sábado, 9 de febrero de 2013

Análisis de "El hombre pálido"

Análisis de “El hombre pálido” (Espínola)



Trabajo realizado por la Prof. Paola De Nigris
Introducción

Este cuento pertenece al autor ubicado en la generación del ’20 en el Uruguay. Esta si bien está muy cerca de la generación del ‘900, ya presenta características diferentes en su escritura.

Convengamos que en los primeros años de este siglo XX uno de los mayores horrores que impactó al hombre fue la Primera Guerra Mundial. Su impacto se produjo por dos hechos que hasta el momento no se había dado con tanta fuerza: uno fue la participación de la ciencia en la guerra y el otro la cantidad de civiles que en ella murieron.

Este impacto mundial lleva al hombre a una sensibilidad especial que se traduce en doctrinas filosóficas que marcarán el siglo, tales como el Existencialismo. ¿Para qué existe el hombre si suele destruirse? ¿Qué puede hacer un hombre en tan corta vida?

Todo esto va creando a un hombre angustiado que debe aprender a sobrevivir en las circunstancias que le toca. Si bien el Uruguay no participa de la Guerra, no quiere decir con esto que esté exento de la sensibilidad y las modas, la forma de pensar y de cuestionarse en ese momento.

Si bien el mismo Espínola asegura que no le gusta la literatura gauchesca, no por eso sus personajes se alejan del campo rural. Escribe del hombre de campo, y describe a esos hombres en sus circunstancias, sin dejar de mezclar el lenguaje “universal y elevado” con el habla popular.

Tema

El tema del cuento es el hombre frente a la circunstancia inesperada. No existe tan claramente el bien y el mal, el hombre, sin importar que sea considerado malo, en circunstancias nuevas y diferentes puede comportarse honorablemente, tal como pasa en este cuento.

Nada tiene por qué ser como se supone deba ser. Uno puede cambiar su “esencia” aunque sólo sea circunstancialmente porque los hechos lo llevan a actuar de forma contraria a como se espera actúe.

Asociado a lo dicho anteriormente, basta que hagamos un ejercicio de imaginación, y veremos a miles de personas en situaciones límites, que ni se imaginarían estar allí, siendo habitualmente honorables, pero comportándose con villanía, o viceversa, personas normalmente despreciables actuando honorablemente como es el caso de este cuento.

Título

El título resulta interesante. No parece decir nada, más que hay un personaje que seguramente será principal en el cuento, con un rostro pálido. Sin nombres, sin identidad. Y esto es curioso porque al no tenerla podemos deducir que tampoco tiene vida. Si la vida se asocia al color, y cuando alguien muere, éste se desvanece. Pues un hombre pálido podría sugerir que lleva la muerte adentro metafóricamente. La falta de vida en realidad sugiere la falta de emociones también. Es un hombre que mete miedo y dice muy poco, pero también a él le pasará algo en el cuento que no podrá explicar, pero que lo llevará a cambiar su esencia de “pálido” al contraste final entre el blanco y el negro. En una palabra el bien y el mal. Pero esto sólo será un hecho circunstancial. El hombre no dejará de ser pálido como la muerte.

Estructura

Como todo cuento tradicional se divide en tres partes: marco, nudo y desenlace. En el primero se presentan los personajes. En el segundo se comienza a desarrollar la trama y en el tercero se resuelve. Esta última parte no siempre se percibe claramente, ya que podría dejarse un final abierto o bien para que el lector lo continúe o bien porque el final está muy relacionado con el conflicto. Es por ello que la clave para comprender el desenlace es el conflicto del texto.

En este caso, si miramos la forma en que el mismo autor dividió su texto, vemos que hay dos partes. La primera correspondería al marco, donde no sólo se presentan los personajes, el ambiente, sino también parte del conflicto. En la segunda podríamos encontrar en la intuición de Elvira, cuando se va a dormir, el desarrollo, ya que allí es cuando su percepción de los hechos se hace realidad. Y la última estaría pautada por la aparición del negro.

