viernes, 25 de noviembre de 2011

Idea Vilariño - Ya no (Análisis)

Ya no (Análisis) – Idea Vilariño

Tema:

Este es un poema de despedida, una despedida amorosa, pero al fin una despedida de la vida misma, porque lo que esconde es la angustia de un despojamiento casi total, ya que el otro es también testigo del yo lírico. Es decir, existe un yo, porque hay un tú que la mira y es testigo de su existencia, una vez desaparecido ese tú, pues lo que queda es la soledad más existencial, la certeza de lo no vivido y de lo que no será. La muerte en contraposición con la vida que terminó, y unido a la experiencia amorosa que ahora no es más que una negación rotunda, inapelable, como la muerte misma.

Estructura externa:

La métrica es irregular, y la rima es libre, no existe. Sin embargo el poema no deja de tener musicalidad, y es la musicalidad del alma, la interior, la que surge de la angustia y la desolación, la desesperanza de lo que ya no es, ni será. Por ello el yo lírico intercambia versos de siete sílabas con otros de dos o tres, sin importar si eso es racional, sino más bien se trata de una lógica interna, la lógica del sentimiento.

Estructura interna:

Si bien el poema no se divide en estrofas, podríamos llegar a encontrar algunos momentos en el mismo que podríamos evidenciar por las escasas pausas que el mismo tiene. Si bien no usa casi signos que pausen la lectura, no es necesario hacerlo, por lo dicho anteriormente, el poema sigue el ritmo del sentimiento. Sin embargo, emblemáticamente podemos encontrar cinco puntos; lo que nos permitiría dividir el poema en por lo menos cuatro partes.

1. El yo expresa a través de situaciones cotidianas lo que “ya no será”. Aquello que se pierde en el devenir cotidiano de la vida.

2. El yo parece ir más profundo, no sólo se pierde lo cotidiano, también lo que fue en un pasado parte de la intimidad, lo que sintieron y se dijeron y lo que podrían haber sentido y haber sido.

3. En esta tercera parte aparece la separación desgarradora de una relación que era más que una relación amorosa, era una relación humana simbiótica, por una intimidad mucho más profunda, fundada en el conocimiento del otro, casi como si fuera uno mismo.

4. La última parte no es más que una conclusión desgarradora, que constata lo físico, pero también lo trascendente de la pérdida, “ya no te veré morir”, porque en realidad está muriendo ahora, en un lugar más profundo que el mundo físico.

Título:

En el título se presenta el adverbio “ya” que nos coloca en un presente permanente e incambiable, lo que aumenta la desolación y la desesperanza de que la situación se revierta. “Ya”, ahora, es lo mismo que nunca más. El presente se vuelve eterno, y esa eternidad es un “no”, la negación de la relación pero también del yo cuya unión con el tú era de una profundidad existencial.

Análisis de la primera parte

El yo lírico comienza el poema desde el título, y lo repite agregándole el verbo “ser” en tiempo futuro. Ser también implica existir, por lo tanto lo que se niega es la existencia de la relación, pero dado que esta implica una identificación profundamente unida, lo que se está negando no sólo es al tú, sino también al yo. Ambos desaparecen al desaparecer la unión. Sin embargo, la voz femenina que emite la poesía, queda allí, existiendo, pero en una existencia vacía, solitaria, angustiante, y tan muerta como la relación que terminó.

La reiteración del “ya no” ahora despojada del verbo reafirma la angustia, pero ahora en su intimidad, no hace falta decir, nombrar, el sentimiento comprende lo desolador y angustiante que significa esa negación, y como si fuera un embudo en el que va cayendo su existencia, el verso se acorta, como ella se va desintegrando al pensar en todo lo cotidiano que se pierde al morir la relación.

Ya no será
ya no

La anáfora (repetición de una palabra al principio del verso) crea en el poema el ritmo circular, siempre se vuelve al mismo punto: lo que no será, a través de una enumeración descriptiva de todo lo que se han perdido. Este “no” está acompañado de verbos, que implican acción, así que unidos al “no” refuerzan la inmovilidad total, la inacción, lo que no podrá ser jamás. A partir de este momento la vida proyectada terminó, y una relación y la vida misma se sostienen de los proyectos.

Las acciones planteadas son las proyectadas en un mundo cotidiano, vivir juntos, criar al hijo del otro, coser su ropa, tener al otro en la noche, besarlo al irse. El tú que se repite insistentemente, también bajo la forma del “te” termina siendo una forma también del yo, ya que los verbos están conjugados en primera persona. Es la voz femenina la que no tendrá la oportunidad de cumplir con las tareas, no sólo de mujer, sino de amor que llenan el vacío de su ser.  “La tranquilidad, la permanencia, es algo que no tiene lugar en esta forma de amor. Como el deseo es absoluto, se quiere todo, y se siente esta ausencia como añoranza o se la vive angustiadamente como lo perdido, pero de una manera que también alimenta la pasión (…) apunta a una manera de vivir la pasión que es inherente a la visión poética de Vilariño. El amor se vive a término. La conciencia del fin está siempre (…) la ausencia se proyecta en otras dimensiones: no es una circunstancia, es una dimensión del amor (…) La soledad de la mujer en esta poesía no tiene nunca un sentido de debilidad. La voz convoca al otro, lo nombra, hace presente el amor en la ausencia” (Carina Blixen, “Una poética de la Intensidad”)

no viviremos juntos
no criaré a tu hijo
no coseré tu ropa
no te tendré de noche
no te besaré al irme
nunca sabrás quién fui
por qué me amaron otros.

