Prevenciones del
hidalgo
(Parte 3 del
Capítulo I de “El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha)
Trabajo realizado por la Prof. Paola De Nigris
El proceso de la locura
termina con la decisión del hidalgo de convertirse en caballero. Pero antes, el
narrador deja claro que el hidalgo está loco con la expresión “rematado ya su
juicio”. Sin embargo, podemos observar que esta locura es discutible en cuanto
el lector comienza a ahondar en ese “extraño pensamiento que jamás vio loco en
el mundo”. El protagonista considera que “convenible y necesario” hacerse
caballero andante para aumentar su honra y servir a su república impartiendo
justicia, “deshaciendo todo género de agravio” y poniéndose en peligro para adquirir nombre y fama eterno.
En primer lugar, el
hidalgo tiene dos propósitos, uno social y uno individual. Considera que es
necesario impartir justicia para el beneficio de la su república. Si tomamos
esta afirmación podemos preguntarnos quién está más loco, si el hidalgo que
cree que transformándose en caballero puede cambiar el mundo, o el mundo que se
ha degradado, corrompido tanto que necesita de un personaje para que exista la
justicia.
Su segundo propósito es
personal, y allí también podemos encontrar diferentes puntos de vista. Este
hidalgo, que ha tenido una vida ociosa e improductiva, elige al final de su
vida hacer que su vida valga la pena y ha sido uno de los grandes deseos del
hombre de todos los tiempos, alcanzar la inmortalidad, ya sea a través del
reconocimiento del mundo, o a través de la literatura o incluso buscando la
fuente de la eterna vida. Pero al deseo de trascender la vida que llevamos es
de los deseos más recurrentes en el hombre, dejar algo en esta tierra antes de
partir. Esto coloca al personaje en un lugar profundamente humano y natural. Cobrar
nombre y fama también es el deseo de cualquier hombre. Así el narrador,
afirmando la locura del hidalgo, también afirma la locura de todos los lectores
que lo leemos, los cuales también consideramos la injusticia del mundo y
también deseamos trascender, pero tal vez no hagamos nada para hacerlo, ni
lleguemos a un enfrentamiento con la realidad como se anima a hacer este
hidalgo.
Es importante destacar
que el principio de autoridad son las novelas de caballería. Se propone “ejercitarse
en todo aquello que él había leído que los caballeros andantes se ejercitaban”.
Por lo tanto aquello que los libros no dicen, él no lo hará. Ya el narrador y
Cervantes se han esmerado en aclarar que estos libros son inverosímiles, es
decir poco creíbles, llenos de fantasía; por lo tanto lo que el hidalgo querrá
será hacer coincidir esa fantasía con la realidad, tal como haría un niño
jugando a que es astronauta y va a la luna. Pero en el caso de un niño, la
sociedad lo considera “normal”, conveniente y hasta necesario para la
construcción de su identidad. En cambio en un hombre de cincuenta años, con un
físico endeble, esta idea resulta inaceptable.
El hidalgo querrá ser
parte de la fantasía. Él se imaginará no sólo protagonista de su vida, sino
también, al estilo de las novelas, lo que el narrador dirá de él. Disfrutará creando
el discurso del narrador, su deleite estará en imaginarse el relato de sus
hazañas, y ha sido por allí que ha comenzado a tomar las prevenciones para
convertirse en caballero: “Imaginábase el pobre ya coronado por el valor de su
brazo, por lo menos, del imperio de Trapisonda”. El narrador, denigrando al
personaje al llamarlo “pobre”, también juega con el nombre del imperio “Trapisonda”.
Según la Real Academia Española, una de las acepciones de la palabra “trapisonda”
(que ha caído hoy en desuso) es “agitación del mar, formada por olas pequeñas
que se cruzan en diversos sentidos y cuyo ruido se oye a bastante distancia”.
Así precisamente está la mente de este caballero, llena de sonidos lejanos y
confusos, por lo tanto es una ironía pensar que es el emperador de ese mundo, y
a su vez es una realidad indiscutible.
La primera prevención
que el hidalgo toma es la de limpiar las armas de sus bisabuelos, que estaban
olvidadas y herrumbradas. De alguna manera, esas armas, símbolo del origen de
su identidad, de sus ancestros, del pasado mismo de una España ya olvidada.
Igual que su historia, y la historia de España, éstas estaban olvidadas en un
rincón, y le recuerdan de dónde venía y lo que nunca fue, rescatarlas es una
forma de rescatarse a sí mismo, a su origen, su identidad y una época donde la
palabra empeñada se defiende con honor y tiene valor, está cargada de
contenidos. Recordemos que la España de este hidalgo ha perdido el sentido de
la palabra, ha perdido el valor del honor.