Conflicto

El protagonista, que es quien lleva el conflicto adentro, es el hombre pálido, sin lugar a dudas. Él es quien al descubrir la belleza de Elvira se da cuenta que hay algo sublime en ella, que no debe ser corrompido, digamos que algo sagrado, demasiado bello para ser traicionado. Y es la presencia de ella la que lo hace cambiar su rumbo, pero no para siempre, sino sólo por esta vez. Él es el que descubre que existe vida en un mundo en el que él creía haberlo visto todo, y por lo tanto todo le era indiferente. Siente “la vida” pero no elige continuar con su muerte, pero respetar esto que sintió y a la mujer que se lo provocó. No porque la ame, sino porque es superior a todo lo que ha visto, porque es sagrado, y porque sería una villanía destruirlo.

El narrador

En este cuento el narrador es omnisciente, es decir que lo sabe todo, sabe lo que siente Elvira, lo que siente el hombre pálido, sabe incluso hasta cuál puede ser el propósito de la lluvia que por momentos juega un papel casi de personaje, lo juzga, y también se pone a su favor cuando está peleando contra el negro.

Sin embargo este narrador utiliza también una técnica interesante que es el punto de vista variable. Cambia permanentemente el punto de vista: a veces narra los hechos desde el exterior, como un ojo alejado de este, y otras veces como si lo hiciera desde los ojos de alguno de los personajes. De esta manera, incluso, se describe al personaje contrario y lo que realmente está pasando. Si sólo se viera la escena como una película, sin que existiera el narrador, sería muy difícil entender qué ocurre realmente en el cuento.

Marco

El cuento comienza con una descripción detallada de la tormenta que está por venir. Obviamente esto es un recurso interesante dado que ésta no es inocente. Anuncia la catástrofe que va a darse dentro del hombre. A su vez lo juzga dado que el texto dice “como si le dieran asco las cosas feas del mundo y quisiera borrarlo todo, deshacerlo todo y llevárselo bien lejos”. Aun así ayuda al personaje a acercarse a la casa con una excusa para robar.

El personaje parece en principio venir huyendo de la tormenta, pero todo lo que parece en un principio termina no siendo así, y es precisamente ese cambio lo que sustenta el conflicto.

El sol no aparece, está “toldado” por las nubes “negruzcas”. Esto anuncia que lo brillante, lo vital y maravilloso, la luz del sol, que representaría lo bueno, está ya tapado por lo negro. Este contraste, esta antítesis entre el blanco y el negro se manejará en el marco y también en el desenlace. Esas nubes aprietan el aire, lo mezquinan, provocan la imposibilidad de respirar pacíficamente. Así el clima pinta desde el principio el clima agobiante, pesado, y el narrador dice “bochornoso” y “cansador”. Porque bochornoso es lo que se propone el hombre pálido, al entrar a una casa y aprovecharse de dos mujeres solas e indefensas. Y cansador, no sólo porque este clima cansa a los hombres, sino porque este hombre en particular vive de esta manera, de traicionar la confianza de quienes lo hospedan.

Por esa razón el clima se transforma en juez de la acción pretendida por este hombre, pero a su vez esta tormenta está personificada: “el agua el agua empezó a caer con rabia, con furia casi”. Como si en ella hubiera un sentimiento que es atribuible a la persona humana. Además, por supuesto, de juzgar a través de la comparación “como si le diera asco las cosas feas de este mundo…” 

Aun cuando no esté de acuerdo con lo que este hombre va a hacer, no puede intervenir en la decisión del hombre. Si bien la tormenta es juez, también es cómplice. Observa, pero no puede hacer nada hasta que el mismo hombre reflexione sobre sus circunstancias.

Inmediatamente después que describe la tormenta nos presenta la indefensión de todas las circunstancias que rodean la acción. Empieza por lo más grande para ir a lo más pequeño, y de esta manera también nos va anunciando lo indefensa que están estas mujeres.

“Cada bicho escapó a su cueva”, todos buscan refugio. Esto parece lógico, y ayuda a pensar que un hombre que cae en la casa viene buscando lo mismo, con lo cual las mujeres estarán más propensas a dárselo sin desconfiar. 