Lo cotidiano se comienza a mezclar con lo emocional: “nunca sabrás quién fui/ por qué me amaron otros”. De esto también se pierde el tú lírico, la esencia del yo no podrá llegar a su conocimiento en toda su profundidad, pero eso también implica que el yo tampoco podrá llegar a conocerse en la experiencia con el tú. Si el tú es un espejo que permite descubrir la profundidad de su propio conocimiento, ahora ambos han perdido esa posibilidad, aún cuando otros la sigan amando, ninguno podrá descubrirle al yo su esencia, porque para ella sólo el tú era capaz de darle esa información.

Análisis de la segunda parte

Esta segunda parte está marcada por la profundidad del ser. El yo lírico habla de su ser fusionándose con el tú. Una vez que se instala la ruptura, ya no existe la posibilidad de conocerse, y eso es lo que crea la mayor angustia, ya que el otro es el espejo en el que ella se refleja. La ausencia del otro implica la ignorancia de sí misma, el no saber, y la imposibilidad de conocerse en el futuro. Los “por qué” ni los “cómo”, aún cuando no se continúe la pregunta, no tendrán respuesta posible, porque esas preguntas van acompañadas de un implacable “nunca”.

El amor planteado por ellos tenía la profundidad de comunicación necesaria para llegar a la intimidad no sólo de los “por qué” y los “cómo”, sino también de “quién fuiste” y de “qué fui”. No hay roles definidos, no hay más que la entrega total de uno al otro, eso es lo que exige este amor, que no se cimienta en la convencionalidad de la fidelidad (“por qué me amaron otros”).

Lo angustiante es no saber, más aún que lo que no será. Porque no se sabrá nunca lo que hubiera sido “vivir juntos / querernos / esperarnos/ estar”. Estos verbos en infinitivo parecen ir creciendo en intensidad de manera sencilla, simple, desnuda, incluso hasta ir de versos de cuatro sílabas, a tres y luego a dos, como si fuera tan simple y profunda la espera que ese yo pretendía de ese otro. Vivir termina siendo simplemente estar, mientras que en el medio está el quererse y esperarse, los cimientos de la relación. No sólo transcurrir juntos, estar en toda la dimensión de la palabra existir. Estar el uno para el otro, el uno con el otro, con todo su ser.

Una vez las anáforas, ahora del “ni” van cargando los versos de mayor angustia, porque además del adverbio “no” está incluida la conjunción “y” como si fueran agregándose angustiosamente aquello que se pierde.

No llegaré a saber
por qué ni cómo nunca
ni si era de verdad
lo que dijiste que era
ni quién fuiste
ni qué fui para ti
ni cómo hubiera sido
vivir juntos
querernos
esperarnos
estar.

Análisis de la tercera parte

La ruptura final está en esta parte. La simbiosis de esa relación se rompe, quedando el yo solo con su yo y el tú sólo con su tú. ¿Qué significa en realidad eso? Tal vez sólo será un recuerdo que permanecerá en ese eterno presente, pero que no podrá jamás volver a ser. Por esa razón esta ruptura es comparable a la muerte, aunque no necesariamente se hable de una muerte física, hasta el final, que también será planteada en un futuro. Es la expresión “para siempre” lo que vuelve la situación irremediable.

El yo lírico se vale de los encabalgamientos (continúa las ideas en el verso siguiente) para mostrar como su interior, su sentir se va destruyendo con esta ruptura. Ruptura que será igual de inapelable, ya que el yo se plantea una especie de aislamiento con respecto al tú. La ignorancia de sí misma la llevará también a ignorar todo lo que se refiere a él respecto a su futuro-presente “dónde vives/ con quién”, y llega hasta la terrible desconfianza de ni siquiera saber si habrá sido una huella importante para él, si será capaz de recordarla. Aún cuando ella no olvide jamás. Pero el recuerdo de ella no será un motivo que pueda subsanar esa pérdida, y esto es lo que muestra la fuerza del yo. No olvidará aquel abrazo, personal, particular, único, pero eso no cambia la situación porque está dispuesta a quedarse con ese dolor, aún cuando no sepa siquiera si el otro recuerda. La separación es total, ella quedará con su parte, y aceptará no saber qué pasa con el otro. Sabiendo, además que el tiempo vivido es único, por eso deja sólo en el verso la palabra “nunca”, porque no existe la posibilidad de volver atrás jamás.

Ya no soy más que yo
para siempre y tú
ya
no serás para mí
más que tú. Ya no estás
en un día futuro
no sabré dónde vives
con quién
ni si te acuerdas.
No me abrazarás nunca
como esa noche
nunca.

Análisis de la última parte

Los últimos dos versos son la conclusión de todo lo antedicho. La ruptura se da en dos planos, en el físico, pero también en lo emocional, ya que “no te veré morir” que implicaría la muerte física, implica la soledad más absoluta (ruptura emocional), en el momento en que el hombre más solo puede estar. La muerte es un acto en soledad, aun cuando estemos junto a alguien en ese momento, pero el yo lírico se niega hasta esa posibilidad. No lo verá morir porque la muerte real, para ella es en ese instante, en ese ya, presente en el que se tomó la decisión.

No volveré a tocarte.
No te veré morir.

Trabajo realizado por la Prof. Paola De Nigris

Idea Vilariño - Ya no (Texto)

Ya no

Ya no será
ya no
no viviremos juntos
no criaré a tu hijo
no coseré tu ropa
no te tendré de noche
no te besaré al irme
nunca sabrás quién fui
por qué me amaron otros.
No llegaré a saber
por qué ni cómo nunca
ni si era de verdad
lo que dijiste que era
ni quién fuiste
ni qué fui para ti
ni cómo hubiera sido
vivir juntos
querernos
esperarnos
estar.
Ya no soy más que yo
para siempre y tú
ya
no serás para mí
más que tú. Ya no estás
en un día futuro
no sabré dónde vives
con quién
ni si te acuerdas.
No me abrazarás nunca
como esa noche
nunca.
No volveré a tocarte.
No te veré morir.

