales, confiando en un racional plan divino.

La educación se va independizando del poder de la Iglesia: aparecen las Universidades laicas.

En arquitectura aparece el estilo gótico. La catedral ya no se aferra a la tierra sino que se lanza a la búsqueda de las alturas, con torres que terminan en agujas, muros que se adelgazan y luz que entra a raudales. El hombre se yergue sobre la tierra, pero aunque no olvida la posibilidad de castigos en el más allá, ahora la vida lo invita a disfrutar. El culto a la Virgen María pasa a un primer plano y se la ve como la intermediaria ideal entre el hombre y Dios.

La literatura

La lengua se desprende del latín y evoluciona hacia lo que hoy conocemos (español, francés, italiano) como lengua romances, aunque el latín seguirá conservando su puesto como lengua erudita, aunque estas nuevas manifestaciones lingüísticas irán ganando terreno.

Los primeros frutos de la literatura fue en la épica, donde surgen los “cantares de gesta”, que son narraciones poetizadas de las aventuras de los héroes. Pero es en la lírica donde se marcan las bases de la sensibilidad de Occidente.

Tres grandes pasos podremos hallar a este respecto: la lírica trovadoresca, la escuela de Sicilia y el Dolce Stil Novo donde encontramos a Dante.

Lírca trovadoresca

Esta fue la lírica cultivada por los trovadores entre los siglos XI y XII en lengua románica que se conoce por lengua “provenzal”. El trovador es un poeta que además de escribir, compone la música de sus creaciones, por lo tanto hace poesía destinada a ser cantada y a ser escuchada por un público analfabeto, en la mayoría de los casos.

La cultura de los trovadores es amplia ya que no sólo debe ceñirse a moldes estróficos fijos sino además conocer de música, mientras que el juglar sólo debe entonar bien y ejecutar al menos un instrumento. Solamente los trovadores pertenecen a la clases altas, a diferencia de los juglares, pero ambos gozan la consideración de los nobles.

A partir del siglo XII cambian las costumbres sociales. La mujer, vista hasta ese momento como un ojeto doméstico degradado por ser la causante del pecado, comienza a ejercer un rol protagónico como señora del castillo y centro de la vida social. En este marco la lírica trovadoresca desarrolla un concepto de amor, el amor cortés, que implica un traslación del vasallaje político al campo sentimental: la dama es el ser superior al que el enamorado rinde culto y ofrece su vida como servicio. Este sentimiento exige la discreción del poeta, dado que la dama ha de ser casada. Es este un amor adúltero basado idea de que no puede haber “amor verdadero” en el matrimonio. La dama aparece así idealizada y distante, vista como la poseedora de las máximas virtudes, tanto físicas como morales, y es origen y destinataria del hacer poético.

La escuela de Sicilia

En la corte de Federico II (Siglo XIII) se sitúa el centro de la vida intelectual del momento. Allí se tradujeron los primeros textos filosóficos y científicos de la Antigüedad. Surgen también una cantidad importantes de poetas que Dante llamo “De Vulgari Eloquentia”. Esta primera escuela de lírica italiana repite los temas, los motivos y hasta la misma métrica de la poesía provenzal. La dama es lejana, bella y soberbia como señora feudal y el poeta le habla como vasallo, en tono de extrema humildad. La monotonía que implica la repetición es disimulada por una habilidad técnica muy importante.

Parte del mérito de esta escuela fue el introducir y preservar la temática de los juglares franceses, además del realce que se le dio a la lengua romance.

El Dolce Stil Novo

Vinculados a la concepción del amor cortés y procurando reaccionar contra las convenciones y la frialdad de las composiciones de la escuela siciliana, los poetas del Dolce Stil profundizan en los conceptos de la lírica provenzal hasta el punto de elaborar una verdadera filosofía del amor. Dentro de esta escuela se encuentra Dante como uno de los exponentes emblemáticos de la misma.