La primera descripción es la de la hacienda que está animada al decir “daba el anca al viento y buscaba refugio bajo un árbol”. La casa, que no podía protegerse de la tormenta parece buscar que su parte trasera (“el anca” como la del caballo) se protegiera de alguna manera. Esta metáfora no sólo nos anima la casa, sino que nos muestra que no existe protección posible, y no sólo por la tormenta, sino también por lo que se avecina, el hombre. 

La siguiente imagen es la de los pajaritos que tratan de ocultarse en sus nidos, pero quedan chorreados de agua. Estos animales indefensos son otra pintura de las mujeres que refugiadas en “sus nidos” o en la misma hacienda” también estarán en peligro, no podrán escapar de la tormenta o de las intenciones del hombre pálido trae, a no ser que él así lo quiera.

Podríamos ver un paralelismo psicocósmico entre la tormenta y el personaje, pero no es tan claro al principio y sí lo será cuando él descubra a Elvira. La tormenta está al principio para acompañar las circunstancias, pero la verdadera tormenta se desatará en el hombre cuando este se encuentre con lo que Elvira le provoca, es allí donde el papel de la tormenta cobra un nuevo impulso y acompañará al personaje, al punto de ayudarlo a matar al negro.

Una vez que ha descrito el ambiente pasa a hablar de los personajes: las mujeres solas y el capataz de estancia que no estaba presente. En una palabra, el hombre que podría darles tranquilidad o defenderlas en caso que fuera necesario. Este dato aparece para marcar la soledad de las mujeres, pero más adelante sabremos que el hombre pálido sabía de esta circunstancia, y pensaba aprovecharse de ella como lo está haciendo de la tormenta. Pero en el principio del cuento esto no se nos revela, con lo cual todo parece inocente, para luego ir mostrándonos la vileza del acto que el protagonista pretendía llevar a cabo.

La grafopeya del hombre (descripción física) se irá haciendo lentamente, por partes y casi siempre a través de los ojos de Elvira. Primero será sin intuición, tal como son los hechos, luego, cada vez que ella vaya observando al hombre pálido, esta descripción estará plagada de percepciones subjetivas, pero curiosamente tendrán más que ver con la realidad que lo que ve Carmen, su madre.

El hombre se presenta también como si fuera un ser indefenso buscando refugio “con el poncho empapado y el sombrero como trapo por el aguacero”, lo que seguramente provocaría en las damas una predisposición a la hospitalidad. 

Es el perro el primero que lo ve, y lo manifiesta con su ladrido. Esto es interesante dado que son ellos animales intuitivos, y en un principio mirará con desconfianza al hombre hasta que este se lo gane. La desconfianza del perro ayuda en un principio a confirmar la desconfianza de Elvira que inmediatamente se va para adentro, después de llamar al perro y se coloca bajo la protección de su madre. Pero el perro no mantendrá esa desconfianza por mucho tiempo, bastará con que el hombre le tire un hueso, para que su intuición se esfume, y más adelante veremos la reflexión del hombre que habla de su descreimiento en la humanidad.

Sin embargo la protección que busca Elvira es inútil, porque la madre no ve nada de lo que intuye Elvira. Ella está en la cocina y por la aparición del hombre no deja de hacer lo que está haciendo, revolver la mazamorra. No la inquieta ese hombre, no desconfía. Lo trata como lo haría con cualquier paisano que llegara a su hogar, como es la costumbre en el campo. Si bien ella lo interroga, no saca nada extraño de sus preguntas. Lo hace casi como por hospitalidad: ¿de dónde viene? ¿Adónde va?, nada fuera de lo normal, incluso haciendo un comentario sobre la lluvia y sugiriendo que deje el poncho para que se seque. Estas preguntas inocuas le permiten al hombre pálido responder de forma mecánica. Lo justo y necesario para pedir asilo, que es lo que en realidad le interesa.