Análisis de Vida Garfio - Juana de Ibarbourou



Análisis de VIDA-GARFIO

Título y tema

El título del poema hace referencia al tema del mismo. El yo lírico quiere aferrarse a la vida, engancharse a ella, no permitir jamás la situación de la muerte. El “garfio” es un instrumento de hierro, curvo y puntiagudo, que sirve para aferrar algún objeto, de esta manera el yo expresa desde su título el deseo de luchar por la vida, aún en circunstancias tan adversas como la muerte, “la ley severa” a decir de Quevedo, eso que a todo ser humano nos pasará, y de la cuál no hay lucha posible del hombre contra ella, siendo esta lucha un tópico de la literatura universal. La mayor rebeldía del hombre es contra la muerte, y ésta es la que plantea el yo lírico del poema.

Este yo pretende continuar vivo, aún después de la muerte, y para eso supone la posibilidad de transformarse en parte de la naturaleza, sin perder jamás la conciencia que tuvo y tendrá (según su parecer) eternamente, ni los sentimiento o los sentidos que aún tiene despiertos en esta vida. El cuerpo material se tranformará, para el yo, de forma natural, en parte de la naturaleza, pero esta transformación no será total, dado que seguirá viendo, oyendo, sintiendo con su propia conciencia.

Estructura externa

El poema está estructurado en cinco estrofas de catorce sílabas cada verso en su mayoría. Existe una excepción significativa - que se comprende al estudiar la estructura  interna – de dos versos que miden siete sílabas, también llamado pie quebrado.

Su rima es consonante en los verso dos y cuatro de cada estrofa, dejando el primero y el tercero libre.

Estructura interna

El poema podría dividir, según su contenido, en tres o tal vez cuatro partes, según lo entienda el lector.
La primera parte estaría formada por las dos primeras estrofas, y ésta refiere a la vida y se hace hincapié en las imágenes sensoriales: vista, oído, tacto.

La segunda parte podría estar formada por la tercera estrofa. En ella, si bien se sigue hablando de la vida, aparece la muerte y el pie quebrado “más breve. Yo presiento”. Este verso da paso a otra aparición muy importante que es el “yo”, que si bien ha estado implícito anteriormente, ahora se explicita.

La tercera parte es la estrofa de la muerte (la cuarta). Allí los colores refieren a la oscuridad, y la lucha es lo que la marca.

La última parte sería el pedido, el resurgimiento de la vida.

De alguna manera esta estructura interna reproduce el ciclo natural que el yo imagina: la vida, la muerte y la transformación.

Primera estrofa

AMANTE: no me lleves, si muero al camposanto.
A flor de tierra abre mi fosa, junto al riente
alboroto divino de alguna pajarera
o junto a la encantada charla de alguna fuente

Este poema tiene una forma epistolar (estructua de carta), cuyo destinatario es el amante. Es como un testamento. Tendrá también un pedido que se transforma en un motivo recurrente (“leit motiv”), “A flor de tierra”, y un pedido final “arrojame semillas”. Todo esto forma parte del propósito del yo, si esto no se cumple, nada podrá ser posible, ya que no habrá transformación que le permita volver a ser parte de la vida.

Este tú lírico (a quien va dirigido el poema) tiene una particularidad. Ella se refiere a él como “amante” pero no necesariamente pensando en alguien prohibido socialmente, sino en aquel que ama, sin ataduras, sin más compromiso que el que la intimidad impone. Es a él a quien se refiere, porque sólo esa parte de su compañero puede comprender la importancia del pedido, su amor a la vida. El amante lo comprende, justamente por su condición de tal, él también ama, sabe lo que significa tal deseo, y tanto lo sabe que ella deposita en él la capacidad de saltarse todas las normas sociales, todos los dogmas y las barreras que puede tener después de muerta, el ser enterrada en un lugar público, sin el concentimiento de las ataduras legales. Su deseo a seguir viva no es sólo una rebeldía hacia la muerte, sino una rebeldía hacia todo lo concebido y estipulado por las normas sociales y legales, es decir hacia lo humano y la humanidad.

Esta rebeldía aparece concentrada ya en primer verso: “no me lleves si muero al camposanto”. En primer lugar aparece el condicional “si”, esto sugiere que para el yo lírico existe una posibilidad de que esto nunca suceda. La muerte es algo inevitable, por lo tanto aceptar esa posibilidad implicaría pones un “cuando”, sin embargo utiliza el “si” como una posibilidad de que tal hecho no se realice nunca. Allí aparece su primera rebeldía.

La segunda aparece planteada en la palabra “camposanto”, más conocido por cementerio. Sin embargo, nótese que no usa tal palabra, sino una que proviene del ámbito religioso, lo que nos lleva a pensar que su rebeldía no sólo es hacia los aspectos legales, dado que no se puede enterrar en otro lado a un cuerpo muerto, sino que también a los dogmas religiosos. Si se mira con atención, su posición ante la muerte es sin duda una rebelión en este aspecto. Las creencias cristianas sostienen que una vez después de muerto, el alma va a una vida ultraterrena, que no es la actual llamese cielo o infierno. Sin embargo el yo lírico no pretende tal cosa, sino quedarse en la vida misma de la que partió, aunque más no sea tranformada en plantas. La transformación del cuerpo, para el cristianismo, no es más que en polvo, pero que no tiene conciencia aquí, ya que su alma está en otra parte. El no querer partir es una forma de heregía para tal creencia.