Este movimiento sostiene la correspondencia entre el amor y el corazón gentil. Esta gentileza espiritual debe entenderse como la posesión de cualidades imprescindibles para sentir amor. Sólo hay verdadero amor si hay un corazón gentil. Esta unión es indisoluble y va más allá de la voluntad o cualquier otro poder. Esta “obligatoriedad” del sentimiento amoroso será la que llevará a Francesca a decir en el Canto V “el amor, que se apodera pronto de los corazones gentiles, hizo que este se prendase de la hermosa figura que me fue arrebatada del modo que todavía me atormenta. El amor, que al que es amado obliga a amar, me infundió por éste una pasión tan viva, que, como ves, aún no me ha abandonado”.

La figura de la dama idealizada también llamada la “donna angelicata” (la mujer ángel) llega con el Dolce Stil a su punto culminante, y su belleza física y espiritual es el estímulo para hacer vibrar el noble corazón del amante, que encuentra, a través de ella, el camino a la perfección y a la verdad.

En el corazón gentil irrumpe el amor ante la visión de la dama, esa fuerza amable pero feroz y enajenante produce un registro de particulares sensaciones, pensamientos, placeres y dolores. El poeta del Dolce Stil se vuelca complacido a la contemplación de sí mismo y a la recreación poética de todo lo que pasa dentro de su pecho. Amar, sufrir, gozar, complacerse en el sentimiento, recrearlo, analizarlo, he ahí uno de los grandes hallazgos del movimiento. Mientras que la mujer aparece como una sonrisa o una mirada distante, los estremecimientos del alma que ella produce son seguidos punto por punto, hay un enamoramiento de verse amar que se explota poéticamente.

Ser víctimas de “Amor” significa el ingreso a un mundo extraño, casi sobrenatural, y si es un signo de distinción de espíritu poder sentir de esta forma, también es una condena, un terrible dolor que se vincula con la muerte.

En la Divina Comedia, el poeta se proyecta a lo universal, propone un tratado moral y filosófico, pero también, el peregrino llega a la perfección a través del amor y eso es un principio del Dolce Stil.

Florencia y las luchas políticas

Durante los siglos XIII y XIV la organización social de Italia es diferente a la del resto de Europa: un número importante de ciudades alcanza un gran desarrollo económico y autonomía política. En el momento de Dante hay un gran florecimiento económico, financiero y cultural. Hay un auge del humanismo, una ansia de renovación, una exaltación de la personalidad.

Sin embargo, no todo se desarrolla armónicamente. Existe en esta época permanentes luchas políticas entre los güelfos y los gibelinos. Dante participó intensamente de estas luchas.

Dante nace en el seno de una familia güelfa. Los güelfos son en la Edad Media los partidarios del Papa y los gibelinos lo son del emperador. El güelfismo se divide en dos tendencias: “los negros” representados en esa época por Carlos de Anjou y el Papa Bonifacio VIII, que adquiere un cariz oficialista y cortesano que ostentaban antes los gibelinos y “los blancos” de los que Dante forma parte, que se oponen al poder temporal del papado. Dante participa en una misión diplomática que tiene como fin reconciliar los dos bandos y mientras parlamentaban con el pontífice, éste mandó a Carlos de Valois, quien entró en Florencia apoyado por “los negros”, lo que provocó la expulsión de “los blancos” y por supuesto, de Dante que conocerá la persecución y el destierro.

La Divina Comedia: estructura

“La Comedia”, nombre dado por Dante a su obra, fue conocida por el nombre de “La Divina Comedia” a partir del siglo XVI. Quienes agregaron el calificativo de “Divina” fueron sus admiradores posteriores, refiriéndose a su calidad estética así como a su sustancia religiosa. Se atribuye a Bocaccio la inclusión de este adjetivo.