Es interesante una nueva grafopeya que se hace del hombre en la acción de entrar a la casa: “Agachándose – la puerta era muy baja”. Esto por un lado habla de un hombre con una altura relativamente imponente que podría provocar cierto miedo y reflejar la mirada de Elvira, sin embargo el narrador se encarga de decirnos enseguida que la puerta es baja, como todas las del campo. Podría también interpretarse que el hombre de la casa no es demasiado alto, o que aunque lo fuera también debía agacharse para entrar. Pero más allá de eso, la imagen del hombre agachándose para entrar provoca una impresión acentuada en la fuerza de lo masculino.

El narrador comienza su juego de miradas, y pasa directamente a los ojos de Elvira que desde un rincón lo observa. Esta imagen de Elvira nos habla de su temor, de su desconfianza, pero ella no tiene claro cuál es la razón por la que desconfía, ni por qué su corazón late más fuerte. No le gusta ese hombre, algo en él no está bien. Y como siempre sucede en lo femenino, se recurre a descripciones periféricas y circulares, hasta llegar a lo que realmente la impresiona. La grafopeya que da es que es un hombre delgado, alto, de cara pálida y con una barba negrísima que hacía más blanca su cara. Una vez más lo que Elvira ve es el contraste entre el blanco y el negro, colores simbólicos si se asocian al bien y al mal, y colores que unidos también representan a la muerte, y es precisamente esto último lo que en principio no la deja tranquila.

Carmen es la que la saca de estos pensamientos y la obliga a socializar con el hombre a través del mate, símbolo de estas latitudes, que representa la posibilidad de intimar o crear un clima de tranquilidad. Esto no es precisamente lo que Elvira quisiera, pero el mandato materno y la cortesía le impiden oponerse, y es a través de este vaivén con el mate, que ella podrá captar la esencia del hombre, o al menos acercarse.

Hasta este momento el perro sigue desconfiando “de tanto mimo”, por lo tanto sigue funcionando su intuición de que este hombre tiene algo “negro” en su interior.

Apronta el mate con cuidado y es la mirada de él la que lo intimida, sin embargo no será hasta el final de su última grafopeya y sus reflexiones, que ella se dé cuenta qué es lo que hay de extraño en este hombre. Como mujer intenta racionalizar, pero no puede anular su intuición. Muchos hombres han ido a su casa antes, qué tiene éste de distinto. Piensa que tal vez sea la tormenta que hace que esta situación parezca más peligrosa. Todo esto son reflexiones racionales de algo que ella sabe que no es racional. Entonces vuelve a repasar las características de este hombre, pálido, barba negra, pero agrega una nueva característica que es la principal: “ojos como chispas”. A través de esta comparación ella comprende que hay algo peligroso en ese hombre, hay fuego. Los ojos son la ventana del alma, por lo tanto Elvira llega a sospechar lo que está pasando dentro del alma del hombre pálido.

Nudo

Naturalmente el narrador cambia el punto de vista para enseñarnos lo que pasa por la cabeza del hombre que es precisamente el conflicto que está viviendo. “El hombre recorría con la vista el cuerpo tentador de la muchacha”. Su mirada es lasciva, no es de amor, sino de deseo. Y es en ese momento que el narrador, mirando como el hombre pálido, describe a Elvira. Esta grafopeya tendrá un orden, desde la cabeza hasta las piernas, e irá siendo desde lo más superficial a lo más sensual. Algunas de estas descripciones serán precisamente las que ve, pero otras serán las que imagina.

“Brillante y negro el pelo, lo abría al medio una raya y caía por los hombros en dos trenzas largas y flexibles”. La imagen es cándida pero también sugiere la flexibilidad de la juventud. Su primera mirada exalta su belleza más inmediata pero no se quedará con esto. 

“Tenía unos labios carnosos y chiquitos que parecían apretarse para dar un beso largo y hondo, de esos que aprisionan toda una existencia” es en esta segunda imagen que empezamos a ver cómo el hombre agrega imaginación a lo que ve. Reconoce sus labios “carnosos y chiquitos”, estos adjetivos parecen ser contrapuestos: carnosos como los de una mujer, y chiquitos como los de una niña. Sólo en ella podría encontrarse la contradicción, y es por eso que él imagina el “beso largo y hondo, de esos que aprisionan toda una existencia”, porque Elvira representa la existencia de lo que él ya no creía posible, y quisiera volver a tener, ya que no hay en él vida, como sí la ve en Elvira.