La muerte sólo se expresa en esta estrofa en dos palabras: “camposanto” y “fosa”. Sin embargo todo el resto de la estrofa parece explotar de vida. Esto demuestra el miedo que el yo tiene a tal circunstancia, tanto que casi no la nombra, no la acepta para sí, y se atreve hasta considerarla algo imposible para ella.

La metáfora “a flor de tierra” se tranformará en ese motivo repetitivo durante todo el poema, y su imagen ya marca la vitalidad que ella quiere. Es necesario que el tú comprenda la importancia de enterrarla cerca de la superficie, es crucial esta condición, porque le permitirá al yo subir más rápido, “engancharse” con menos dificultad. Es por esto que el yo se lo repite insistentemente, porque su desesperación, su pasión, va creciendo a medida que describe el paisaje que piensa ver y sentir una vez que logre llegar arriba.

La “fosa” lugar frío, húmedo, solitario, silencioso, oscuro, es una antítesis de todo lo que vendrá después: la risa alborotada de la pajarera o la charla de la fuente. Así el primer sentido que predomina en el poema es el auditivo. El ruido nos recuerda que existe vida en ese lugar, y eso tranquiliza al hombre. Así el yo lírico utiliza un encabalgamiento para que ese ruido predomine en la estrofa. En el segundo verso aparece la palabra “riente” (de risa), el tercer verso “alboroto” y el cuarto “charla”. Así todo explota en sonido que apabulla el silencio de la fosa. Ese ruido será ameno, acompañará al yo cuando muera, lo motivará a querer estar cerca de él.

La primera imagen “riente/ alboroto divino de alguna pajarera” sugiere la libertad, el desorden propio de la vida; y la palabra “divino” nos acerca al nuevo “dios” que ella está pensando, entendiendo por esto una nueva concepción del mundo, uno que sea capaz de permitirle seguir viviendo, aunque más no sea transformada en planta. Este nuevo dios podría verse como la naturaleza misma, el ciclo vital, que aún se manifiesta después de la muerte. Si el día muere y vuelve a vivir, si existen tantos ejemplos de lo cíclico en la naturaleza, ¿por qué no pensar que el hombre también puede vivir eso después de muerto?

La segunda imagen también tiene algo de esa divinidad dado que utiliza la palabra “encantada” que sugiere el proceso mágico de esa fuente. Si así pensaramos que quien habla es la fuente por medio de este artilugio mágico, entonces estaríamos frente a una personificación. Y el sonido del agua le recordadaría al yo lírico el tiempo que trancurre y está en permanente movimiento, así como vuelve a ser utilizado por la misma fuente. Una vez más la idea de lo cíclico. Si pensaramos que quien habla no es la fuente, sino los enamorados que se sientan a su vera a conversar, pero que el yo escucha como si fuera la fuente, estaríamos frente a una metonimia (transposición de sentido, cuyas palabras transpuestas tienen una relación de contigüidad), y esta le recuerda algo también importante: el amor.

La palabra “charla” no sólo se contrapone a el silencio de la fosa, sino también a la compañía, ya que esta no implica una conversación seria o profunda, sino algo que se usa para amenizar, divertirse, no sentirse solo.

Segunda estrofa

A flor de tierra, amante. Casi sobre la tierra,
donde el sol me caliente los huesos, y mis ojos,
alargados en tallos, suban a ver de nuevo
la lámpara salvaje de los ocasos rojos.

Una vez más repite “a flor de tierra” y menciona al tú lírico, parando el verso con una cesura de forma que su pasión se remarque. Es importante, es imperioso, es necesario que no olvide ese detalle: cerca de la superficie necesita ser enterrada, aunque no se anime nunca a pronunciar esa palabra. Y lo repite “casi sobre la tierra” para que no queden dudas, para que comprenda su pasión por continuar viva, para que todo su ser pueda seguir sintiendo la vida en toda su plenitud. Ella imagina seguir oyendo, seguir sintiendo el sol, el aire, el viento, incluso seguir pudiendo ver el ocaso.

Esta imagen táctil “el sol me caliente los huesos” encierra en si mismo una antítesis. El sol, fuente de vida, dará su calor, su vida a los huesos, símbolo de muerte.

Sus ojos, ahora transformados en tallos, podrán ver el atardecer. La expresión “a ver de nuevo” sugiere, una vez más la idea de lo cíclico. Ahora ella podrá hacerlo de nuevo, aunque no sea en la forma humana, pero tal espectáculo seguirá siendo parte del deleite de la vida.

Es interesante notar que ella parece revivir en el momento en que el sol “muere”; de esta forma se completa la idea del ciclo.

La metáfora “lámpara salvaje” sugiere esa lentitud con el sol cae, ya que está sugiriendo la lámpara de aceite, cuya llama se apaga lentamente. A su vez, el adjetivo “salvaje” nos hace pensar en lo inalterable para el hombre, aquello que él no puede modificar o domesticar. De la misma manera nadie podrá oponerse a su deseo de continuar vida, que será tan salvaje como ese sol con el que se identifica, porque ambos son naturales, y nadie podrá quebrantar sus voluntades.

Tercera estrofa

A flor de tierra, amante. Que el tránsito así sea
más breve. Yo presiento
la lucha de mi carne por volver hacia arriba,
por sentir en sus átomos la frescura del viento.

Una vez más repite la estructura planteada en la estrofa anterior, con su correspondiente cesura, pero ahora el encabalgamiento (la idea que se continúa en el verso siguiente) y una nueva cesura en el segundo verso, rompe el ritmo del verso y lo acompasa al sentir del yo lírico y a su contenido. Así como ella quiere que su pasaje de la muerte a la vida sea breve, de la misma manera el verso se vuelve “más breve”, a la vez que lo explicita. Forma y contenido no se diferencian en estos versos.