“Comedia” es uno de los subgéneros del drama, sin embargo, la composición de Dante no tiene la estructura formal de ese género. Lo que sucede es que en la época en que la escribe se ponía mayor atención al contenido para dictaminar la pertenencia a un género, más que en la forma. Es así que para que una obra fuera considerada “comedia” debía comenzar en la tristeza y terminar en la alegría y el viaje del personaje central comienza perdido y en un momento doloroso y termina en la mayor de las felicidades, ver a Dios y obtener la salvación del alma.

Si leemos la Comedia y nos quedamos con lo literal tendremos que es la narración de un viaje realizado por el propio autor, Dante, que asume las condiciones de narrador y personaje, por los tres reinos de ultratumba (infierno, purgatorio y paraíso) según eran concebidos por la Iglesia de la época. La obra comienza con el personaje central perdido en la “selva oscura” (el pecado) y acorralado por las tres fieras que impiden la salida de ese paraje; gracias a la intervención de la sombra de Virgilio (poeta latino) emprenderá el viaje que lo sacará de esta situación primera y en cuyo recorrido verá los castigos eternos a los que son sometidas las almas de los condenados, los suplicios de aquellos que, habiéndose salvado aún deben someterse a un proceso de purificación, y, por último, habiendo sido dejado por Virgilio que cede su lugar de guía a Beatriz, Dante verá la alegría de los bienaventurados, los que han logrado la salvación eterna.

La idea de localizar la acción en el mundo de la muerte no es nueva, ya otros autores anteriores a Dantes lo han propuesto. Dentro del plano de la narración, los cambios introducidos por Dante son el proponer la experiencia como algo real, un viaje, y no una visión, y elegirse a sí mismo como protagonista. Dentro del plano de las ideas, una fuerza totalizadores que organiza el otro mundo según claras normas morales y la idea de perfeccionamiento del hombre que le conduce a la salvación, diferencia esta obra de las que le precedieron.

Estructura formal

La obra está dividida en tres cánticas: Infierno, Purgatorio y Paraíso.

Cada cántica está dividida en treinta y tres cantos, excepto la primera que tiene treinta y cuatro. El primer canto es considerado como una introducción general a la obra.

La obras está escrita en versos endecasílabos y la estrofa empleada es el terceto, donde coinciden el primero con el tercer verso, mientras el segundo marca la rima para el terceto siguiente de acuerdo a este esquema: aba – bcb – cdc. Cada canto termina con un cuarteto.

Toda la estructura se basa en la utilización cabalística de ciertas cifras: el 3 es un número perfecto, el número de la Santísima Trinidad y de allí la reiteración de esa cifra en la estructura; el 9 es un número místico y sagrado, resulta de la multiplicación del 3; el 33 se forma por la reiteración del 3, por lo tanto también es un número místico; el 1 representa la unidad divina y al combinarse con el 3 forma el 100 (33x3+1). Tres son las cánticas y cada una contiene treinta y tres cantos, el total es de 100 cantos, las estrofas son tercetos y cada rima se repite tres veces.

Esta forma se corresponde con el pensamiento medieval, acostumbrado a desarrollarse en moldes estrictos y significativos de por sí.

Los tres reinos

Según el sistema de Tolomeo, nuestro planeta está inmóvil en el centro del mundo y a su alrededor giran las esferas celestes en las que están suspendidos el sol, los planetas y las estrellas. Los puntos cardinales son: al norte, Jerusalén sobre el gran abismo del Infierno; al sur, en posición diametralmente opuesta, la montaña del Purgatorio; al este el Ganges; al oeste el estrecho de Gibraltar o columnas de Hércules.

El Infierno y el Purgatorio están en la tierra, el uno en forma de cono invertido que llega hasta el centro mismo, y el otro en forma de montaña altísima en cuya cúspide está el Paraíso terrenal.

El Infierno

Guiado por Virgilio, Dante llega al Infierno, gigantesco embudo en cuyo vértice está Lucifer. Es en el Canto III donde se ingresa a este reino y la inscripción en su puerta nos dará las características fundamentales del mismo: la ciudad del dolor eterno habitada por la gente perdida; ninguna esperanza de perdón o reconciliación pueden albergar los que allí pagan su culpa.