Con las armas se da un
episodio que explicará el mecanismo de la “locura”. Alonso Quijano ve que tiene
un morrión simple, es decir el casco del caballero, pero le falta la celada que
es la protección que usaban ante el ataque del exterior. No es casual que sea
justamente la celada lo que le falte, el hidalgo no tiene más que su invención,
su ingenio y las palabras de lo que ha leído para protegerse de ese mundo
hostil que es el presente, y que es muy lejano del mundo imaginado. Tampoco es
casual que intente reparar su falta con una celada hecha de cartón, porque será
muy frágil la protección que tenga ante ese mundo antagonista que no lo acepta,
lo desconoce y condenará sus sueños. La época del hierro, en la que se hacían
las celadas, ahora se ha degradado tanto como para transformarse en la época
del cartón, símbolo de esa decadencia del presente español.
Prueba su celada y con un
solo golpe deshace lo que le tomó una semana crear. Hasta ahora el tiempo ha
sido impreciso (“no ha mucho tiempo”, la comida habitual todo los días), no se
ha detallado porque es el tiempo de un proceso interno, que no se mide porque
es ocio improductivo. A partir de ahora es como si el tiempo empezara a correr;
una semana para la celada; cuatro días para el nombre de su caballo, ocho para
su nombre. El tiempo ahora es valioso, corre, es productivo. Es preciso porque
está construyendo. Por eso, si bien le parece mal haberla roto tan fácil, no es
para él tiempo perdido. Si en un golpe rompe una semana de trabajo, el tiempo
tiene valor igual, porque está enfocado en un objetivo.
La hace de nuevo y le
pone unas barras de hierro por dentro; obviamente no por eso va quedar más
fuerte, pero basta con que él lo piense. Un loco real la hubiera probado, una
persona que sabe que esta maquinaria de “sonadas soñadas invenciones” depende
de lo que él elija creer, no la prueba, no lo necesita, basta con convencerse de
“su fortaleza”. El adjetivo posesivo “su” abre el texto a un par de lecturas
que se complementan. Por un lado puede referirse a la celada, el hidalgo cree
que esta es fuerte después de los cambios que le ha producido, y no necesita
probarla porque su mundo se construye de lo que él cree, como cualquier ser
humano. Pero también puede referirse a la fortaleza de su brazo, y así se
siente poderoso, acorde a la figura de un caballero. Ambas lecturas consolidan
lo que el personaje quiere ver de los hechos. Su mirada es profundamente
optimista y esperanzadora, al menos al comienzo de la novela; y no por ello es
irreal, sino que elige el punto de vista que más le conviene. Los hombres,
muchas veces tomamos los puntos de vista que nos sirven para sobrellevar
situaciones que nos abruman o nos frustran. Así el mecanismo del hidalgo que
aquí se llama “locura” es muy parecido al mecanismo de la sociedad actual.
La segunda prevención
que toma el hidalgo es la transformación de su rocín en caballo de caballero. Esta
transformación presenta también un principio de la mecánica de la creación del
personaje. Este principio es la palabra creadora, la palabra mágica, aquella
que basta con nombrar algo para que esto cambie de condición. Es la palabra
primigenia, así como Dios crea al mundo y lo ordena a través de la palabra (“Dios
dijo…”), así el hidalgo creará su mundo con sólo nombrarlo.
El rocín del hidalgo es una representación de él. Al igual
que en la grafopeya del personaje habíamos visto que éste no tenía ninguna de
las cualidades que se esperaban de un caballero, sino que es un personaje
totalmente opuesto a ese físico que vivía en imaginario colectivo; el narrador
hace una grafopeya humorística del caballo. “Tenía más cuarto que un real”
refiriéndose así a la moneda, el real, que necesitaba muchos “cuartos” para
llegar al valor de ella. Pero la palabra “cuartos” también refiere a la
condición de cuarteado. Este es un caballo de trabajo, viejo y destruido, no es
el caballo de un caballero aventurero. Luego el narrador afirma “y más tachas
que el caballo de Gonela”. Las tachas eran los adornos, y Gonela era un bufón,
así que este caballo más parece el caballo de un payaso que el de un caballero,
un caballo lleno de defectos y lamparones de pelo que se ha caído. Para
ensalzar esta descripción, el narrador utiliza el latín que es un idioma
considerado culto y reservado para eventos importantes. Así el narrador,
irónicamente dice “tantum pellis et ossa fuit” que vendría a ser algo así como “tantum
el pelo como sus huesos eran cosas del pasado”. Si la palabra “caballero
conlleva dentro de sí la de “caballo”, y no existe una sin otra, este es el “caballo”
perfecto para este “caballero”, porque ambos presentan una imagen humorística.