Aparece el yo lírico por primera vez de forma clara. Esta es su primera aparición de otras que vendrán en las sucesivas estrofas. Si se observa el verbo que acompaña al yo, podremos ver como éste se va afirmando en su convicción de querer salir. Cada verbo implica una certeza nueva, una voluntad, hasta llegar a la acción misma. Pasa de un débil “presiento”, a un “sé” en la siguiente estrofa, dando la pauta de una afirmación de su voluntad; luego un “quiero”, expresión de deseo que sólo puede aparecer después de que este yo está decidido; y por último un “subiré”, la acción como triunfo, como seguridad absoluta e incuestionable.

En esta estrofa de transición aparece la muerte, en la idea del “tránsito más breve” y la imagen vital del viento. Aparece, también, el principio de la lucha. Nada la detendrá, ni la propia muerte. Su ánimo es no permitir que nada la venza. La lucha no será de sus sentidos, porque estos nunca dejan la vida que quiere recuperar, sino de su “carne”, de su cuerpo, porque es a través de él que nuestros sentidos se de despiertan. La mente procesa lo que el cuerpo siente, por lo tanto sin él es imposible continuar vivo, por más que nuestra conciencia esté despierta. Por ello es que el yo necesita esta transformación de su cuerpo.

Una vez más aparece la expresión que “volver”, que sugiere el proceso cíclico. Y una vez más, este subir implica la búsqueda de la altitud, símbolo de lo divino, de lo ideal. Esta divinidad está en la vida, en la tierra y no en el cielo.

La imagen de la vida se manifiesta otra vez a través de la antítesis: “por sentir en mis átomos la frescura del viento”, siendo los átomos representación de su cuerpo muerto, y el viento fresco representación de la vida, en movimiento, transportadora de la vida. Es interesante reparar que los átomos son la parte más pequeña de la materia, y esto implica que hasta en ellas quiere ella sentir la vida en movimiento, ya no le alcanza que el sol caliente los huesos, espera que la vida llegue más profundo.

Cuarta estrofa

Yo sé que acaso nunca allá abajo mis manos
podrán estarse quietas.
Que siempre como topos arañarán la tierra
en medio de las sombras estrujadas y prietas.

Esta es la única estrofa referida enteramente a la instancia de la muerte, sin embargo ni aún así ella la concibe totalmente, ya que no se quedará quieta jamás. Si la muerte implica quietud, ella se antepone a eso con el movimiento constante y desesperado de sus manos. La imagen resulta inquietante si pensamos que ella parece estar enterrada viva, ya que su conciencia nunca morirá.

La desesperación del yo lírico se expresa también en la forma que está planteado el verso. Las palabras “acaso”, “nunca”, “allá”, “abajo” son adverbios. Los adverbios son palabras que no permiten variación de género ni de número, por lo tanto son palabras rígidas, como si fueran pequeñas palas removiendo el verso. A su vez estas palabras le dan al verso un ritmo constante y fuerte. Todo esto se relaciona perfectamente con el movimiento de sus manos, desesperadas, constantes y movidas por la voluntad tesonera de salir a la superficie, de no estar demasiado en ese estado bajo tierra. Es por eso también que el yo lírico corta el segundo verso. Poco estarán sus manos allí, su deseo es que no estén nada.

La estrofa termina con un símil (una comparación extensa) con los topos. Así como los topos buscan la superficie porfiadamente entre las sombras de la tierra, de la misma manera sus manos se moverán sabiendo, instintivamente  dónde está esa superficie.

Una vez más el verbo “arañarán” muestran su desesperación. Nada la detendrá, ni siquiera las sombras “estrujadas y prietas”. Es interesante ver cómo esas sombras adquieren un cuerpo al llamarlas “estrujadas”, parecen apretarla, ahogarla más aún y por lo tanto desesperarla, así como motivarla a que salga rápidamente de este estado.

Quinta estrofa

Arrójame semillas. Yo quiero que se enraícen
en la greda amarilla de mis huesos menguados.
¡Por la parda escalera de las raíces vivas
yo subiré a mirarte en los lirios morados!

La última estrofa irrumpe en el poema con el pedido, “arrójame semillas”. El verbo en modo imperativo se transforma en una orden, un ruego desesperado, una ayuda más que el amante debe cumplir para ayudarla a resurgir de la muerte. Las semillas son una metáfora de esa vida en la que quiere transformarse, ya que no existe otra forma de ganarle a la muerte. Las semillas son vida en potencia, vida latente, son la posibilidad de hacer más fácil su continuidad en la vida. Estas semillas van a enraizarse en sus “huesos menguados”. Una vez más la vida tomará a la muerte para transformarla en vida. Una vez más la antítesis. Esos huesos que estarán débiles, casi desintegrados, se mezclarán en la tierra y servirán para que las semillas creen raíces. La “greda amarilla” no es otra cosa que la tierra fértil de la que ella quiere formar parte.

Una vez más, como en las otras estrofas, los colores, expresión de la vida, irrumpen en la estrofa: el verde de las plantas, la tierra amarilla, el blanco de los huesos, el pardo de las raíces y el morado de los lirios. Todo será uno solo de forma natural, como la pintura que la naturaleza despliega ante nuestros ojos.