Físicamente este mundo está dividido en nueve círculos, donde se ubican las almas pecadoras según ciertas normas; cuanto más abajo, menor será el espacio y mayor la culpa y el castigo. Esta división espacial se corresponde con una estratificación moral: siguiendo la distinción aristotélica de las tres disposiciones viciosas del alma humana, incontinencia, bestialidad y malicia.

Dentro de la incontinencia, Dante agrupa a los lujuriosos, glotones, avaros, pródigos e iracundos; dentro dela tendencia a la “bestialidad” coloca a los herejes y violentos para terminar con los maliciosos que incluye a los fraudulentos y los traidores. Es de destacar como el mayor grado de racionalidad que implica un pecado para concretarse agrava la culpa. Los habitantes de los primeros círculos no hicieron otra cosa que dejarse dominar por pasiones inherentes a la esencia humana, mientras que los últimos utilizaron su capacidad intelectual para hacer el mal.

La oscuridad, reflejo físico de la condición moral del alma de los condenados, domina este mundo, este “aire sin estrellas” que se hace más alucinante en la medida que se llena de gritos de dolor y terribles blasfemias, expresión de la ira y la impotencia de las almas pecadoras ante la justicia divina. Es éste el reino donde el recuerdo de la tierra está más presente, no sólo a través de las vivencias de cada uno de ellas, sino de la indiscutible “corporeidad” que asumen las almas. Fijos en su pecado se muestran generalmente ansiosos de contar su historia.

La escenografía del Infierno está cargada de puertas, tumbas, murallas, torres y castillos, así como ríos, pantanos, lagunas, lagos, viento, granizo, gusanos, perros o serpientes. Estos últimos colaboran con la función de los demonios, extraídos muchos de ellos del mundo mitológico greco latino; y en el vértice del cono, Lucifer, el ángel caído, concentra en su figura el terror del Infierno.

El castigo tendrá una evidente relación con la culpa; esta relación puede ser de similitud, como en el caso de los lujuriosos, arrastrados por la eternidad por el viento como en vida se dejaron arrastrar por la pasión , o los suicidas, que habiendo atentado contra su cuerpo se ven obligados a renunciar a él; o por oposición a la culpa, como el caso de los “indiferentes”, que no habiendo hecho una opción en vida se ven obligados ahora a experimentar el acicate de los moscones y las avispas y correr detrás de una bandera.

Todos estos castigos son eternos, o sea que el condenado no tiene ninguna esperanza de que cesen, y no tienen otra significación que la del dolor que ellos producen sin que sirva para disminuir la culpa.

El Purgatorio

Dante llega al canto XXXIV del Infierno, a contemplar lo más profundo de la degradación espiritual y desde allí comienza a ascender hacia la perfección. En el Purgatorio las almas sufren tormentos similares a los infernales, sin embargo éste es el reino de la esperanza, ya que los que allí habitan se han salvado, aspiran con certeza a ver a Dios, y el sufrimiento es para ellos una vía de purificación que acelerará el tránsito a la gloria.

Convencidos ya de la vanidad de las cosas terrenas, aspirando a gozar la gloria, las almas se hacen aquí menos corpóreas, más puras en su calidad de espíritus, y su registro emotivo deja de lado la violencia pasional de las almas infernales para teñirse de dulce melancolía. Los gritos son sustituidos por el canto y, en particular por el canto a coro; en el Infierno las almas están encerradas en su individualidad, aquí, unidas en el amor, trascienden sus límites para unirse en la alabanza al creador. Los demonios son sustituidos por visiones angélicas que hablan de la proximidad del Paraíso.