Sin embargo al hidalgo
le pareció perfecto como caballo de caballero famoso, y como tal debía tener un
nombre, como lo tenían esos caballos. Es justamente la invención del nombre lo
que provocará el cambio de condición del caballo que pasará de ser un caballo
de trabajo a ser un caballo prestigioso. El hidalgo se toma cuatro días para
pensar este nombre, y esto será la antesala de su propio cambio de condición.
Si él va a ser caballero, pues el caballo también ha de ser importante. Para la
búsqueda del nombre, piensa en uno que declarase “quién había sido, antes que
fuese de caballero andante”. Se trata de conservar la identidad pero cambiar la
condición y es lo mismo que hará con sí mismo. Él es un hidalgo y por lo tanto
un noble por herencia, el más pobre, pero noble al fin, y elegirá llamarse Don,
el título de nobleza más alto. No se trata de anularse, sino de rescatarse y
enaltecerse, y así buscar fama, comenzando por la construcción de un nombre ya
que en su imaginación él “ya profesaba” la andante caballería.
El proceso creativo no
es fácil, no sólo lleva tiempo, sino acción mental que el narrador plantea con
la enumeración caótica de verbos (“formó, borró y quitó, añadió, deshizo y
tornó a hacer”). Así este caos no sólo muestra la pasión del personaje sino
también la velocidad con que su cabeza funciona. El nombre al que llega,
Rocinante, conserva la raíz, su identidad, no pierde su ser rocín, pero cambia
el final de la palabra (la desinencia) agregándole una nueva palabra “ante”;
así antes era rocín pero ahora es Rocinante, un caballo nuevo, vuelve a nacer
con este nombre. Tres cualidades tiene este nombre “alto”, porque le cambia de
jerarquía; “sonoro”, porque suena a nombre importante; y “significativo” porque
además de ser antes un rocín vulgar y ahora un caballo importante, es ante
todos los rocines del mundo el mejor.
La tercera prevención
es ponerse nombre a sí mismo, y para ello se toma el doble de tiempo que se
tomó con su caballo (ocho días). Recordemos que según el primer capítulo no
sabemos cómo se llama el personaje, más adelante sabremos que éste es Alonso
Quijano, no Quesada o Quijana como da a entender al retomar la discusión de los
autores, volviendo así al tema de la veracidad de la historia. Si los autores
discuten sobre su nombre, lo único que no es discutible es que el hidalgo
exitió.
Por un lado, la palabra
“quijote” es una pieza de la armadura que cubre el muslo del caballero. De esta
manera, el nombre es una especie de metonimia del personaje, ya que a través de
una parte se menciona el todo. Otra lectura posible parte del nombre es
parecida a la de Rocinante. Conserva la raíz de su apellido “quij” y cambia “ano”
por “ote”, conservando así su identidad. La terminación “ote” sugiere burla, ya
que el aumentativo se utiliza en forma despreciativa (“grandote”, “muchachote”,
“bobote”). Mientras el personaje se ensalza, el narrador se burla de él.
Además de añadir su
nueva condición de Don, el personaje elige anexar el nombre de su patria, ya
que había decidido ensalzar su república, y además está siguiendo su principio
de autoridad, los libros de caballería, donde los caballeros colocaban el lugar
de dónde provenían a su nombre.
La última prevención es
“buscar una dama de quien enamorarse”. El amor es para el caballero el motor
que mueve sus acciones, es la representación de la fe, la dama sin ser vista
realmente, se convierte en el motor de sus acciones, la razón de su vida, la
persona a la que se le dedica sus logros. Para definir esta relación entre el
caballero y su dama, y la dinámica de este tipo de amor, el narrador dice “el
caballero andante sin amores era árbol sin hojas y sin fruto y cuerpo sin alma”.
Un árbol sin hojas y sin frutos es un árbol seco, sin razón de existir. Lo
mismo sucede con la expresión “cuerpo sin alma”, sin la dama, un caballero es
un muerto en vida. Esta expresión también proviene del ámbito de lo religioso,
ya que el alma es el motor que hace humana la vida, es el aliento vital de Dios
para que ese cuerpo sea humano, sienta y razone.
Una vez más, antes de
pensar en la conversión de la labradora en dama, el personaje se deleita en el
discurso que él mismo está construyendo para justificar la necesidad del amor.