Los últimos dos versos entre signos de exclamación muestran el sentir apasionado e íntimo del yo lírico. Las raíces serán escaleras para el yo (metáfora), lo que implica un esfuerzo de parte de ella, no sólo de remover la tierra para estar arriba, sino de subir a la superficie tan sólo para verlo a él. Esto aparece casi como en un susurro al final del poema “mirarte”. El amor hacia el amante como motivación no había aparecido tan claro hasta este momento. Tampoco será lo fundamental, pero sí una parte importante de su travesía. Es que el amor hacia él es parte de ese amor a la vida. Decirlo al final, casi como escondido en el poema, es una forma tierna de descubrir su sentir por él, y uno de los deseos más importantes para continuar en esta vida. Una forma de no abandonarlo nunca. La flor de los lirios, de por sí sugiere la forma del ojo pintado. Así ella nunca dejará de estar con él, ni en la vida misma.

Trabajo  realizado por la Prof. Paola De Nigris
Licencia de Creative Commons
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial 4.0 Internacional.

viernes, 21 de octubre de 2011

El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha - Cervante (análisis)

Estos trabajos fueron realizados por alumnos del liceo 27  frente a una propuesta escrita. Están digitalizados y presentados tal cual las alumnas lo escribieron.
 
Trabajo realizado por la alumna Roxana Graziosi
Liceo 27

PROPUESTA: Presentación del Hidalgo y proceso de la locura de Alonso Quijano.

El nombre de la novela “El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha” nos dice que se va a tratar de una persona ingeniosa, no que está loca. Hidalgo es hijo de algo, el último título del escalafón de la nobleza por lo que en el título encontramos una contradicción ya que lo nombra como hidalgo y como Don a la vez, que es un título de mayor importancia, mostrando al principio del título lo que él realmente es “el ingenioso hidalgo” y luego en que quiere convertirse “Don Quijote de la Mancha”.

Para el narrador, el lugar de origen de este hidalgo poco importa, pero sí importan los detalles de cómo vivía para poder entenderlo. Sus posesiones no eran muchas pero entre ellas tenía un perro galgo que usaba para cazar y se lo puede tomar como un animal de alguien de la nobleza, que eran los que usualmente los tenían.

Luego podemos leer una descripción de lo que él comía y vemos que su comida era rutinaria, sin mucho esmero y de alguien pobre.

De la misma manera se vestía, aunque el narrador quiera adornarlo para parecer que vestía con fineza.

Este personaje de unos cincuenta años, que lleva una vida rutinaria, comienza a “enloquecer”. La única compañía que él tenía era una ama de llaves con la cual no podía conversar por una cuestión de diferencias de clases sociales. Una sobrina muy joven que para el hidalgo nada podía saber de la vida y un mozo también sirviente y joven, por lo que este hidalgo se encontraba solo, aburrido y ocioso la mayor parte del día por lo que pasaba muchas horas leyendo libros de caballería y la lectura lo fue atrapando de tal manera que hasta dejó de lado el ejercicio de la caza que tanto le gustaba, e incluso la administración de su hacienda.

Comenzó leyendo con afición y gusto y luego pasó a curiosidad, obsesión hasta tener una actitud prácticamente adictiva, al punto de vender cosas para comprar más libros. Le gustaba encerrarse en ese mundo de las novelas y al dejar la caza dejó lo único que lo conectaba con la realidad.

Le gustaba tratar de entender lo que era imposible porque estaba negado por el propio lenguaje de los novelistas, era la típica lectura de evasión la que lo atrapaba y a pesar de que se desvelaba tratando de entender éste es recién el comienzo del proceso de su locura. Hasta ahora es notorio solamente el primer motivo para enloquecer, que es la soledad.

Pero aún mantiene la cordura, ya que es capaz de discernir todavía entre lo real y lo ficticio. Pero aunque pone en duda la veracidad de las historias no dejan de gustarle.

Le gustaban las novelas con un final abierto o que prometían nuevas aventuras y hasta ganas de seguir escribiendo él, aún piensa en ser el narrador, pero está a un paso de querer ser el protagonista.

Pero fue tanto lo que se enfrascó en la lectura que pasaba las noches despierto y en el día seguía soñando despierto, el narrador soñaba esto en la metáfora “pasaba las noches leyendo de claro en claro y los días de turbio en turbio. Y así de poco dormir y mucho leer se le secó el cerebro, de esa manera que vino a perder el juicio”. Acá es cuando comienza a querer vivir todo aquello que leía y empieza a acentuarse su locura. El narrador lo muestra con una serie de adjetivos que cuando uno los lee, y se pone en el lugar del personaje, se da cuenta de la confusión, entrevero y locura que se está procesando en Alonso Quijano. Ya dejó de dudar de la veracidad de las historias, ahora estaba convencido de que eran reales.

Su locura es tal que comienza a mezclar los personajes de las diferentes historias con caballeros de la realidad y cree que es mejor caballero aquel que peleó con gigantes que obviamente no era real, y hasta pierde la noción del tiempo cuando habla de personajes que vivían en siglos diferentes y él los muestra como conviviendo en una misma época.

Y así por la soledad, el ocio, la lectura desmedida y las ganas de evadir la realidad, podemos decir que el personaje “enloqueció”.
 
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Trabajo realizado por la alumna María de los Ángeles de Mello
Liceo 27

Propuesta: Análisis de la presentación del Hidalgo y el proceso de la locura

Dicen por allí que cunado un buen lector asume lo que el autor quiere transmitir, se vuelve con poco de lector a co-autor.

Este personaje de tanto leer se terminaría leyéndose a sí mismo, ávido, con demasiado ocio, fue tierra fértil su mente para desarrollar locas ideas, que su autor preferido inculcó en él. Es muy cierto que un hábil autor promueve que su incauto lector (desarrolle, cual obra teatral), en su vida, las vivencias de los personajes, que con sabia destreza este autor describe. Las novelas de caballería eran propias lecturas del vulgo, literatura chatarra, destinada al solaz de la gente sin mucha pretensión literaria.