Geográficamente el Purgatorio se ubica en una isla inaccesible del hemisferio austral. Concebido como una montaña trunca está dividido en tres zonas: en la base una zona rocosa, de difícil acceso es el Antepurgatorio; en el cuerpo del monte está el Purgatorio propiamente dicho, dividido a su vez en siete terrazas donde el alma se purifica de los siete pecados capitales (soberbia, envidia, ira, pereza, avaricia, gula y lujuria); y por fin en la cúspide una planicie que es el Paraíso terrenal.

En este lugar termina la función encomendada a Virgilio, al que está vedado entrar en el reino de los bienaventurados. En la etapa intermedia del Paraíso terrenal, Virgilio desaparace y ante los asombrados ojos de Dante aparece Beatriz, símbolo de la Teología o la Gracia divina, únicas guías posibles para entrar en el Paraíso.

El Paraíso

Del Paraíso terrenal Dante asciende al Paraíso verdadero atravesando los nueves cielos, esferas concéntricas luminosas y transparentes, sobre las cuales está el cielo empíreo, fijo, sede del mismo Dios, y en torno a Él, las jerarquías celestiales y la rosa de los bienaventurados, iluminada directamente por el propio Señor de la creación.

Los nueve cielos son:

1 ) Cielo de la Luna, donde se ubican los espíritus que quebraron sus votos.

2 ) Cielo de Mercurio que es la ubicación de los espíritus activos y bienhechores.

3 ) Cielo de Venus donde están los espíritus amantes.

4 ) Cielo del Sol, donde se encuentran los espíritus de los teólogos y doctores.

5 ) Cielo de Marte, donde están los espíritus que combatieron la fe.

6 ) Cielo de Júpiter, donde se encuentran los espíritus justos y sabios

7 ) Cielo de Saturno, donde se ubican los espíritus contemplativos.

8 ) Cielo de las Estrellas, donde están los espíritus triunfantes

9 ) Cielo Cristalino, donde se ubica el Empíreo donde está Dios iluminando la rosa de los Bienaventurados y rodeado de nueve círculos de jerarquías angélicas que son: ángeles, arcángeles, principados, potestades, virtudes, dominaciones, tronos, querubines y serafines

El criterio utilizado por el autor para colocar las almas en distintas esferas no está en el Paraíso, explicitado en la obra, lo único obvio es que cuando más cerca de Dios se encuentre el almas, más perfecta es.

Este es el reino del espíritu absolutamente liberado de la carne, el reino de la contemplación y de la más absoluta alegría emanada de la visión de Dios, las almas nada lamentan de lo terreno, nada ansían, están completas en sí mismas. Las almas son puras de luz y puro amor y de allí que los trazos particulares se disuelven en mística unión; los elementos terrestres que reaparecen en este reino son sólo imagen de aquello que intentan transmitir. Lanzado a la contemplación de la unidad misma de Dios, Dante exclama: “¡Oh cuán insuficiente es la palabra y cómo es débil par expresar mi concepto!”

Posibles lecturas del texto

Para Dante todo enunciado tiene cuatro sentidos: literal, alegórico, moral y analógico.

El sentido literal no es otro que el que expresa la palabra en su sentido más directo; desde este ángulo la obra no es más que una narración de un viaje por los reinos de ultratumba.

En la alegoría, lo particular vale únicamente como ejemplo de lo general. La palabra se llena así de significaciones nuevas que la trascienden, y Dante se convertirá así en un representante de la humanidad, y su viaje, en el camino de purificación que debe seguir la misma para alcanzar la eterna salvación.

Más difícil de deslindar se nos presenta el sentido moral y analógico de la obra; el primero refiere a la misión edificante que cumple el texto, mientras que analogía, en teología, es la elevación del alma a Dios y, por extensión, la revelación de un misterio eterno. Ambos planos tienen muchos puntos de contacto. La Divina Comedia insiste en el tema moral, planteándonos la universalidad de la justicia divina que, si bien es dura cuando castiga, ofrece siempre al hombre la posibilidad de salvación guiado por dos fuerzas, una natural, la razón, otra otorgada directamente por Dios, la gracia.

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