“La carne blanca, blanca como cuajada, tibia como plumón, se aparecía por el escote y la dejaban también ver las mangas cortas del vestido”, una vez más en su descripción hay elementos reales y otros imaginarios como lo es la tibieza de su piel que él llama “carne” de la manera más grosera, pero que se contrapone a su blancura y a su tibieza. Elvira es la mujer niña que insinúa el escote, pero que recuerda que es una niña por las “mangas cortas del vestido”. Esta contradicción es lo que desata la tormenta del hombre pálido.

A partir de este momento, el hombre empezará a sensualizar su mirada, y por lo tanto a imaginar lo que no ve, pero intuye: “el pecho abultadito”, “las caderas ceñidas, firmes”, “las piernas que se adivinan bien formadas bajo la pollera ligera”. Su mirada parece desnudar a Elvira en propósitos que ella ni se imagina. Esta atracción sexual desata en él la contradicción, la tormenta, lo enfrenta a la vida que ya había perdido, dado que ya era incapaz de volver a sentir algo por la existencia humana. Es por ello que ella le produce “unas ansias extrañas” para él, que ya no siente. Ansias de hacerle daño, pero también de protegerla y no permitir que nada corrompa la belleza sublime que le ha permitido volver a sentir algo. Estas ansias contradictorias son las “de caer de rodillas” como quien adora a un ídolo, pero también la de “cazarla del pelo, de hacerla sufrir apretándola fuerte entre los brazos”, es decir, poseerla, violar lo sagrado, hacerlo suyo, para demostrarse que es de carne y hueso y puede tenerse. Pero a su vez aparece ese “acariciarla tocándola apenitas” como si el otro fuera tan frágil que pudiera romperse y mereciera todo el respeto y cuidado. 

Elvira despierta en el hombre pálido sensaciones que él ya no cree ser capaz de sentir: adoración, ternura, y hasta la violencia del cariño. Esto lo desconcierta. Es un hombre muerto en vida, y ahora parece renacer con “una mezcla de deseos buenos y malos que viboreaban en el alma como relámpagos en la noche”. Esta comparación nos recuerda otra vez la tormenta del principio, pero ahora dentro del hombre pálido, que siente los estallidos del relámpago en su alma oscura como la noche. La metáfora “viboreaban” nos sugiere lo incontrolable, y la “noche” la oscuridad en la que existe este personaje.

Pero es recién al final de esta grafopeya que podemos entender el final del cuento. “Porque si bien el cuerpo tentaba el deseo del animal, los ojos grandes y negros eran de un mirar tan dulce, tan real, tan tristón, que tenían a raya el apetito, y ponían como alitas de ángel a las malas pasiones”. Su pasión es animal, pero los ojos de Elvira, es decir, su alma no sólo son grandes y negros, es decir, recién están descubriendo la vida, con curiosidad, sino que también son dulces, es decir inocentes, capaces de perdonar, algo que seguramente él olvidó. Pero su mirada también es “real”, no sueña, sabe algo del mundo en que vive, pero al lado de este hombre, sabe poco de la desilusión humana, y esto ya provoca una mirada tristona. Si el hombre mostrara toda su pasión animal destruiría a una mujer que ya es capaz de comprender la bajeza humana, y que no sabe cuán profundo puede ser eso. El hombre sabe que tocar a Elvira, o hacer la traición que tiene pensada sería como transformarla en él, un hombre muerto en vida. No puede permitirse cargar con eso, porque ella le ha devuelto, con su imagen, una vida que él había olvidado que podía existir. Por eso la comparación “como alitas de ángel a las malas pasiones”, una vez más lo bueno y lo malo se confrontan en el alma del hombre pálido.