Este personaje de Cervantes “enamora” al lector y éste lo leerá y releerá durante diferentes etapas de la vida, ya que no pierde vigencia a lo largo del tiempo. Pese a que Cervantes ha escrito otras obras, ésta puede decirse que es su obra maestra de corte tragicómico, que de tan trágico resulta cómico y de tan cómico resulta trágico.

Vivía este hidalgo en un lugar impreciso de la Mancha, (“de cuyo nombre no quiero acordarme”), “no ha mucho tiempo” y pasarán años y quizás algún siglo y ese tiempo no será mucho cuando los agradecidos lectores descubran a este rico/pobre personaje.

Este era un hidalgo (hijo de algo), de lanza en astillero y adarga antigua, que representa a la dinastía de su familia. No sería un paria, sino un descendiente de caballero.

Tenía por pertenencia, el despojo de días mejores, rocín flaco y galgo corredor, animales que supieron de tiempos mejores. Su alimento, algo diezmado y con aburrida rutina. Su vestimenta acompañante de su pasado mejor, se honraba con su vellorí “de lo más fino” no por su fineza sino por su finura, provocada ésta por el uso de tiempos indefinidos.

Hombre de cincuenta años, que vivía en compañía de su sobrina “que no llegaba a los veinte” un ama y un mozo de campo que cumplía con todos los quehaceres de la casa. Que vivían con él pero no complementaban su vida.

Quijada, Quesada o Quijana (pues no queda claro cuál sería su verdadero nombre) era seco de carnes y enjuto de rostro, de flacura externa, casi frágil su contextura. Aficionado a la lectura de novelas de caballería, ocupaba sus ratos de ocio, (que eran los más de su vida) en ello. Dejó poco a poco sus aficiones a la caza, y abandonó hasta la administración de su hacienda, cada vez más absorto en aquellas aventuras que lo transportaban a heroicas travesías. Su mente intentando desentrañar lo imposible “la razón de la sinrazón que a mi razón se hace de tal manera...”.

Su desatino lo llevó a vender parcelas de su hacienda para comprar libros.

Su mente comenzó a trastornarse.

Se vio cual brioso caballero andante, inmerso en heroicas aventuras. Comenzó a leerse a sí mismo en cada página que pasaba.

Ya no salía de caza, sus ratos de ocio ya no eran tales, ya que estos estaban ocupados en la obstinada idea de su transformación.

Su locura fue irrumpiendo primero en sus ideas, luego en sus desatinos. Primero le vino el deseo de tomar la pluma y reconcluir lo leído.

Discutía sobre cuál habría sido el mejor caballero. Su “locura” lo llevó a poco dormir y mucho pensar, a mucho leer y más que mucho imaginar.

Se comenzó a leer a sí mismo. Rematado su juicio, desarrolló la loca idea, no por diversión, sino por el servicio de su república yn para lograr así el aumento de su honra. Se vio coronado, lleno de gloria, tenía la experiencia adquirida en las incontables novelas leídas. Su pobre cerebro trastornado lo sumió en la loca aventura de ser el ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha.

Hidalgo y Don juntos en ese oxímoron, ingenioso, pues, su nuevo personaje necesita de su ingenio, sería ahora Quijote, un “grandote” y como todo personaje con alcurnia, sería “de la Mancha”, para que sus glorias dejaran en claro de dónde provenía tan heroico caballero. No hay ya para él, otra historia más cierta en el mundo que lo que su fantasía había creado.

 

martes, 4 de octubre de 2011

La Muerte - El Sabalero (Texto)

LA MUERTE

Me enrosco en tus ancas fuertes
Y en tus ternuras, mi negra
Me gusta vivir la vida
Entregándome a la suerte
Pa no tener tanto miedo

Cuando me abrace la muerte
Será porque tengo el cuerpo
Llenito de madrugadas
Que busco una muerte viva
Jamás una muerte mansa
O será que nos se eligen
Estos barullos del alma

Atrás de la enamorada
anda el que está enamorando
Detrás de mi vida negra corren
los que van matando

Con chorros de mariposas
Enamoramos la vida
Entre sábanas calientes
Promesas y despedidas
Y bajo de cada retazo
Anda la muerte escondida

Angelito tepozteco
Ventanita de un verano
Me enseñaste la tristeza
Cuando soltaste mi mano

Quedarás con los mariachis
Cantarás en las trompetas
Y yo me marcho solito
Llorando por que me cuesta

La muerte no tiene manos
La vida se las quitó
Pero le dejó la boca
Y le dice “ven mi amor”

Muerte que anda de amargura
Como si se lo pidiera
Déjeme un ratito solo
Pa arreglarme con mis penas

Le juro que si se ensaña, muerte,
Con mi corazón
El día que me caliente
Entro a perseguirla yo

Con quien,
Con quien se mofa la muerte
Que nunca,
Que nunca chupa conmigo
Y amigo de buena vida
No le importa ni un comino

A donde se va la muerte
Que salió en punta de pie
No me interesa compadre
Ya lo sabremos después

La muerte andaba rondando
Quién sabe dónde andará
No me dejes alegría
No te vayas vida mía
Que esta puta vieja y fría
Nos tumba sin avisar.