El discurso que imagina es al estilo de los libros de caballería: “si yo, por
malos de mis pecados, o por mi buena suerte, me encuentro por ahí con algún
gigante, como de ordinario les acontece a los caballeros andantes…”. Es una
fórmula humorística la idea de que es común encontrarse por allí con un
gigante, como si fuera algo natural. El caballero imagina no sólo vencerlo,
sino también cómo hablaría delante de su dama, a la que todavía no ha ni
siquiera elegido. El nombre del gigante “Caraculiambro” es una burla parecida a
la del “imperio de Trapisonda” ya que el narrador no sólo se burla del
personaje, sino también del gigante (piensen en el efecto sonoro que tiene ese
nombre y las posibles asociaciones que uno podría imaginar). El caballero se
huelga, goza de cómo hablaría el gigante, y de cómo sería el encuentro con esa
dama.
Elije darle nombre de “señora
de sus pensamientos” a una labradora que él algún tiempo había estado enamorado
pero que ella ni siquiera lo supo jamás. Una vez más parte de la realidad y construye
una realidad diferente, no parte de la nada. Necesita una dama, y la busca.
Pero lo mejor es que esté lejos, porque ese “amor” es una construcción ideal,
que jamás debe encontrarse en el plano de lo real. El único amor que se puede
conservar para este caballero (y tal vez para “algunos caballeros”) es el amor
que jamás pasa al plano de lo concreto, donde uno puede ponerle al otro todo lo
que le gusta, sin necesidad de que el otro nos decepcione con su frustrante
humanidad.
Esta labradora se
llamaba Aldonza Lorenzo, y una vez más, jugando con el sonido cambia las letras
de lugar y pasa a destacar la cualidad de la dulzura que debe caracterizar a
una dama, llamándola Dulcinea, y anexando a ella el lugar “del Toboso”. Una vez
más este nombre le resulta “músico”, suena bonito y natural en una dama; “peregrino”
porque será el motor de sus andanzas, y “significativo” porque destacará la
cualidad de dulzura, que pertenece al mundo de su imaginación, ya que la
labradora que él elige está muy lejos de ser dulce según el comentario de
alguno de sus personajes, dado que ella es el gran ausente, presente sólo en la
mente del protagonista.
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Hola, primero que todo te quería felicitar por tu esfuerzo en brindar estos materiales de gran calidad que son de mucha ayuda para muchos jóvenes como yo. Pero sobre todo te quería preguntar si sabes los pasos por los que pasa el Hidalgo para volverse loco, hago esta pregunta porque en un escrito nos preguntaron eso y no la respondí bien, y me quede con la duda. Gracias de antemano. Suerte con tu blog.
ResponderEliminarAntonin: en la segunda parte de este análisis se trabaja sobre todo el proceso de la locura. He intentado plantear esos pasos, pero no es tan fácil concretarlos, porque es un proceso. Por ello te sugiero que leas los análisis anteriores y releyendo el capítulo I de Cervantes, esa pregunta se responde sola. Suerte
ResponderEliminarGracias, eh releído y ahora lo veo mas claro. Una última pregunta sobre este tema: podrías decirme cómo muestra su locura estas frases que encontré:
Eliminar"olvidó casi de todo punto el ejercicio de la caza, y aun la administración de su hacienda"
"vendió muchas hanegas de tierra de sembradura para comprar libros de caballerías en que leer"
"la razón de la sonrazón que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece, que con razón me quejo de la vuestra termosura"
Hola Paola, le quería preguntar si tiene en su blog el análisis del canto dos de el Quijote. Muchas gracias y felicitaciones por su gran trabajo
ResponderEliminarHola, Paola. Te quiero hacer una consulta. Hablé con varios profesores y no se ponían de acuerdo, te pregunto porque de seguro vos la tenés clara. Confío en tu trabajo. Trabajamos con un texto que se llama "Boldo: la hierba buena que hace mal". Lo que quiero saber es si ese título es una antítesis o un oxímoron.
ResponderEliminarProfesora: Estuve pensando sobre ese título que planteas, "Boldo: la hierba buena que hace mal". Para mí es una antítesis y paso a explicarte por qué lo creo. La diferencia entre la antítesis y el oxímoron es que la primera se puede separar, la segunda no. En el oxímoron se construye una nueva palabra que no es ni la primera ni la segunda expresión, sino una tercera, por ejemplo: "arroyo seco", no es ni un arroyo, ni seco, es un lugar distinto "arroyo seco", lo mismo pasa con "agridulce" o la expresión de Saki "espantosamente buena", la niña no es ni espantosa, ni buena, es "espantosamente buena". En la antítesis son dos expresiones que pueden separarse sin perder su significada, es una hieba buena, pero también es una hierba que hace mal. No sé si me explico, pero tengo entendido que esa es la diferencia entre estos dos recursos.
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