Sólo al finalizar sus reflexiones, él puede ver a la muchacha profundamente y darse cuenta de que está asustada, por eso el narrador dice “entonces, algo le pasó también a él. Su mano vacilaba ahora al tenerla para recibir o entregar el mate”. Lo que le pasó es la compasión. El mate, que es símbolo de unidad los unió, ya nada es tan claro, el hombre siente la vida y ante eso tiembla, después de acostumbrarse a estar insensible ante ella. Elvira es algo superior para él, algo que debe protegerse, no avasallarse.

Se sientan a comer en silencio, cada cual realizando su tarea, la que corresponde a cada género: las mujeres tienden la mesa, el hombre va a buscar su recado y a desensillar su caballo. Pero en esta escena corresponde destacar un gesto y es cuando el hombre le tira un hueso al perro. Dijimos que el perro es el único, además de Elvira, que intuía algo extraño. Sin embargo cuando le da un hueso, pierde la desconfían”za y se hace íntimo con el hombre. El pensamiento del protagonista es revelador “mesmo qu’ el hombre”, esto nos da a entender que el personaje está descreído de la raza humana que es capaz de apagar su intuición, de sentirse cómodo, de venderse por un hueso o un plato de comida. La mirada de humanidad es la de una gran prostituta que se vende por un precio muy barato, las sobras de la comida.

Todo parece transcurrir naturalmente, por lo menos ante los ojos de Carmen. Sólo Elvira continúa asustada, pasa ligero al cuarto para acostarse, desconfiada. Todo esto bajo el ruido del agua que como cortina sonora ahora sí se acompasa con la tormenta del hombre pálido.

Esta primera parte termina con el detalle del candil mal apagado que queda brillando en la noche. El hombre, en su interior, no apaga la luz que la presencia de Elvira ha encendido.

En la segunda parte del cuento el narrador se focaliza en los ojos de Elvira quien está temerosa, mientras su madre duerme con absoluta tranquilidad, lo que la ahoga más, ya que la única protección posible no percibe el peligro.

Elvira percibe, siente, intuye, intenta saber, pero la visión está anulada por la falta de luz, con lo cual todo se centra en lo auditivo. La visión anulada crea más temor, más indefensión, y por lo tanto mayor deseo de estar alerta, no en vano “el corazón le golpeaba el pecho”, metáfora que habla del miedo, del descontrol interno que siente. “Su vista trataba en vano de atravesar las tinieblas” esta metáfora tan común muestra no sólo la oscuridad que la rodea, sino la incomprensión sobre lo que está pasando, que intuye, pero que no sabe. Por eso se aferra a rezar, pero jamás termina el rezo porque cualquier sonido la exalta. Lo religioso parece no ser una fuente de consolación para lo que ella está intuyendo, que no es otra cosa que una realidad que no puede verificar.

Siente que la puerta de la cocina se abre, pero todo se mezcla con su miedo “bien claro oyó”, pero luego el narrador dice “hasta el pareció sentir que el aire frío entraba por las rendijas”. La información que recibe de sus sentidos se mezcla con un parecer que no es precisamente una certeza. Sin embargo su percepción es correcta como se verá más adelante.

No se anima a despertar a su madre. Necesita oír más, oír algo que confirme su impresión. Y una vez más el narrador, focalizada en ella, utiliza su mismo discurso “no sintió nadita” “no sentía nadita”. Este diminutivo sugiere la ternura y la inocencia del miedo de Elvira que la lleva a imaginar justamente lo que está pasando realmente. De esta manera el narrador pasa de los ojos de Elvira, de su imaginación a una focalización cero, es decir a mirar la acción despojada de la subjetividad de los personajes. “pero en su imaginación veía al hombre de la barba negra clavándole los ojos como chispas; veía el poncho negro, colgado del clavo, movido por el viento como anunciando ruina... y como para convencerla de que era verdad que la puerta había sido abierta, seguía sintiendo el aire frío y percibía más claramente el ruido de la lluvia”. Una vez más el detalle de los ojos como chispas, del viento “como anunciando ruina” y la lluvia como telón de fondo, anticipan el final.