José Carbajal - "El Sabalero"

jueves, 1 de septiembre de 2011

Lope de Vega - Fuenteovejuna. Final del Acto I (texto)


Final del Acto I
Vanse todos. Salen LAURENCIA y FRONDOSO

LAURENCIA: 
A medio torcer los paños,
quise, atrevido Frondoso
para no dar qué decir,
desvïarme del arroyo;
decir a tus demasías
que murmura el pueblo todo,
que me miras y te miro,
y todos nos traen sobre ojo.
Y como tú eres zagal
de los que huellan, brioso,
y excediendo a los demás
vistes bizarro y costoso,
en todo lugar no hay moza,
o mozo en el prado o soto,
que no se afirme diciendo
que ya para en uno somos;
y esperan todos el día
que el sacristán Juan Chamorro
nos eche de la tribuna
en dejando los piporros.
Y mejor sus trojes vean
de rubio trigo en agosto
atestadas y colmadas,
y sus tinajas de mosto,
que tal imaginación
me ha llegado a dar enojo:
ni me desvela ni aflige
ni en ella el cuidado pongo.

FRONDOSO: 
Tal me tienen tus desdenes,
bella Laurencia, que tomo,
en el peligro de verte,
la vida, cuando te oigo.
Si sabes que es mi intención
el desear ser tu esposo,
mal premio das a mi fe.

LAURENCIA: 
Es que yo no sé dar otro.

FRONDOSO: 
¿Posible es que no te duelas
de verme tan cuidadoso
y que imaginando en ti
ni bebo, duermo ni como?
¿Posible es tanto rigor
en ese angélico rostro?
¡Viven los cielos, que rabio!

LAURENCIA: 
Pues salúdate, Frondoso.

FRONDOSO 
Ya te pido yo salud,
y que ambos, como palomos,
estemos, juntos los picos,
con arrullos sonorosos,
después de darnos la iglesia...

LAURENCIA: 
Dilo a mi tío Juan Rojo;
que aunque no te quiero bien,
ya tengo algunos asomos.

FRONDOSO: 
¡Ay de mí! El señor es éste.

LAURENCIA: 
Tirando viene a algún corzo.
Escóndete en esas ramas.

FRONDOSO: 
Y ¡con qué celos me escondo!

Sale el COMENDADOR

COMENDADOR: 
No es malo venir siguiendo
un corcillo temeroso,
y topar tan bella gama.

LAURENCIA: 
Aquí descansaba un poco
de haber lavado unos paños;
y así, al arroyo me torno,
si manda su señoría.

COMENDADOR: 
Aquesos desdenes toscos
afrentan, bella Laurencia,
las gracias que el poderoso
cielo te dio, de tal suerte,
que vienes a ser un monstruo.
Mas si otras veces pudiste
hüír mi ruego amoroso,
agora no quiere el campo,
amigo secreto y solo;
que tú sola no has de ser
tan soberbia, que tu rostro
huyas al señor que tienes,
teniéndome a mí en tan poco.
¿No se rindió Sebastiana,
mujer de Pedro Redondo,
con ser casadas entrambas,
y la de Martín del Pozo,
habiendo apenas pasado
dos días del desposorio?

LAURENCIA: 
Ésas, señor, ya tenían
de haber andado con otros
el camino de agradaros;
porque también muchos mozos
merecieron sus favores.
Id con Dios, tras vueso corzo;
que a no veros con la cruz,
os tuviera por demonio,
pues tanto me perseguís.

COMENDADOR: 
¡Qué estilo tan enfadoso!
Pongo la ballesta en tierra
[puesto que aquí estamos solos],
y a la práctica de manos
reduzco melindres.

LAURENCIA: 
¿Cómo?
¿Eso hacéis? ¿Estáis en vos?

Sale FRONDOSO y toma la ballesta

COMENDADOR: 
No te defiendas.

FRONDOSO: 
Si tomo
la ballesta ¡vive el cielo
que no la ponga en el hombro!

COMENDADOR: 
Acaba, ríndete.

LAURENCIA: 
¡Cielos,
ayúdame agora!

COMENDADOR: 
Solos
estamos; no tengas miedo.

FRONDOSO: 
Comendador generoso,
dejad la moza, o creed
que de mi agravio y enojo
será blanco vuestro pecho,
aunque la cruz me da asombro.

COMENDADOR: 
¡Perro, villano!...

FRONDOSO: 
No hay perro.
Huye, Laurencia.

LAURENCIA: 
Frondoso,
mira lo que haces.

FRONDOSO: 
Vete.

Vase LAURENCIA

COMENDADOR:
 ¡Oh, mal haya el hombre loco,
que se desciñe la espada!
Que, de no espantar medroso
la caza, me la quité.

FRONDOSO: 
Pues, pardiez, señor, si toco
la nuez, que os he de apiolar.

COMENDADOR: 
Ya es ida. Infame, alevoso,
suelta la ballesta luego.
Suéltala, villano.

FRONDOSO: 
¿Cómo?
Que me quitaréis la vida.
Y advertid que Amor es sordo,
y que no escucha palabras
el día que está en su trono.

COMENDADOR: 
Pues, ¿la espalda ha de volver
un hombre tan valeroso
a un villano? Tira, infame,
tira, y guárdate; que rompo
las leyes de caballero.

FRONDOSO: 
Eso, no. Yo me conformo
con mi estado, y, pues me es
guardar la vida forzoso,
con la ballesta me voy.

COMENDADOR: 
¡Peligro extraño y notorio!
Mas yo tomaré venganza
del agravio y del estorbo.
¡Que no cerrara con él!
¡Vive el cielo, que me corro!

FIN DEL PRIMER ACTO

Información sobre tragedia griega

EL TEATRO GRIEGO ORÍGENES Y EVOLUCIÓN DEL TEATRO El teatro en Grecia se ubica en los siglos V A.C. cuando Atenas estaba en su esplendor...