Desenlace

El hombre se había ido a la enramada, y el narrador dice “dejándose pintar de rosado por los relámpagos”. La tormenta ahora le da un color a este hombre. No sale de la casa como entró. Entró como un muerto, ahora parece vivo, por eso “dejándose pintar” como si fuera algo que el mismo hombre pudiera dominar. Evidentemente está hablando de la tormenta que no sólo está fuera, sino dentro de él. 

Otro aspecto importante de esta lluvia es que lo obliga a caminar con la cabeza gacha, como si el hombre tuviera que humillarse ante la tormenta. Ya no es aquel hombre resoluto que entró a traicionar la hospitalidad de las mujeres. Ahora algo le ha hecho bajar la cabeza, volverse humilde.

Es aquí que descubrimos al antagonista, al personaje que se estaba esperando para robar junto con él. Este hombre es el contrario al hombre pálido, ya que es negro. Una vez más los contraste de colores, blanco/negro, sugieren el bien y el mal, pero sólo por estas circunstancias.

Con la presencia del negro se descubre que el robo estaba arreglado, así como el aprovecharse que las mujeres estuvieran solas para cometer el atraco. Sin embargo, ya nos había dejado claro Carmen, al principio del texto, que en esa casa no había comodidad, por lo tanto seguramente tampoco habría plata. Esto hace que la acción preparada por estos hombres sea más vil. El negro está convencido que debe haber plata por algún lado y está dispuesto a continuar con el plan que se habían propuesto. Pero lo interesante está en la oposición que el hombre pálido hace frente a este empecinamiento. No le da explicaciones a su compinche, simplemente le dice que no va, y que él tampoco, porque no quiere. ¿Qué puede entender el negro que es igual al hombre pálido, alguien muerto en vida, de lo que acaba de vivir el protagonista? De nada sirven las explicaciones, así que está dispuesto a llevar su “no” hasta las últimas consecuencias.

Queda claro que el hombre pálido no piensa cambiar de vida por haber conocido a Elvira, sólo pretende que este plan hoy no se lleve a cabo: “Como siempre, te acompaño cuando quieras; pero esta noche, no. Y aquí, menos.”

Es el negro el que nos revela que el protagonista no es precisamente una buena persona, ha matado, y lo ha hecho muchas veces, seguramente sin compasión, taciturno, tal como se muestra: “¡Hum! Si te salieran en luces malas los que has matao, te ciegaría la iluminación, y ahora te ha entrao por hacerte el angelito”, y es el mismo protagonista quien le aclara que no es una cuestión de bondad. Nada podría entender el negro ya que no vivió lo que sintió el hombre pálido.

La pelea pasa de la palabra a la acción y es en ese momento que vemos por el diálogo del negro que imagina lo peor, es decir que él ya las debe haber robado y pretende quedarse con la plata. La mentalidad del negro es la del maleante inescrupuloso, igual que la del hombre pálido, pero que en este instante está representando escrúpulos que no ha tenido antes. Esto es el hombre que cambia de condición frente a una circunstancia diferente. Tanto lo hace como para enfrentarse a su compinche y matarlo, sin el menor remordimiento.

La lucha se plantea en los términos más básicos del duelo criollo. Dos hombres, frente a frente, con una daga, demostrando su virilidad, valentía, y honor (aún en situaciones tan poco honorables). Recogen el poncho como escudo y se miden frente a frente, sin que nadie intervenga. Aunque este caso quien elige intervenir es la lluvia. El hombre pálido decide valerse de ella pero no al punto de quitarle la honorabilidad. Se pone de espaldas a la lluvia para poder ver mejor a su contrincante, pero el negro, captando la jugada da un salto y allí la lluvia hace lo suyo, provoca que este se resbale. El hombre pálido podría haber aprovechado esta circunstancias, pero no lo hace, porque eso no es de hombres, porque hay códigos, y no se aprovecha de quien está caído, porque es cobardía, así que espera a que el otro se levante y se enderece. Entonces, recién allí, lo abre en dos. El narrador dice “le abrió el vientre y se le hundió en el tórax” mostrando la fuerza y la valentía del hombre pálido.

“La muerte le tapó la boca”, una personificación de la muerte que provoca una sentencia poética de la muerte de alguien que no se lo merece, pero que la acción sí. Limpia la daga en las ropas del difunto, costumbre del duelo criollo, pero se va sin prisa, “al trotecito”. Nada valía la vida de ese hombre, como tampoco la vale la del hombre pálido, aunque esta acción lo haya dignificado. Pero la indiferencia frente a la muerte de su compañero de fechorías, y la lluvia que sigue cayendo “gruesa, helada” nos da a entender que nada ha cambiado en él.

Ha conocido algo extraño, inexplicable, inescrutable que lo atrajo, que le provocó un cambio momentáneo, que siente que debe respetar y defender, pero nada dentro de él como asesino, ladrón, traicionero cambia. Sigue “helado” como la lluvia, como su vida. De alguna forma elige no corromper esa inocencia que conoció, y se aleja, tampoco elige quedarse a vivir en ella.
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26 comentarios:

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  14. Muy buenos los analisis, estoy en 4º año y debo literatura de tercero, pero creo que tendrias que hacerlos un poco mas resumidos porque sino quedan muy largos!!, igual, tienen todo lo que necesitaba, mañana doy examen si salvo es gracias a vos! jaja, muchas gracias

    PD: te falto poner que tipo de titulo era,

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  15. Ay!!! Martín... He pensado mucho en la posibilidad de hacerlos más corto, pero te explico por qué no lo he hecho así. Primero, porque deseo que tengan todo lo que sea necesario y más, de esa manera algo se van a acordar. Segundo, porque aunque lo intento, no puedo. Me cuelgo a escribir y no puedo sintetizar.
    En cuanto al título, no los jerarquizo en "epónico, emblemático y simbólico" porque no estoy de acuerdo con esa clasificación que suelen hacer los profesores. Siempre es muy discutible y no aporta demasiado al análisis. Es preferible que sepas para qué se llama así y qué trasmite, que cuál es el nombre de una jerarquización bastante débil.

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  16. Muy bueno :) Justo estoy leyendo los análisis antes de la prueba parcial,dado a que mi profesor recomendo que nunca venia mal "robar" analisis para tal vez entender el cuento mejor del punto de vista de otra persona,una cosa,en mi opinion el agua de la lluvia es factor clave en lo que ocurrira a continuacion en el cuento, cuando el llega se empapa con esa agua,que podria actuar como elemento purificador,no se cual es tu opinión al respecto, era eso :D

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  17. soy estudiante de tercero de ciclo básico y me pareció muy completo el comentario, creo q se mas d la obra q mi profesor q solo nos hizo 3 preguntas del cuento en una clase y ya está. gracias

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  18. Muy bueno! Me sirvió para un escrito. Muchas gracias por la información:) Felicitaciones, 10 puntos a tu blog;)

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  19. Me surgió una duda... Quizás tu Paola puedas responderla... El narrador sabe todo de los personajes, como se sienten, lo que piensan, y eso, sabe de todos los personajes? o solo de Elvira y El hombre pálido.
    Ya que estamos quiero agradecerte por este blog, ES MUY BUENO!!
    Me sirvió para entenderlo e interpretarlo aun mejor Gracias!

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    Respuestas
    1. En realidad no lo sé. Creo que sabe todo, porque conoce lo que piensan los personajes principales. Lo que piensan los secundarios, como Carmen, el negro, no lo dice, pero eso no quiere decir que no lo sepa, sino que no le interesa revelar ese aspecto. Revela lo que cree importante para el conflicto de la historia.

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  20. Excelente el analisis del cuento.

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  21. muy buen análisis paola!!! el sábado tengo escrito y tengo que estudiar ese cuento.... y con esta gran ayuda se me hace muchicimo más fácil
    muchas gracias!!! bssss

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  22. No tengo palabras,excelente .

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  23. Holaa Soy Romina Karlen de 3/2 Me sirvio mucho!!

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  24. muchas gracias paola! soy cris gomez!! sos una genia!!!

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